El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 34

Angie dormía agotada sobre la cama, cubierta con el cobertor que Joe había puesto sobre ella. Se había quedado a su lado, acariciándola en silencio hasta que se quedó dormida.

Ahora estaba sentado en el sillón, observándola desde allí. La habitación estaba en silencio y el único movimiento parecía ser el débil parpadeo de las velas. Se diría que reinaba una absoluta paz. 

Pero en contraste con ese apacible exterior, el interior de Joe parecía atravesar por una tormenta. Los pensamientos cruzaban por su cabeza a una velocidad pasmosa y se sentía atravesado por sensaciones que no podía controlar. Entonces no podía atraparlos para analizarlos, solo le daban vueltas, mareándolo y asustándolo. Por primera vez en su vida, estaba asustado de sí mismo. Asustado de sus reacciones, temeroso de no poder controlar el fuego que sentía dentro. 

De pronto, Angie se incorporó en la cama, asustada y gritando su nombre. Corrió a su lado de inmediato para abrazarla y calmarla, mientras la joven se aferraba a él con fuerza.

—Tuve una pesadilla... Que te habías ido mientras dormía, que no podía alcanzarte, no podía impedir… —balbuceó.

—Tranquila, estoy aquí... No te dejaría sola. No te preocupes.

Angie se recostó sobre las almohadas, con gesto cansado, y Joe se quedó con sus manos entre las suyas. Se miraron por un rato en silencio, como si ninguno de los dos supiera por dónde empezar. 

Aún no habían hablado del asunto. Joseph se había limitado a calmarla y llevarla hasta la cama, adonde finalmente se había dormido. Pero ahora tenían que enfrentar el problema y ver que hacían con él. Jone no necesitaba pensar demasiado, sabía exactamente lo que quería hacer.

—No quiero que vuelvas a esa casa...

—No puedo hacer eso.

—¡Si puedes! Tendrías que haberte ido hace mucho, sin importar cuáles fueran sus amenazas. Jamás debiste permitirle llegar tan lejos...

—No tengo otro remedio.

—¿Como que no? ¡Me tienes a mí! Yo te protegeré, te juro que no volverá a tocarte, y que nada malo va a pasar. Pediremos ayuda a Scott, él sabrá cómo hay que proceder y terminaremos con esto de una vez... ¡Angie, por Dios! —finalizó, exasperado, al ver que ella seguía negando con la cabeza.

—No entiendes, no eres la primera persona que trata de ayudarme. Ya hubo alguien que lo intentó. Ni siquiera eso, tan solo insinuó que sabía lo que sucedía... ¿Sabes donde está ahora? En un cementerio de Suiza, bien muerto.

Le relató brevemente el episodio del médico, mientras Joe empezaba a sentir desesperación al darse cuenta de que no iba a ceder en su postura.

—¿Sabes qué dijeron las autoridades? Que creían que era un crimen pasional, por la saña que había utilizado para matarlo, y eso fue todo. ¿Qué crees que pasaría si me voy contigo? No podemos correr ese riesgo, no lo voy a permitir.

—¿Y qué se supone que haga yo? ¿Cruzarme de brazos? ¿Esperar pacientemente a que ese hijo de puta se muera y rogar que eso suceda antes de que él te mate a ti? —le dijo con vehemencia—. ¡Ya mató a un hombre, y también mato a tu hijo! ¡¿Acaso deseas que te mate?! ¿Eso esperas?

—Eso no va a pasar, no te preocupes. En realidad, ya hacía tiempo que no sucedía, desde que perdí el bebé jamás había vuelto a pegarme. Esto también fue mi culpa. Yo lo golpeé primero, y todo se salió de cauce.

—¿Lo estas defendiendo?

—¡No! Solo trato de decirte que no debes preocuparte. A mí ya no me molesta… —dijo tratando de sonreír.

—No tienes que fingir más conmigo. Ya no, por favor. ¿Vas a decirme que no te molesta que te pegue? ¿Que te humille?

—No es que me guste. Es que ya no lo siento... Son otras cosas las que me preocupan. Esto —contesto, tocándose el pecho— es solo una circunstancia.

Ahora le hablaba calmada y con deliberada frialdad.

—Mira, Joe, esto que me sucede no es tu responsabilidad. Es solo mía. Este es el lugar en que me metí, yo sola. 

—Tu padre te metió ahí...

—Pero no creo que tuviera conciencia de quién era Terrance realmente. De haber sabido, estoy segurísima que jamás habría permitido este matrimonio. Pero ahora ya es tarde para lamentos. Lo único que puedo hacer es tratar de sobrevivir de la mejor manera posible. Y de que todos estemos a salvo, tú más que nadie.

—No, no a ese precio, no lo voy a permitir.

Angie le tomó la cara con las manos con fuerza.

—Mírame, Joseph. Y escúchame muy atentamente. Esta es la única manera en que podemos seguir juntos. Si insistes en modificar algo, si tratas de sacarme de la casa por la fuerza, si te enfrentas a Terrance... Además de hacer una soberana estupidez, además de ponerte en peligro, me perderás para siempre. Y hablo muy en serio. Sin llantos, sin gritos. Cualquier cosa, cualquier argumento que quieras usar para convencerme, es inútil. Llevo años analizando esta situación, y no hay otro modo. No voy a abandonar a Terrance, no lo voy a denunciar, no voy a hacerlo. ¿Está claro?







 

Volvió a casa caminando lentamente, forzando los pasos hasta su casa, y tratando de controlarse. Tratando de controlar los deseos de dar la vuelta y echar a correr hasta la casa de Angie




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.