El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 41

Los dos días siguientes fueron un caos, aunque Joe percibiera poco y nada de lo que sucedía a su alrededor. Todos los Ferguson fueron trasladados al hospital, incluyendo al pequeño Scott que también había tenido contacto con Nicky, y por supuesto a Benny.  La preocupación se extendió a todos, no solo por el pequeño, sino también por todos aquellos que podían correr peligro de contraer la enfermedad.

Dos largos días les llevó comprobar que nadie más se había contagiado, y que al parecer ya no había peligro de que nadie más lo hiciera. El virus se había quedado en Nicky, y ya no podía transmitirlo, ese fue el dictamen de los médicos después de cuarenta y ocho horas, y entonces, por fin, permitieron que su padre lo viera. 

Joe parecía un espectro. No había ido a su casa en todo ese tiempo, no se había cambiado, no había comido y casi no había dormido. Se había pasado los dos días sentado en el pasillo, esperando.

Cuando por fin Colin se le acercó a media mañana, no tenía muchas esperanzas. Durante todo este tiempo se había limitado a escuchar siempre lo mismo: "No hay cambios... Hay que esperar... Ten paciencia". Su amigo le repitió más o menos las mismas cosas, pero esta vez sí hubo un cambio. Nicky seguía igual, pero la buena noticia era que ya podía verlo. 

Eso logró sacarlo de su apatía, y siguió a Colin dentro de la habitación con el alma en un hilo. Se acercó a la cama del niño, y tuvo una punzada de dolor casi físico al verlo. 

Pálido y dormido, parecía un ángel. Se estremeció al ver el parecido que tenía en ese momento con su madre, y cerró los ojos con fuerza.

—¿Estás bien? —preguntó Colin.

—Sí... ¿Crees que pueda oírme si le hablo?

—En realidad no, deberías ir a casa y descansar un poco, Joe. Esto va a ser largo...

—No me voy a mover de aquí —le dijo mientras acercaba una silla y se sentaba junto a la cama.            

Colin meneó la cabeza. No le gustaba cómo estaban yendo las cosas, y temía como reaccionaría Joe si se ponían más difíciles.

—¿Sabes qué? No lo decía en serio, solo quería que te fueras. Pero si te vas a quedar aquí... Háblale. Será bueno para él...

"En realidad para ti, al menos te mantendrá la cabeza ocupada..."





 

Durante ese tiempo, Angie nadó en un mar de incertidumbre. Dos días atrás había mandado a retirar la carta de Joe, y se encontró con que no había nada. Le pareció extraño, él nunca dejaba de acudir a un compromiso y mucho menos a este, que era el único contacto con que contaban. 

Al día siguiente, volvió a enviar a Janice, y esta regreso con la misma respuesta. No había carta de Joe y la de Angie seguía ahí, sin abrir. Era evidente que nadie había ido por la casa. Así que esa mañana, la envió de nuevo, pero con la orden de sacar la carta de allí, si no había cambios. 

Cuando la joven entró a su habitación y puso su propia carta otra vez en sus manos, solo se encogió de hombros. Y Angie se sintió alarmada. Algo sucedía, y tenía que averiguar que era. Y solo tenía una forma: Colette. 






 

Era el tercer día que pasaban allí, y estaba oscureciendo. A duras penas, Colin había logrado que Rosie se volviera a casa con Maddie. La pobre mujer parecía destrozada, como si realmente Nicky fuera su nieto, y  la entendía perfectamente. Él mismo estaba haciendo un gran esfuerzo para mantener el control. 

Nicky era casi como su propio hijo desde que había nacido, y esta era una situación muy difícil para él. Difícil mantener la cabeza fría, difícil tratar de tranquilizar a Joe, difícil intentar acercarse a él justo en estas circunstancias. Tenía la sensación de que aún había una barrera, y no tenía mucha noción de cómo atravesarla. Porque era necesario, para los dos. 

Joseph seguía acodado en la cama de Nicky. Le quitaba el pelo de la frente sudorosa, lo acariciaba, tomaba su mano y de a ratos le hablaba. Quería que sintiera su presencia. Recordaba muy vívidamente que cuando él había estado en el hospital de Sussex, inconsciente para todos, podía percibir algunas voces. Y si Nicky podía escuchar algo, quería que fuera su voz. 

De a ratos se quedaba sin palabras, o se encontraba interrumpiéndose en medio de una frase, sin poder continuar, porque  no recordaba que estaba diciendo. No se sentía cansado, tenía la sensación de que podía continuar con esa vigilia eternamente. Pero era evidente que su cabeza y su cuerpo no sentían lo mismo. Por momentos se sentía torpe, como si los movimientos se le escaparan sin querer. 

Se sobresaltó cuando Colin le tocó el hombro y solo entonces notó que había oscurecido.

—Colette está afuera, y quiere hablar contigo —le dijo en un susurro—. Ve a verla, yo me quedo con Nicky.

Salió de la habitación caminando con cuidado, evitando enredarse en sus propios pies. Colette lo abrazó apenas se acercó a ella, alarmada por su aspecto.

—Dios mío, cherie... Te ves terrible...

—Me siento terrible.

—Lo sé, y no sabes cómo lo lamento. Ten fe, Joseph, es un niño fuerte. Saldrá adelante.

Joe se quedó mirándola sin responderle, como si la escuchara a medias, y la muchacha se sintió algo incómoda. No sabía qué más decir para consolarlo. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.