Theron regresó al pueblo con el corazón aún acelerado, su mente envuelta en confusión tras el misterioso encuentro en el bosque. Mientras avanzaba por los caminos de tierra, se percató de la quietud que lo rodeaba, un silencio que contrastaba con la vorágine de emociones que lo inundaban. Sabía que algo había cambiado dentro de él, que la magia, su magia, había despertado de forma inesperada.
Al llegar a la casa de su madre, Eira, una curandera conocida en la región, lo esperaba con una expresión que mezclaba preocupación y conocimiento, como si hubiera visto el mismo viento que había atravesado el alma de su hijo.
—Theron —dijo con voz firme—, hay algo que necesito contarte.
Sus ojos se posaron en los de su madre, buscando respuestas a lo que acababa de experimentar. Eira suspiró profundamente y lo invitó a sentarse frente al fuego, donde las llamas danzaban, iluminando la pequeña sala con un resplandor cálido. En el centro de la mesa de madera gastada, un medallón viejo y polvoriento descansaba. Theron lo reconoció de inmediato: era el mismo objeto que había aparecido en sus sueños desde niño, siempre envuelto en sombras.
—Este medallón te pertenece —le dijo su madre, con un tono que ocultaba una historia larga y difícil—. Ha estado en nuestra familia por generaciones, y aunque siempre quise protegerte de este destino, el tiempo ha llegado. La magia que sientes en tu interior... no es común, Theron. Está ligada a este objeto y a un poder mucho más antiguo de lo que imaginas.
Theron tomó el medallón en sus manos con cautela, sintiendo una vibración suave que parecía resonar con su propia energía. Algo en su interior se alineó, como si por fin una pieza clave de su vida hubiera encajado en su lugar. Sin embargo, más preguntas surgían: ¿por qué ahora? ¿qué significaba este poder que empezaba a manifestarse? Y sobre todo, ¿qué peligros lo aguardaban?
Eira continuó, observando a su hijo con una mirada llena de dolor y sabiduría.
—Hay una profecía, Theron, una que habla de un mago que aparecerá en tiempos de caos. Aquel que porte este medallón será tanto salvador como destructor, dependiendo del camino que escoja. Te he enseñado lo que pude sobre el arte de sanar y de la magia de la naturaleza, pero esto... esto es diferente. El medallón lleva consigo un poder que no se puede manejar sin cuidado.
Theron sintió un peso invisible caer sobre sus hombros. Las palabras de su madre resonaban en su mente como un eco interminable. Salvación o destrucción. ¿Qué significaba eso para él? ¿Cómo podía un simple medallón cambiar el curso de su vida?
—No estoy preparado —susurró, su voz apenas audible por encima del crepitar del fuego.
Eira se levantó y lo abrazó con ternura.
—Nadie lo está cuando la magia despierta —dijo en un tono más suave—. Pero tienes un corazón fuerte, y un alma dispuesta. Y aunque no lo parezca ahora, este es solo el principio de tu viaje.
Theron no tuvo tiempo de procesar lo que su madre le había dicho cuando, de repente, la puerta se abrió de golpe, y Arlen, el jefe del pueblo, irrumpió en la casa. Sus ojos, usualmente calmados, estaban llenos de miedo y urgencia.
—¡Eira, Theron! —exclamó sin aliento—. ¡Algo terrible ha ocurrido en el bosque! Unos aldeanos encontraron rastros de magia oscura... algo que no hemos visto en décadas.
Theron sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal. La criatura. Sabía que esa aparición no había sido casual, y que de alguna manera estaba relacionada con el medallón que ahora colgaba de su cuello.
—Debo ir —dijo Theron, levantándose de inmediato.
Eira lo detuvo, sujetándolo del brazo con una fuerza que no parecía propia de una mujer de su edad.
—Theron, no puedes enfrentar esto solo. Si la magia oscura ha regresado, necesitarás más que valor.
Pero en el fondo, Theron ya lo había decidido. No podía quedarse sentado mientras el peligro se acercaba. Si había algo en ese bosque que amenazaba a su gente, él debía enfrentarlo, medallón en mano o no.
—No estoy solo, madre —dijo con un suspiro—. La magia me ha llamado, y debo responder.
Sin más, tomó su túnica y siguió a Arlen hacia el borde del bosque. Mientras caminaba, el viento volvió a susurrar a su alrededor, esta vez más claro, como una voz que le hablaba al oído: "El tiempo se acerca, Theron. Elige con sabiduría."
El joven mago apretó los dientes, sintiendo la creciente responsabilidad que el medallón traía consigo. No había vuelta atrás. El destino de Eldoria, y quizá el suyo propio, estaba entrelazado con las sombras que se movían en el bosque.
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Editado: 19.11.2024