El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 24

—Te juro que están imposibles, Joe. Maddie ya no sabe qué hacer con ellas. Jamás pensé que se pondrían celosas del bebé, no a esta edad, ya están grandes, y están acostumbradas a tener hermanos... Y eso que todavía no nace...

Scott llegó después de la cena para tomarse un café con su amigo, y distraerse un poco del clima de guerra constante con las gemelas.

—Ya se les pasará. Solo es una etapa, y cuando nazca el bebé, van a estar tan fascinadas con él, que se olvidaran de tener celos. Será como tener un juguete con movimiento. Eso sí, tendrán que cuidar que no lo rompan...

Ambos rieron relajados. Scott estaba sentado, con una pierna recargada en el brazo del sillón y Joe de pie apoyado contra el escritorio y con su taza en la mano. La puerta del escritorio se abrió de pronto, y Colin apareció por ella. Scott lo saludó levantando su taza como si fuera una copa.

—¡Pero mira quién ha venido! No esperaba verte a estas horas...

Hubiera jurado que fue una fracción de segundo, pero en el momento en que vio la mirada de Colin, se dio cuenta de lo que iba a hacer, y empezó a incorporarse. No fue lo suficiente rápido.

Colin se echó encima de Joe y lo derribó de un golpe, tal cual había hecho unos meses atrás. La taza voló por el aire y no le pegó a Scott en la cara por milagro. Y otra vez, como tiempo atrás, se encontró conteniendo a Colin para que no siguiera golpeando a Joe, que ya se levantaba, confundido.

—¡¿Estás demente?! —le gritó—. ¡¿Qué te pasa?!

—¡¿Todavía tienes cara de preguntarme que me pasa?! —respondió este, completamente fuera de sí.

A Scott le bastó su sola cercanía para darse cuenta de que estaba bastante bebido, y maldijo por dentro. 

—¡Basta, Colin! ¡Contrólate! ¿Qué te pasa? —dijo sin soltarlo.

—¡Pregúntale a él que me pasa! ¡Pregúntale a este hijo de puta que me pasa!

Joseph se quedó de una pieza. No era la primera que discutían, ni la primera que lo golpeaba, pero nunca... Jamás le había insultado de esa forma. Y a pesar de presentir lo que sucedía, le dolió terriblemente.

—¡Suéltalo, Scott! ¡Déjalo!

—¡¿Estás loco?! ¡No voy a soltarlo en este estado! ¡No hasta que se calme y diga que pasa!

—Pasa... ¡Pasa que me traiciono! ¡Jamás imaginé que fueras capaz de hacerme algo así, Joseph, jamás!

—No te he hecho nada, no sé de qué hablas… —contestó con un tono bajo y algo furioso.

—¡Deja de mentir, carajo! ¡Al menos sé hombre y admite lo que haces!

—¿De qué traición estás hablando? —preguntó Scott.

Joe estaba empezando a sentirse más enojado de lo que la cordura le recomendaba. Está bien, le había mentido y había metido a Colette de por medio. Pero su reacción le parecía exagerada.                          

—¡De que se acuesta con mi prometida! ¡De eso!

Por unos segundos se hizo un silencio sepulcral. Joe no podía creerlo... ¿De qué lo estaba acusando? ¿De dónde había sacado esa idea?

—¿Qué dices? ¿Estás loco? —dijo con incredulidad—. ¡Yo jamás haría algo así! ¿Cómo se te ocurre?

—¿Ah no? ¡Entonces dime que haces todos los santos días entre las tres y las seis de la tarde! 

Scott fue aflojando el brazo de Colin de a poco, asombrado, y se volvió hacia Joe con un gesto interrogante. Este se quedó en silencio, tratando de entender por qué demonios su amigo pensaba eso de él, y al parecer Scott también tenía dudas. ¿Qué había visto...? 

—¡¿Por qué vas allí todos los días, y entras y sales por la puerta trasera?! ¡Hasta tienes una llave! ¡Explícame por qué vas a casa de Colette todas las tardes, y te quedas allí tres horas mientras todos pensamos que estás trabajando! ¡Contéstame!

Joe no le contestó de inmediato. Se sentía como si le hubiera dado un golpe en el pecho y lo hubiera dejado sin aire. Semejante acusación, viniendo de él era doloroso. Y era doloroso sentirse el causante de ese estado también.

—¿Joe?

Miro a Scott, que parecía dudar en creer lo que Colin decía, pero era evidente que también él esperaba una explicación. ¿También él lo creía capaz...?

—¡Joseph! ¡Di algo, por Dios!

—No es cierto... 

—¡No mientas!

—¡No miento! ¡No me acuesto con Colette!

—¡¿Entonces que haces allí?!

—¡Me encuentro con Angie! —vociferó.

Otra vez el silencio los cubrió a los tres. Scott se tapó los ojos con una mano, murmurando un "Dios santo", mientras que Colin se lo quedó mirando, como dudando.

—No te creo… —dijo al fin.

—Es la verdad, hace ya un tiempo que me veo con ella. Necesitaba un sitio discreto, y le pedí ayuda a Colette.

—¿Por qué no a nosotros? —preguntó Scott.

—Porque jamás lo habrían aprobado. Porque iban a tratar de disuadirme, porque es más complicado de lo que parece...

—Sigo sin creerte… —murmuró Colin




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.