El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 28

Escuchaba la voz de Angie como si le llegara de muy lejos. Lo llamaba angustiada. De a poco la voz pareció ir acercándose, y sintió que algo mojado le tocaba la cara. Entonces abrió los ojos y vio su cara llorosa sobre él. Tenía un lienzo mojado en la mano y se lo pasaba por la frente, mientras le hablaba.

—¡Ay, Joe, gracias a Dios! ¿Estás bien? Me diste un susto de muerte —le dijo, sollozando.

Todavía confundido, desvió la cabeza para mirar en derredor. Estaba en el suelo, pero ahora no estaba oscuro, había una lámpara junto a él. Pero aún no reconocía el lugar. Entonces Angie se apartó un poco, y la vio...

La enorme lámpara, con cientos de cuentas de cristal, pendía justo sobre su cabeza. La miró fijamente un momento, y luego se incorporó de un salto. Sin hacer caso del mareo, salió a tal velocidad por la puerta que casi se estrelló contra la pared del pasillo.

Angie corrió tras él, asustada.

—Joe, tranquilo, no sucede nada… —le dijo, situándose a su lado y tocándole el brazo.

Pero Joseph pareció mirar a través de ella, hacia el fondo de la habitación que acababan de dejar. Luego la apartó un poco y se fue a los tumbos hacia la sala. Se dejó caer en un sillón, apretándose los costados del cuerpo con los brazos como si tuviera frío. 

—Perdóname... No pensé que ibas a ponerte así. No fue mi intención asustarte, te lo juro...

Volvió a acercarse a él, pero no parecía escucharla. Empezó a balancearse, adelante y atrás, y Angie empezó a sentirse francamente asustada y sin saber qué hacer. 

"Sacarlo de aquí, eso debes hacer", se dijo de pronto.

—Está bien, ya fue suficiente, nos vamos de aquí. No fue buena idea. Te voy a llevar a casa...

Volvió a la sala de música por la lámpara y por su capa, que había quedado allí. Pero cuando regresó a la sala, Joe no se había movido ni un centímetro. No iba a ser fácil moverlo si no cooperaba.

—Vamos, levántate —le dijo, tomándolo del brazo.

Y entonces él la miró hacia arriba, con los ojos bañados en lágrimas.

—Esa noche también estaba oscuro… —susurró. 

—¿Qué?

—Pero no había tormenta. Solo mucho viento.

Solo en ese momento advirtió de que hablaba. Soltó su brazo y se sentó a su lado, sin interrumpirlo.

—Me desperté asustado porque había un ruido en la habitación, y vi que eran las ramas de un árbol en la ventana. Y me encontré solo en la cama. Mamá no estaba, dormía conmigo desde que papá había muerto. Pero ahora no estaba... Me salí de la habitación para ir en su busca, y vine hasta allí —dijo señalando la sala de música con la cabeza—. No sé por qué imagine que estaba ahí, ya no tocaba el piano. La puerta estaba cerrada, y tuve miedo. No sé por qué, pero tenía miedo. La llamé dos veces, pero nadie respondió. Entonces empujé la puerta, y todo estaba a oscuras, y de todas formas entré. Me pareció que algo se movía, y volví a asustarme, pero no podía ver nada. Y entonces  las nubes se apartaron, y la luz de la luna entró por la ventana...                          

Se detuvo un momento jadeando, y Angie volvió a preocuparse, pero no quería ni tocarlo, estaba como fascinada escuchándolo, mientras él parecía estar reviviendo ese momento.

—Estaba colgada de la lámpara —dijo al fin.

Amy no pudo reprimir una exclamación, llevándose una mano a la boca. 

—Tenía los ojos abiertos, y me miraba directamente. Solo después de un momento me di cuenta de que no me miraba a mí, que en realidad no miraba nada. Estaba muerta, y su cara era extraña. Pensé que era la luz de la luna, porque se veía azul, y tenía... Tenía... Su boca... ¡Dios!

Enterró la cara entre las manos, como si hubiera despertado de golpe de un sueño, y empezó a llorar de manera descontrolada, mientras Angie se arrodillaba frente a él. Tiró de sus manos hasta descubrir su cara, y lo abrazó con fuerza, llorando también. Él tardó unos momentos en responder y luego se aferró a ella.

"¡Cuatro años!", pensaba Angie con angustia. "¡Tenía solo cuatro años! ¡Y la encontró así! ¡Mi amor, mi pobre amor!".

Lloró por un rato tan largo, que Angie realmente pensó que iba a hacerle daño. Y después solo se aflojó en sus brazos, agotado, como sin fuerzas. Lo empujó con suavidad hasta lograr que se acostara en el sillón, y se sentó en el suelo a su lado. 

Estuvieron así un largo rato, sin hablar. Joe sumido en sus pensamientos y ella acariciándole la cara y el cabello. Ahora dormía, o al menos eso creía. Tenía los ojos cerrados y la respiración acompasada. 

"Pobre Joseph, vivir tantos años con eso dentro. ¡Qué imagen terrible para un niño! Ahora entiendo por qué le costaba tanto hablar de eso... Qué espantoso no poder descargar esa angustia con nadie..."

Se había llevado un susto terrible. Lo había instado a entrar ahí, esperando un momento difícil, eso sí. Esperaba un grito, o un llanto, que se enojara con ella. Pero no que se desmayara. Pero tampoco sabía lo que había sucedido allí. Era muy fuerte, presenciar la muerte de tu padre, y encontrar el cadáver de tu madre, y de esa forma... 

Le intrigaba saber qué habría sucedido después, pero ahora ya no se animaba a preguntar. Le preocupaba su estado, lo único que quería era verlo bien. Se estaba acalambrando en esa postura, así que fue a incorporarse, pero apenas se movió, la mano de Joe retuvo la suya y abrió los ojos. No dormía...




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