El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 42

Las cosas empezaron a ponerse difíciles. Terrance se sentía inseguro por primera vez en su vida. Él, que siempre había tenido todo bajo control, que siempre había podido actuar con total impunidad, siempre dueño de la situación. Por primera vez las cosas se le estaban yendo de las manos. Tenía a Scotland Yard pegado a sus talones, y estaba analizando qué demonios iba a hacer con su vida. 

Las cosas en Suiza habían salido mal. El dichoso doctor había resultado pariente de un duque emparentado a su vez con la casa real de Inglaterra y, por su influencia, la investigación se había puesto dura y persistente. Ahora habían llegado hasta Londres, y aunque por ahora se mantenían cautos, sabía que era cuestión de tiempo que le cayeran encima. 

Como si fuera poco, tampoco las cosas con Archer le habían salido bien. El tipo no se había acercado, ni a Angie ni a él. Y cuando averiguó el motivo, se sintió desalentado. ¡El mocoso estaba enfermo! Y parecía grave. Eso significaba que su papi no tenía tiempo para amantes, y lo que era peor. Si al dichoso niñito le pasaba algo, perdería un importante motivo de presión sobre Angie. En realidad el único que parecía mantenerla apartada de su amante. 

Si el mocoso muriera, quién sabe si ella no correría a su lado, para consolarlo y quedarse con él... No, no le convenía para nada que eso pasara. Iba a rezar. Sí, señor, iba a rezar mucho por la recuperación del muchacho.






 

Colin jugueteaba con su estetoscopio, sin levantar la mirada del escritorio. Intentaba no mirar a Scott, sentado frente a él. Pero después de un rato de incómodo silencio, escuchó la pregunta que temía.

—¿Cuándo se lo vas a decir?

No tuvo más remedio que mirarlo, y ver en sus ojos el mismo dolor que seguro tenían los suyos.

—En cuanto pueda juntar valor... 

—Mejor que sea pronto. Si sucede algo... ¿No sería mejor que estuviera preparado?

—Nunca va a estar preparado. ¿Tú lo estarías? No sé cómo hacerlo, no sé cómo decírselo... ¿Cómo le dices a un hombre, sobre todo a alguien que acarrea esa historia, que es probable que su hijo muera? ¿Que solo le queda esperar un milagro? Dios... Tan solo decirlo te juro que...

Se le entrecortaron las palabras, y Scott no fue capaz de decirle nada para consolarlo, pues él se sentía igual. Parecía una pesadilla. 

La situación de Nicky llevaba varios días sin avanzar, pero desde ayer el niño había empezado a desmejorar y no respondía a ninguno de los tratamientos posibles. Se estaba debilitando y ya nada más había que hacer, solo esperar y rezar.                          

Colin suspiró y se pasó las manos por la cara, como tratando de despejarse. Él también llevaba varios días sin moverse del hospital, durmiendo casi nada. Tenía por delante una tarea terrible, y no quería hacerla, no quería enfrentarla. Ni el decírselo a Joe, ni el desenlace que esta historia parecía destinado a tener. Quería a Nicky como si fuera suyo, y le destrozaba el alma lo que sucedía.

—¿Qué vamos a hacer si...? —preguntó Scott de pronto—. ¿Qué haremos con Jon?

—No sé —contestó sacudiendo la cabeza—. Esta vez te juro que no lo sé. Antes teníamos el argumento de que tenía que criar a su hijo, ¿pero ahora? No sé qué pueda pasar, no quiero ni pensarlo. Yo no se lo voy a decir directamente. Se lo daré a entender, pero trataré de darle alguna esperanza. No me atrevo, te juro que no puedo...

—Tal vez ocurra un milagro...

—Si tú crees en eso... Yo creo que haré un esfuerzo también, para creer en milagros. 






 

Desde hacía cuatro días, Colette ya no era la emisaria de las cartas que Joe y Angie intercambiaban. En medio de sus problemas, Joe sintió que ya era demasiado riesgo para ella. No quería provocar más problemas con Colin, aunque este pareciera haber aceptado esa especial situación.

Lo que en realidad le preocupaba era que Terrance lo descubriera y pudiera tomar alguna represalia contra ella. Y ya no quería a nadie más en medio. Así que habían vuelto a la costumbre de dejar las cartas en la casa de la abuela. Hasta allí se dirigía Joe todas las tardes, a buscar la respuesta de Angie y a escribir la suya propia. Luego volvía caminando al hospital y allí se quedaba hasta el día siguiente. 

Ya no podía pensar, no quería. Estaba como suspendido, tratando de no ver lo que saltaba a la vista. Que la salud de su hijo se deterioraba día a día, la cara de preocupación de Colin, y el hecho de que parecía estar evitándolo. Como si no se animara a mirarlo directo a los ojos, como si no quisiera quedarse a solas con él. 

Aprovechaba para entrar a la habitación los momentos en que había alguien más. Scott, que se pasaba allí gran parte del tiempo, igual que Rosie. Maddie, a la que trataban de no traer por lo avanzado de su embarazo. Benny, que había venido en un par de oportunidades, pero él mismo le había pedido que se quedara en casa y tratara de estudiar, ya que las dos veces se había echado a llorar en su presencia, y le había resultado demasiado. 

Siempre buscaba estas ocasiones para venir a hablar, pero en los últimos dos días, ni una sola vez había entrado a la habitación estando él solo. Salvo que viniera acompañado de otros doctores, y de todas formas, no le decían mucho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.