El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 54 - FINAL

En esa calma y silencio, fue que sintió una presencia que no le era extraña. Pero esperó, en calma como siempre, disimulando una sonrisa.

—Señora, no debería andar sola por estos lugares —dijo de pronto una voz, mientras una mano fuerte se posaba sobre su pierna—. ¿No tiene miedo de que la asalten?

—No —contestó, sonriendo y sin abrir los ojos—. Si tal cosa sucediera, hay un espíritu que me protege. Me defendería de cualquier peligro.

Entonces la mano fue a su cintura, y la sacó de la montura. Se sintió atrapada contra un pecho fuerte y alzada en sus dos brazos. 

—Supongamos que el espíritu en cuestión decidiera alejarse de usted, ¿quién la defendería entonces?

—¿Quién dice que quiero que me defiendan de eso? —respondió, riendo y abriendo los ojos.

—Te extrañé… —dijo Joe suavemente.

—¡También yo, ¡te extrañé tanto!

Joseph la besó profundamente, sin bajarla, y Angie aferro su cabello con fuerza. 

—Vaya, señora Archer, sí que estás ansiosa… —le dijo al alejar su boca de la suya.

—No te imaginas cuanto...

Joe empezó a caminar hacia la cabaña, tan rápido como su leve cojera se lo permitía, y pateó la puerta para abrirla y nuevamente para cerrarla tras ellos.

Solo entonces fue bajándola hasta el suelo, pero deslizándola despacio contra su cuerpo, lo que permitió que ella percibiera su excitación a través de sus pantalones. Cuando Joe se inclinó para besarla, echó un poco la cabeza atrás, esquivándolo.

—¿Cómo fue el viaje?

—Un asco —murmuró él, tratando otra vez de llegar a su boca, pero ella volvió correr su cara un poco.

—¿Y la reunión con el editor? ¿Fue fructífera?

—Sí, genial… —Otra vez llego casi al beso y otra vez se encontró con una pregunta.

—¿La casa estaba bien?

Joseph se quedó inmóvil, en una posición más bien graciosa e incómoda. Tenía a Angie abrazada por la cintura y apretada contra él, pero esta se echaba hacia atrás, y hacía que él se inclinara hacia delante. Aun así, no llegaba a besarla. La miró un momento con enojo.

—Dime, Angie, ¿vas a seguir hablando por mucho tiempo más?

—Tal vez… —contestó ella con picardía—. A menos que tengas como cerrarme la boca.

—Es lo que intento, pero no me dejas. Debería castigarte. Eso voy a hacer, charlaremos todo el día y toda la noche, y no voy a tocarte un cabello —dijo, soltándola de pronto. 

Angie se echó a reír al ver que se alejaba de ella, e intentaba meter la camisa dentro de sus pantalones.

—No vas a poder, si ya casi estabas a medio vestir...

—¡Por supuesto que voy a poder! ¿Qué crees? ¿Que estoy tan desesperado?

—Eso espero, si no estás desesperado, es que has estado viendo a otras mujeres, Archer, y vas a tener serios problemas. Llevas catorce días fuera de casa.        

—Dieciséis, y cinco horas.

Angelique hizo un esfuerzo por no volver a reírse y se acercó a él por detrás, abrazándolo, pero Joe se mantuvo indiferente, así que apoyó la cabeza en su espalda y suavemente empezó a tirar otra vez de la camisa hacia fuera. Luego metió la mano por debajo, y sin dejar de abrazarlo, empezó a acariciar su estómago en círculos.

—Si crees que con eso me vas a convencer, no me conoces —le dijo, algo inseguro.

—Oh, sí... Sí que te conozco, y sé exactamente cómo hacer que cambies de opinión. 

Apenas llegó a deslizar la mano un poco más abajo, cuando él se dio vuelta y la atrapó entre sus brazos, besándola con furia. Esta vez ella respondió al beso con pasión y entrega, y ambos fueron retrocediendo hacia la cama, hasta caer sobre ella. Joe levantó un poco la cabeza y la miró sonriendo.

—A ver, madame... Y ahora... ¿Quién ha dominado a quién?

—¿Lo hiciste a propósito? —preguntó, algo molesta, lo que hizo que Joe lanzara una risotada.

—Shhh... cierra la boca de una vez. Te extrañé demasiado… —le dijo, Angie no volvió a decir palabra, solo se dedicó a mirarlo mientras él le quitaba la ropa, y se quitaba la suya a la vez, para luego deslizarse sobre  ella. Tenía el cuerpo tan caliente como si tuviera fiebre, y ese calor se contagió de inmediato al suyo. Cada beso, cada caricia de sus manos expertas, la hacían delirar de placer.

Esas manos que conocían tan bien cada centímetro de su cuerpo y lo que podían provocar en cada lugar del mismo. Esa boca que sabía dónde besar, donde lamer, y con qué intensidad hacerlo. Ese hombre, fuerte y suave a la vez, que ahora pujaba dentro de ella, mientras no despegaba la mirada de sus ojos.

Era tan intenso el concentrarse en mirarse mutuamente mientras iban llegando al clímax, ver los cambios en la expresión del otro, esforzarse hasta el límite por prolongar ese momento de amor, y aferrarse con locura en un temblor compartido y extasiado.






 

Volteó la cabeza hacia él y vio que respiraba profundamente. Le apartó un mechón de pelo de la cara, con cuidado de no despertarlo, pues parecía cansado del viaje y lo besó en la frente. Luego abandonó la cama y se puso la camisa de Joe, y caminó por la cabaña, mientras se la abrochaba. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.