El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 49

En el sótano de la vieja casona que le servía como refugio a Terrance, Joe había pasado el día entre el dolor y la desesperación. 

Dos veces durante el día había vuelto a escuchar los gritos de Angie, pero esta vez él no había contestado a ellos. No tenía fuerzas, pasaba la mayor parte del tiempo entre inconsciente y dolorido, esperando que la puerta se abriera en cualquier momento, imaginando a Terrance entrando con las manos ensangrentadas y el corazón palpitante de Angie en ellas. 

Se dio cuenta de que tenía fiebre, y que eso le hacía ver cosas extrañas. Nadie abrió la puerta, nadie se acercó en todo el día a ver si seguía con vida. Tenía sed, sentía la garganta abrasada y no podía moverse, pues el mínimo movimiento le enviaba oleadas de dolor desde la pierna hacia su cerebro. 

Trataba de no mirarla, porque el ángulo que le mostraba su pierna le causaba náuseas. Cuando había logrado recobrar la conciencia, había notado la mancha de sangre debajo de ella, y manchando el pantalón, y como algo en punta que mantenía la tela tirante. Tardó unos segundos en darse cuenta de que era el hueso, tenía una fractura expuesta. 

Pero eso no era lo que lo preocupaba. Lo que en verdad lo aterraba era Terrance. Estaba loco, estaban a merced de un loco que iba a asesinarlos, y no tenía forma de pedir ayuda, no tenía forma de defender a Angie. Estaban condenados a un final horrible...

Un nuevo grito de Angie volvió a torturarle los oídos y cerró los ojos con fuerza. "Dios mío, ayúdanos..."






 

Terrance se levantó de la cama y se acomodó la ropa, mientras miraba a Angie. Parecía una muñeca rota, manos y piernas atadas a los parantes de la cama, totalmente desnuda. Solo miraba el techo, con los ojos vidriosos y sin hablar. 

Hacía rato que había dejado de llorar y suplicar. Lo único que hacía era preguntar por el bastardo cada vez que él cruzaba la puerta. Eso lo enfurecía tanto, que solo atinaba a echarse sobre ella, y acometerla furiosamente, hasta que lograba que gritara de dolor. Solo entonces la dejaba en paz, necesitaba que gritara bien fuerte para que Archer la escuchara.

Por eso la violaba con la puerta de la alcoba abierta, sin importarle que sus hombres estuvieran a pocos pasos y pudieran escuchar o ver lo que hacía. 

Sus hombres. Parecían inquietos, no iban a tardar en salir huyendo. Tenía que ocuparse de eso.                

—Patrón… —Uno de ellos asomó apenas la cabeza, con la mirada baja. No quería ver lo que había sobre la cama. A pesar de todo, la mujer le causaba pena.

—¿Qué quieres?

—Necesito hablarle, tenemos un pequeño problema.

Terrance echó una mirada hacia la cama y vio que ella seguía en la misma posición, así que salió al pasillo y entrecerró la puerta.

Angie parpadeó apenas y ladeó la cabeza, tratando de escuchar. Lo único que le llegó fue la voz apagada y enfurecida de Terrance. Cerró los ojos tratando de contener las lágrimas. ¿Ahora qué? ¿Qué más iba a hacerle?

Llevaba tantas horas en esta situación que ya no sentía nada, solo cuando Terrance la forzaba demasiado, y ni siquiera era para tanto. Solo gritaba porque era lo que él quería, porque no se detenía hasta que ella no lanzaba un alarido. 

Al principio sí, había sido un tormento. Entre el asco, el miedo y el dolor; había gritado de terror sin poder evitarlo. Lloraba y gritaba pidiendo por Joe, porque no le contestaba cuando preguntaba por él, y muy en el fondo temía que lo hubiese matado. 

No quería pensar en eso, o se dejaría morir allí mismo. ¿Qué diferencia había? Era lo que iba a suceder de todos modos. Terrance estaba loco, ahora no le cabían dudas. Un hombre al que no le importa su propio pellejo, sino consumar su venganza, y de la manera más tortuosa posible... Solo podía estar demente.

Era su culpa, todo era su culpa. Debía haberse ido de la casa cuando Joseph se lo pidió la primera vez, y tal vez nada de esto hubiera sucedido. Tal vez él estaría vivo... 

El pensamiento se le escapó sin querer, y lanzó un sollozo ahogado. Si era así, lo único que deseaba era que esto acabara pronto, que terminara con ella de una vez. Pero tenía miedo hasta de eso, que además de todo, su final fuera lento y doloroso. 

Terrance no la había golpeado como había temido y eso la asustaba más que si la hubiera molido a golpes. Cuando había bajado las escaleras de la casa y un hombre la había tomado por detrás, y lo había visto frente a ella, su corazón casi se había detenido de terror. La habían amordazado rápidamente y cubierto con una manta. Después se sintió arrojada dentro de un coche, y más tarde arrojada sobre la cama. 

Allí volvió a encontrarse cara a cara con su esposo, y por más que rogó y preguntó por Joe, ni él ni sus hombres le contestaron. La ataron  a la cama, desnuda como estaba, y los hombres se fueron dejándolos solos. Ella esperaba golpes, pero no sucedió. Terrance solo se acercó a ella, y la acarició.

—Es una pena... No me dejaste otro camino, mi amor. No puedo hacer otra cosa.

Luego se quitó la ropa, y empezó a violarla, una y otra vez. Hasta que perdió la noción del tiempo, hasta que dejó de dolerle porque su cuerpo parecía adormecido. Solo el terror iba ganándole la mente, y el temor por Joe y la certeza de un final terrible.




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