El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 37

Joe se había levantado de  buen humor. Estaban teniendo muy buen tiempo últimamente, y ese día en particular, le parecía un día glorioso. Había una suave brisa matinal y el sol empezaba a calentar. Uno de esos días que imagina perfectos. En el que nada puede arruinarte el ánimo.

Desayuno con Nicholas y emprendió su camino al trabajo, tarareando por lo bajo. Su buen humor también tenía que ver con que hoy iba a encontrarse con Angie. Si no fuera por la particular situación que vivía, hubiera podido decir que todo era casi perfecto.

Su trabajo andaba bien, había podido adelantar algo de su nuevo libro, la casa marchaba sobre rieles, Nicky crecía fuerte y sano, y tenía a su amor. No como hubiera querido, no de la forma ideal, pero al menos lo tenía. Hasta sus dolencias crónicas parecían haberle dado un respiro. 

Eso le recordó a Colin. Ese seguía siendo un punto oscuro, pero se consoló a sí mismo, diciéndose que todo el mundo tenía problemas. Él no era la excepción, así que debía dejar de quejarse.

Trabajó con empeño hasta casi las tres, y luego se marchó al encuentro de su amada. Apenas tuvo tiempo de cerrar las cortinas y ponerse cómodo, cuando Angie entró en la habitación y se echó en sus brazos. Después de un largo beso, Joe la miró sonriendo, pero rápidamente frunció el ceño al ver la expresión de su rostro. Estaba ojerosa y parecía cansada, como si hubiera pasado la noche en vela.

—¿Qué te sucede?

—Nada, solo te extrañé demasiado.

Se apretó contra él, besándolo nuevamente. Joe respondió al beso por un momento, pero luego se apartó, intranquilo. La última vez que se había sentido así, había descubierto lo de los golpes, y algo le decía que había algún problema.

—Dime qué pasa —volvió a preguntar.

—Ya te dije que nada.

—Vamos, no hagamos esto otra vez... ¿Volvió a golpearte?

Por toda respuesta, ella comenzó a quitarse la ropa.

—No —le dijo una vez se desnudó—. No me golpeo, puedes verlo por ti mismo.

Joe dio vueltas en torno a ella, mirándola atentamente."Nada. Al menos nada que sea visible", pensó.

—¿Estás conforme? —dijo algo molesta.

—No. No lo estoy, porque la expresión de tus ojos me dice que pasa algo malo, y quiero saber que es.

Los ojos de Angie se llenaron repentinamente de lágrimas y sonrió con tristeza.

—Tienes razón. Y te juro que voy a decírtelo. Pero primero necesito que hagas algo por mí...

Le puso las manos en el pecho y fue empujándolo hasta la cama, donde lo obligó a sentarse.

—Necesito que me hagas el amor... Pero con mucho amor, Joe. Como si fuera la última vez. ¿Recuerdas cuando decíamos eso?

Joseph asintió sin hablar. Tenía una sensación de vacío en la boca del estómago que no le gustaba nada.

—Por favor, ámame… —le rogó casi llorando.

La atrajo hacia él con el corazón estrujado, besándola con suavidad, y dejó que ella terminara de quitarle la ropa, mientras trataba de echar sus temores a un lado, para poder amarla con todos sus sentidos como si fuera la última vez.







 

Llevaba un largo rato acariciando la cabeza de Angie, que lloraba apoyada en su pecho. Había comenzado a sollozar apenas acabaron de hacer el amor, aferrada a él con fuerza, hasta que se había ido calmando, aunque no del todo.

Él no preguntó nada, se limitó a besarla y acariciarla con dulzura, esperando. Algo le decía que debía dejar que se desahogara para que pudiera decirle que le sucedía.

Unos minutos después, ella lanzó un suspiro entrecortado y se incorporó un poco. Joe se quedó expectante, pero Angie solo sonrió y le dio un suave beso. Luego dejó la cama y empezó a vestirse.

—¿Qué haces? —le preguntó, confundido—. ¿Adónde vas?

—A ninguna parte. Solo me visto para que hablemos.

Se sentía cada vez más confuso. Hasta hacía unos momentos parecía desesperada y ahora se veía muy calmada. Sin saber bien qué hacer, empezó a levantarse para vestirse también, pero Angie lo detuvo con un gesto.

—No, por favor. Quédate así, no te vistas... Quiero recordarte así.

Se quedó petrificado. "¿Recordarme? ¿Qué pasa?"

—¿Qué pasa, Angie? —preguntó con voz temerosa, mientras volvía a recostarse en las almohadas.

La joven se sentó a los pies de la cama y le acarició las piernas por sobre las sábanas.

—De verdad fue como hacer el amor por última vez, ¿no es cierto? —dijo con tristeza.

Entonces comprendió. La frase le aclaró la mente y lo golpeó con fuerza.

—Fue la última vez —continuó ella con calma—. Vine a despedirme. Ya no voy a volver.

"Ya está. ¡Va a llevársela lejos!". Pensó que confirmaba sus temores de que Terrance quisiera dejar Londres, como antes había dejado Berna.

—¿Me has oído? —preguntó ella ante su silencio.

—Sí... ¿Te vas de Londres? ¿Terrance quiere alejarte de aquí? ¿Eso estás diciendo?




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