El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 26

Un rato después, los dos amigos se encontraban golpeando a la puerta del médico, con los mismos nervios y por razones diferentes. El asistente les salió al encuentro y los hizo pasar al consultorio, casi como si los estuvieran esperando. 

Joe se sintió un poco incómodo con esa actitud. Era la primera vez que se sentía una visita en la casa de su amigo, pero se guardó muy bien de hacer algún comentario. 

Colin apareció unos momentos después, y su saludo fue más bien frío. Se sentó sin decir palabra y por un rato los tres estuvieron así, mirándose en medio de un incómodo silencio.

"Dios, qué situación penosa...", pensó Scott antes de decidirse a hablar, ya que sus amigos ni siquiera cruzaban mirada entre ellos.

—Bueno, ya que nadie parece decidido a empezar, creo que voy a ser yo. Creo que me ha tocado el papel de mediador, o algo parecido. De todas maneras, Colin, si quieres hablar con Joe a solas, puedo irme.

—No, quédate, es mejor.

—Entonces, ¿quién de los dos va a empezar?

—Yo —dijo Joe—. No voy a volver a pedirte disculpas por lo que paso, creo que ya lo hice... Y quiero decirte que no volverá a pasar.

—Eso ya lo has dicho antes.

—Y que hoy estuve en casa de Colette —continuó, ignorando su comentario—. Fui a disculparme con ella por haberla metido en este lío. Me quedé allí un par de horas, porque Angie vino, y tenía que solucionar con ella el tema de dónde encontrarnos de aquí en adelante. No volveremos a casa de tu novia. No les daremos más problemas.

También lo dijo con un tono seco. No como si estuviera contándole algo, sino más bien como si le diera un informe.

—Qué dispuesto pareces ahora a dar detalles… —comentó Colin con ironía.

—Lo cínico no te queda bien. Sería mejor que cambiaras ese tono e intentaras hacer un esfuerzo por reconocer tu parte de culpa en todo esto.

—¿Mi culpa? ¿Insinúas que yo tengo culpa de que hayas estado mintiendo? ¿De que hayas estado confabulando con Colette a mis espaldas?

—No, me hago cargo de eso. No debí meterla en medio de mis problemas y ya me disculpé por eso, con ella y contigo. Pero todo lo demás, todo el escándalo que armaste, se podría haber evitado.

—¿Cómo?

—Preguntando, preguntándome directamente que estaba haciendo. 

—Me habrías mentido.

—¿Y por eso te pareció mejor seguirme? ¿Espiarme? ¡Tengo treinta dos años, Colin! ¡No necesito una niñera! ¡Te lo hubiese contado en algún momento, porque lo necesitaba! ¡No es una situación fácil! ¡Pero debiste pensar que si no lo hacía, tenía mis motivos! ¡Que quizás quería resguardar lo que me pasaba un poco más! ¡O que no quería hablar de ello en ese momento! Estaba en todo mi derecho, y me parece que ya hablamos de esto alguna vez, los tres. ¿No pudiste al menos respetar eso un poco más? No, en lugar de eso, me seguiste, como si fuera un ladrón. ¡Y lo primero que pensaste cuando me viste salir de allí, fue que te traicionaba! 

—¿Qué querías que pensara? ¡¿Qué esperabas que hiciera?!

—¡Que confiaras en mí! ¡Como yo lo habría hecho! Si me hubiera visto en la misma situación, que no es el caso, habría saltado de ese coche el primer día, te habría agarrado de las solapas y te habría preguntado "¿Qué demonios haces aquí?". No me hubiera quedado durante tres días alimentando odio y pensando cosas sucias acerca de un hombre que es como mi hermano. Jamás. Por ti y por él, soy capaz de poner las manos en el fuego.

—Muy poético... Ah, olvidaba que también eres un poeta. Eso también te lo guardaste un buen tiempo, ahora que recuerdo, se te está haciendo costumbre. Tienes razón, eres un hombre adulto, y has cambiado. Supongo que todos lo hemos hecho, pero parece que hemos crecido en direcciones diferentes. Recién lo he notado y tal vez ese fue mi error. Pensar que seguimos siendo los mismos de hace veintitantos años.

Joseph volvió a sentir esa creciente angustia, que se mezclaba con su enojo. Trataba de abrirle su corazón a Colin aunque no fuera de manera amable, y del otro lado percibía todo lo contrario. Como si estuviera cerrándose a él.

—¿Qué es lo que te enoja tanto, Colin? La verdad, ¿qué es lo que no puedes terminar de digerir?

—La mentira... 

—Yo no mentí. Oculté, sí, pero no mentí. Jamás me preguntaste. En el momento que dije que no iría a buscar a Angie, era verdad. Ella vino a buscarme después, y tú nunca volviste a preguntar.

—Ahora casi va a resultar que todo es mi culpa.

—No digo eso, los dos tenemos parte de culpa. Pero tú no pareces dispuesto a hacerte cargo de nada, ni siquiera de los golpes o de los insultos que no merecía. ¡Me llamaste hijo de puta! ¡Insultaste a mi madre!

—No recuerdo que jamás te haya preocupado tu madre... ¿No es un poco tarde para eso?

"¡No, no, así no! Por favor", pensó Scott, poniéndose en pie rápidamente, y situándose entre ambos, que se miraban echando fuego por los ojos. Sobre todo le asusto la mirada de Joe, parecía tan dolido, como si lo hubiese golpeado otra vez sin motivo.

—Alto, muchachos, por favor...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.