El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 33

La visita al médico fue lo que terminó desencadenando todo. Pero era algo que venía gestándose desde hacía un tiempo. A Angie no le llevó mucho darse cuenta de que el malhumor de Terrance poco tenía que ver con ella.  Lo que fuera que hubiera sucedido en Suiza, al parecer, también pasaba en Londres. Algo no andaba bien con los negocios, algo que lo ponía nervioso todo el tiempo. Y obviamente, ella terminaba pagando los platos rotos. 

No es que hubiera vuelto a pegarle, pero las malas contestaciones y a veces un maltrato sin razón, la tenían en alerta todo el tiempo. Puso especial cuidado en mantenerlo contento en la cama, sabiendo que si allí las cosas empezaban a andar mal, él perdería la paciencia definitivamente. 

Ponía mucho esfuerzo en eso, pero tampoco podía pasarse de la raya. Mostrarse demasiado imaginativa dejaría al descubierto que eran cosas que otra persona le había enseñado, y no quería provocar la furia de su esposo. Así que en esos días se sentía caminando en un delicado equilibrio, que parecía sostenido por delgados hilos. 

Solo en sus encuentros con Joe podía relajarse y disfrutar plenamente, sentirse segura y amada. Y él parecía más tranquilo, lo que también la hacía sentirse mejor. Al menos no debía preocuparse por eso, y podía centrar su atención en mantener a Terrance controlado.

Las cosas comenzaron a ponerse incómodas, cuando ella volvió a menstruar. Volvió a fingir decepción, cosa que estaba lejos de sentir. A esta altura, si hubiese ocurrido un milagro, se habría sentido trastornada. Por ningún motivo deseaba un hijo de Terrance, y además, ¿cómo hubiera sabido quién era en realidad su padre? Cualquiera fuera el ángulo desde donde lo viera, hubiera sido una situación terrible.

Terrance también se decepcionó, pero esta vez pareció molestarse más de la cuenta. No contra ella, pero sí contra el médico. A fin de cuentas, invertían tanto dinero en este tratamiento. Empezaba a sospechar que quizás el hombre los estaba timando.

A pesar de las protestas de Angie y de sus explicaciones, insistió en verlo enseguida, y ella no tuvo más remedio que ceder. 

El médico comprendió la situación inmediatamente, y se dedicó a explicarle a Terrance que había sido muy claro con su esposa. Era poco probable, por no decir imposible, que lograran un embarazo con los daños internos que ella había sufrido. Ante su insistencia, había pensado que nada perdía con intentarlo, pero jamás le había dado falsas esperanzas. A esta altura, si querían abandonar el tratamiento, no había problemas. En realidad, le parecía lo más conveniente.

Angie miró de reojo a su marido y su expresión le causó una oleada de miedo.

—¿Dice la verdad? —le preguntó entre dientes.

Angie asintió con la cabeza, y en su desesperación se echó a llorar, diciendo que ella no quería resignarse, que quería seguir intentándolo. Tomo el brazo de Terrance, como buscando su contención.

—¡Yo quiero seguir adelante! Realmente quiero darte un hijo, ¡no quiero dejarlo!

Él se volvió con un gesto algo duro, y apretó su mano un poco más de la cuenta, lo que la hizo callar de inmediato.

—No necesitamos hacer una escena frente al doctor. Seguiremos esta conversación en casa.

Hicieron el viaje de vuelta en completo silencio y a medida que se acercaban a la casa, Angie empezó a sentirse asustada. Reconocía ese clima de tensión, lo había sufrido por años, y necesitaba detenerlo.

Terrance fue directo al cuarto, con ella pisándole los talones y retorciéndose las manos. Apenas cerró la puerta, la enfrentó con gesto decidido.

—No vas a seguir con eso.

—Pero, Terrance... Yo quiero hacerlo. Tal vez suceda...

—¿Qué cosa? ¿Un milagro? Porque es lo que necesitamos para conseguir un hijo. El tipo fue muy claro, y tú lo sabías. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque no quería decepcionarte. Y pensé que tal vez funcionaria. De veras quiero que funcione...

—Pero no va a suceder, y se supone que es mi culpa. Yo te lastimé.

La frase debería haber parecido una disculpa, pero a ella le sonó a amenaza.

—No digas eso. No fue solo tu culpa, yo dije cosas que no debía…

—No, dijiste la verdad, la pura verdad. Pero tienes razón, no fue mi culpa en realidad. Y tú, solo en parte, eres culpable… —Terrance sonrió de una manera desagradable, rascándose la cabeza—. Es curioso como siempre volvemos al mismo punto...

—Terrance, no...

—Sí, es ese desgraciado. Él tiene la culpa de todos nuestros problemas, piénsalo.

Hablaba calmado, y ella sintió que se le erizaba la piel, porque contrastaba con la expresión de su mirada. Terrance se volvió de espaldas a ella, y miró por la ventana, mientras seguía hablando, como si lo hiciera consigo mismo.

—Nada de todo esto sucedería, si él no se hubiera cruzado en tu camino. Tú seguirías siendo la hermosa y vital joven que yo quería desposar, habríamos tenido un matrimonio hermoso y tal vez ya tendríamos más de un hijo. Pero él se quedó con todo. Aun habiendo desaparecido de tu vida, se llevó lo más preciado. Tu virginidad, tu amor, hasta la posibilidad de un hijo. Un hijo que él sí tiene... No es justo.




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