El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 51

Llegaron los fantasmas. Pero había pasado mucho para llegar a esto, y tal vez eso era lo que lo había sumido en ese estado. Cuando se dio cuenta de donde estaba tuvo confusión y luego, para que negarlo, miedo. Creía que había acabado con eso, pero era evidente que no. O tal vez fuera la fiebre que había empezado a atenazarlo desde la noche anterior.

Tuvo mucho frío, y no tenía muy claro si la temperatura era muy baja o era el hecho de que estaba mojado. Después de casi dos días, había tenido que tragarse el orgullo y suplicarle a Terrance que le diera agua. Este lo había mirado con compasión y había traído un cubo lleno. Después de darle a tomar un poco, le vacío el resto en la cabeza. Eso lo despejó un poco,  pero al rato estaba tiritando. 

Para el amanecer, no podía controlar los estremecimientos de su cuerpo y eso que lo intentaba, porque cada movimiento le traía oleadas de dolor desde su pierna rota. El agua se secó, pero su ropa seguía húmeda, y luego de un tiempo comprendió que tenía fiebre. 

No entendía por qué Terrance no acababa con esto de una vez, que placer malsano podía encontrar en verlo deteriorarse de a poco. Ese hombre estaba enfermo, no cabía duda. Quizá siempre lo estuvo, y ahora se había desquiciado del todo. Y él se había convertido en su juguete. Casi como pasa con esos niños que se divierten martirizando un gato o clavando viva a una  mariposa. Eso parecía ser él para Terrance, un objeto de observación... 

Porque solo hacía eso, observarlo. Se sentaba frente a él y lo miraba un largo rato, como si esperara que de pronto muriera en su presencia. Luego pegaba media vuelta y se marchaba, encerrándolo de nuevo. ¡Como si hiciera falta! Como si pudiera moverse, o tan solo gritar. Ya casi no podía articular palabra. Tenía la garganta seca e inflamada, y tan solo tragar saliva era un suplicio. 

El aumento de la fiebre le trajo algunos alivios y a cambio otras torturas, más dolorosas aún.

Lo bueno, fue que dejó de sentir dolor. Ya no sentía las ataduras de sus muñecas, ni el dolor de sus axilas por la posición, y hasta la pierna había dejado de atormentarlo, aunque noto que ya no lograba moverla. Fue un alivio, casi podría haberse abandonado de una buena vez. 

Pero Terrance había cometido la desgracia de dejar la lámpara en el sótano, y él hubiera preferido la oscuridad mil veces. A su tenue luz, las sombras del lugar se agrandaban y tomaban formas extrañas y móviles. Los objetos inanimados parecían cobrar vida, y aunque intentaba razonar consigo mismo, decirse que esto era efecto de la fiebre, después de un tiempo ya no pudo hacerlo. 

Se mordía la lengua cada vez que Terrance se marchaba para no gritar que no lo dejara solo allí. A eso había llegado, a preferir su presencia que la soledad de ese sitio inmundo. Y por más que intentó no mirar, sus ojos parecían atraídos por el cuadro de su madre, y eso comenzó a aterrarlo.

Sobre todo cuando notó que lo miraba fijamente. No, no era una ilusión. Su madre lo miraba, y él deseaba decirle que dejara de hacerlo, que lo asustaba. Pero las palabras se  quedaban atascadas en su garganta dolorida, y entonces solo cerraba los ojos con fuerza, para no verla, y lloraba.

"Déjame en paz, aléjate de mí... Por favor, vete", suplicaba.

Pero lejos de irse, hizo algo más terrible aún. ¡Empezó a salir del cuadro! 

Aterrado, trato de gritar, pero le fue imposible. Se acercaba a él como flotando, balanceándose en el aire, como si aún colgara de la lámpara de la sala, y entonces advirtió que aún llevaba la cuerda al cuello, aunque no la tenía cuando estaba en el cuadro. 

En medio de su terror hubiera querido cerrar los ojos, pero no podía hacerlo, seguía mirándola como fascinado. Y como fondo sentía los latidos de su propio corazón, fuertes y dolorosos, y luego muy débiles, hasta que tuvo que concentrarse para escucharlos. Sonaba desacompasado. Y su madre estaba frente a él, tenía que mirar hacia arriba para verla a la cara. 

Se inclinó hacia él y de pronto, algo pareció jalarla hacia atrás. ¡Elyse estaba ahí! ¡Había venido para protegerlo, tal cual había hecho con Nicky! Debía ser eso... Pero no, solo se quedó junto a su madre, mirándolo. Empezó a sentirse ahogado y escuchar los latidos tan fuertes que casi parecían perforarle las sienes, y se desmayó.

Cuando despertó, era de noche otra vez. Terrance estaba sentado, mirándolo en silencio, y echó una mirada en derredor, con sumo cuidado, pues la cabeza le daba vueltas. Se sentía mareado y confuso, y la misma imagen de su captor parecía diluirse por momentos. Pero solo él estaba allí, los fantasmas habían desaparecido. O solo Elyse, su madre había regresado al cuadro y seguía mirándolo desde allí, esperando a que se quedara solo, para volver a salir.

—Creí que ya no ibas a despertar —dijo Terrance—. Creí que ya ibas a morirte, pero eres más fuerte de lo que pensé. Deberías hacer un esfuerzo, porque si no te mueres solo, voy a tener que ayudarte, no tenemos tanto tiempo. Y de verdad, no quisiera hacerlo. Me gustaría ver que pase lentamente... Sin que yo te toque, solo mirarte...

Hubiera deseado contestarle, suplicar que lo matara, que acabara con esto de una vez. Pero ya no podía hablar, apenas si tenía fuerzas para seguir respirando. Cerró los ojos un momento, y cuando volvió a abrirlos, Terrance ya no estaba. Solo su madre, que otra vez dejaba el cuadro y se paseaba a su alrededor. 




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