El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 32

Fue una de las peores noches de las que Joe tuviera memoria. Es verdad, tal vez no era tan así, probablemente las había tenido peores, pero al menos esta era una de las que más exhausto lo había dejado, donde había tenido que poner más esfuerzo.

Era la primera noche que Angie pasaba lejos de él en muchos días. Y lo que era peor, la primera que pasaba con Terrance. Ese era el meollo de la cuestión. Había prometido controlarse, no hacer ni decir tonterías. Empezar a tomar las cosas con calma y naturalidad. Tarea francamente imposible. 

Ya durante el día tuvo que tratar de alejar su pensamiento de lo que estaría pasando en esa casa. Como habría sido el reencuentro, como Angie lo habría recibido. Y por más esfuerzo que hizo no pudo evitar que la pregunta rozara su mente.

 "¿Habrán esperado a la noche para hacer el amor?"

Intentó ocupar su tiempo todo lo posible, y las horas fueron corriendo, hasta que llegó la noche, y se encontró solo en su cuarto. 

Hizo bastante para tratar de distraerse. Intentó trabajar, intentó escribir, intentó dormir. Todo en vano. Fumó más de lo recomendable, tratando de aplacar sus nervios. Tanto, que tuvo que abrir la ventana para que el humo se fuera y su cuarto dejara de parecer un tugurio.

Y mientras repetía una y otra vez todas estas cosas, como si fueran un ritual, su cabeza no dejaba de dar vueltas, acosada siempre por las mismas preguntas y frases. 

"¿Le habrá traído regalos? ¿Ella le habrá dicho que lo ha extrañado? ¿Lo habrá recibido con un beso? ¿Se habrán ido al cuarto de inmediato, o habrán esperado hasta la noche?"

Terrance llevaba tres semanas fuera de casa. No tenía idea de cuáles fueran sus costumbres con las mujeres, pero si le era fiel a Angie, tres semanas es mucho tiempo. Seguramente no había querido esperar... 

¿Y qué tipo de amante seria? ¿Suave y delicado? ¿Fogoso y ardiente? Jamás le había preguntado a Angie sobre eso, aunque la pregunta había rondado su mente más de una vez. Pero le parecía una falta de respeto hacia ella, y no creía poder soportar una respuesta si ella se dignara a contestar.

Esta era una de esas noches en la que uno necesita un amigo con quien charlar. Pero no podía ir a golpear la puerta de Scott a estas horas, y Colin estaba fuera de discusión. Así que pasó el resto de la noche, caminando por la casa, ya harto de su propio cuarto. 

Fue a observar como Nicky dormía, revisó que Benny también lo hiciera, pasó por su escritorio y finalmente a la cocina, donde esperó el amanecer en medio de tazas de café, pensamientos sombríos, y la terrible incertidumbre de no saber cuándo volvería a ver a su amada. 

Tenía que esperar noticias suyas, y eso podía ser mañana, o dentro de muchos días. Y él no podía hacer otra cosa más que esperar, y desesperar.







 

Angie tampoco dormía. Vuelta de lado en la cama, con Terrance abrazado a su espalda, vio despuntar el amanecer después de una noche que le había parecido larguísima. 

Trató de estirarse un poco, y su cuerpo dolorido pareció recordarle que también había sido una noche agitada. Y el dolor no era causado por ningún golpe, sino por las furiosas arremetidas sexuales a las que su esposo la había sometido durante toda la noche.

Ya a su llegada se había dado cuenta de que no iba a ser sencillo. Al cruzar la puerta, casi no la había saludado. Prácticamente, se había arrojado sobre ella para besarla con ansia, sin importarle los criados presentes que aún caminaban a su alrededor, descargando el equipaje, y que se sonrieron ante tanta efusividad, como cómplices de lo que sospechaban un apasionado reencuentro de una pareja enamorada. 

A ella solo le produjo náusea. Pero lo disimuló muy bien. Trató de responder al beso lo mejor que pudo, puso una sonrisa de bienvenida, y ahí tuvo el primer indicio de que algo no andaba bien. Terrance no parecía para nada feliz. Tenía un aspecto algo desmejorado, como si hubiera tenido días difíciles en Suiza. Y parecía nervioso. 

La acosó con preguntas sobre que había hecho en su ausencia, y Angie las respondió. Eran preguntas que esperaba y ya tenía un repertorio de respuestas para todo. Había seguido con el tema del guardarropa, había ido con el doctor, había leído y descansado bastante...

El tema del médico les ocupó un rato. Terrance insistió en acompañarla la próxima vez que lo visitara para ponerse al tanto de cómo estaban las cosas, y ella aceptó sin problemas. No había nada que el médico pudiera decirle que le trajera problemas, y era mejor que no albergara sospechas con eso. Y allí llegó el momento que más temía.

—Me alegra que hayas estado entretenida. Ahora nos dedicaremos a ver qué resultados ha dado este famoso doctor. Nos concentraremos en recuperar el tiempo perdido, ¿verdad? —dijo, tomándola por la cintura y atrayéndola contra su cuerpo.

—Por supuesto, nada deseo más que volvamos a intentarlo… —sonrió con esfuerzo.

—Me gustaría que dijeras que lo que más deseas es a mí. Que me has extrañado, que te has sentido sola en esa cama enorme… —susurró contra su cuello, dándole un suave mordisco.

Angie cerró los ojos y se estremeció de desagrado. Pero como siempre, Terrance lo interpretó al revés. La apartó un poco de sí, con aire satisfecho.




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