El aire en el bosque se volvía más pesado con cada paso que daban, y una bruma oscura parecía emanar de la tierra, cubriendo el suelo y subiendo lentamente por los árboles, como si tratara de alcanzar a Theron y Aria. Ambos caminaban en silencio, concentrados, conscientes de que cualquier sonido podía delatar su posición. A lo lejos, el murmullo de un arroyo rompía el silencio, pero su sonido era diferente, distorsionado, como si viniera de otro tiempo.
Theron sentía una mezcla de temor y emoción; su conexión con el medallón parecía intensificarse a medida que avanzaban. Cada tanto, el colgante vibraba suavemente, como una advertencia silenciosa de que algo más profundo se encontraba cerca. Giró su mirada hacia Aria, quien caminaba con la lanza lista y los sentidos agudizados.
—¿Sabes qué estamos buscando? —preguntó Theron, tratando de romper la tensión.
Aria lo miró de reojo, como si sopesara la respuesta.
—Magia, Theron. Pero no la clase de magia a la que estás acostumbrado. Esto es antiguo, algo que estaba aquí antes de que los humanos llegaran a estas tierras. Estamos buscando el rastro de una entidad que duerme en la oscuridad.
La respuesta lo dejó intranquilo, y un frío lo recorrió. Los libros y las historias que había leído de niño apenas mencionaban esas entidades. La magia siempre había sido un recurso para proteger y sanar, pero esto era diferente. Sentía que estaba tocando algo prohibido.
—¿Y por qué despertó ahora? —preguntó, con voz temblorosa.
—Porque la magia de este mundo está cambiando —respondió Aria con calma—. Hay ciclos que los magos más sabios entienden, y en ciertos momentos, las barreras que separan este mundo del otro se debilitan. A veces, lo que yace en la oscuridad intenta volver. Y alguien, o algo, está aprovechando esa debilidad.
De repente, el medallón en el pecho de Theron emitió una vibración mucho más fuerte, casi como un latido. Aria se detuvo en seco, y Theron hizo lo mismo. Ante ellos, la bruma se apartó, revelando un claro en medio de los árboles. Y en el centro de aquel espacio abierto, una figura encapuchada parecía esperarlos, rodeada por una sombra densa y temblorosa.
Aria tensó la lanza y adoptó una posición defensiva. Theron notó que el aura alrededor de la figura no era sólo oscura; era densa, como si absorbiera la luz y el sonido a su alrededor.
—Finalmente —dijo una voz baja y rasposa desde la sombra—. El elegido ha llegado.
Theron sintió un escalofrío recorrerlo. No sabía cómo, pero estaba seguro de que aquella entidad estaba hablando de él.
—¿Quién eres? —logró preguntar, con la voz temblorosa pero firme.
La figura levantó lentamente la cabeza, dejando ver un rostro demacrado, pálido, con ojos que brillaban en un tono azulado antinatural. Era como si todo su ser estuviera atrapado en un estado entre la vida y la muerte.
—Soy un guardián —dijo la figura—, uno de los pocos que han sobrevivido a las sombras del pasado. Custodiamos los secretos del mundo antiguo, aquellos que no deben ser conocidos por los humanos. Pero ahora, tú has despertado el poder que el medallón esconde.
Aria, sin perder tiempo, se adelantó, interponiéndose entre Theron y la figura.
—No permitiremos que traigas oscuridad a nuestro mundo —le advirtió, con una mirada de acero.
El guardián soltó una risa siniestra.
—La oscuridad ya está aquí. Y tú, joven mago —dijo, mirando a Theron directamente—, eres el último eslabón. El medallón que llevas contiene el poder de abrir el portal hacia las tierras de las sombras. Aquel que lo active podrá controlar o destruir esa magia. Pero ten cuidado… porque lo que habita allí también podría poseerte a ti.
Theron retrocedió, sorprendido por la revelación. Su medallón, el mismo que le había dado su madre como una reliquia familiar, era en realidad una llave hacia algo mucho más peligroso de lo que había imaginado.
—¿Qué intentas lograr con esto? —preguntó Aria, con los ojos clavados en el guardián.
—Intento sobrevivir —respondió el guardián—. Lo que ustedes llaman oscuridad es solo otro tipo de magia, olvidada, temida. Si el portal no es abierto correctamente, el equilibrio entre los mundos se romperá. Y entonces, ni la luz ni las sombras tendrán lugar en este mundo.
Theron sintió que sus piernas temblaban; las palabras del guardián le hacían comprender la magnitud de su situación. Pero en su interior, algo le decía que, aunque el peligro era real, el medallón lo había elegido por una razón. Había algo en su sangre, una antigua conexión que lo ligaba a ese poder.
Antes de que pudiera reaccionar, Aria lanzó su lanza hacia el guardián. La sombra esquivó el ataque con facilidad, y una risa siniestra resonó en el claro.
—Tus armas no servirán aquí, guerrera —dijo, con una voz que se hacía cada vez más inhumana—. Pero tú, Theron… ven a mí. Descubre el verdadero poder que puedes liberar.
Theron sintió una extraña atracción hacia el guardián, como si algo en su mente lo impulsara a dar un paso adelante. Pero Aria lo sujetó del brazo, devolviéndolo a la realidad.
—No escuches su voz, Theron. Está jugando con tu mente.
Theron asintió, tratando de ignorar el impulso. El guardián observó la escena en silencio, como si cada movimiento fuera parte de un plan calculado.
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Editado: 19.11.2024