El Mago Errante

Capítulo 3: Las Sombras del Bosque

El viento que en otras noches traía serenidad ahora arrastraba un eco de peligro mientras Theron caminaba al lado de Arlen, el jefe del pueblo. El bosque, una vez familiar y acogedor, parecía haber cambiado desde su último encuentro con la criatura. La magia, que siempre había sido algo lejano, ahora vibraba en el aire de una forma que lo ponía en alerta. Theron no podía evitar tocar el medallón que colgaba de su cuello, sintiendo su poder latente resonar con cada paso que daba.

—Theron —dijo Arlen, rompiendo el silencio—, debes tener cuidado. No sabemos qué nos espera ahí fuera, pero si es lo que pienso, la magia oscura está regresando. Hace mucho tiempo que no sentimos su presencia, pero parece que está despertando de nuevo.

—Lo sé —respondió Theron, su voz firme aunque su corazón temblara—. La criatura que vi en el bosque… era como si estuviera hecha de sombras. Nunca había visto algo así.

Arlen asintió con el ceño fruncido, pero no dijo nada más. El camino hacia el borde del bosque parecía más largo de lo habitual, y las sombras de los árboles se alargaban como si quisieran atraparlos. Finalmente, llegaron a un claro donde varios aldeanos se reunían, sus rostros tensos y asustados.

—Aquí es donde lo encontramos —dijo uno de los aldeanos, señalando un área del suelo quemada en un patrón irregular. Era como si la tierra misma hubiera sido corrompida por algo maligno. El aire estaba cargado de una energía extraña, como si algo invisible flotara entre ellos.

Theron se agachó, tocando la tierra con la mano. Un escalofrío recorrió su cuerpo; la misma energía oscura que había sentido durante su enfrentamiento en el bosque estaba presente aquí. Pero esta vez, había algo más. Un eco de poder antiguo, enterrado bajo la superficie, esperando ser liberado.

—No es sólo magia oscura —murmuró Theron para sí mismo, sintiendo el peso del medallón contra su pecho—. Hay algo más profundo aquí.

Antes de que pudiera decir más, un crujido en la espesura los hizo girarse. Los aldeanos retrocedieron, y Arlen desenvainó su espada, dispuesto a enfrentar lo que fuera que se acercara. Theron, en cambio, sintió cómo su poder se alzaba dentro de él, listo para defenderse.

De entre los árboles, una figura emergió. Al principio, parecía una sombra más, pero a medida que se acercaba, Theron reconoció a Aria, la guerrera viajera que había pasado por el pueblo en varias ocasiones. Sus ojos, afilados y llenos de determinación, recorrieron la escena mientras se acercaba, sosteniendo una lanza en una mano y una mirada de desconfianza en la otra.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con una voz que no dejaba espacio a dudas.

Arlen la observó con cautela, pero Theron dio un paso al frente.

—Magia oscura —dijo—. Algo se está despertando en el bosque. Ya tuve un encuentro con una criatura hecha de sombras. Y ahora, parece que esto no ha terminado.

Aria lo miró por un momento, evaluándolo. Theron sintió que estaba bajo examen, como si sus palabras tuvieran que pasar alguna prueba silenciosa. Finalmente, ella asintió, como si hubiera llegado a una conclusión.

—He sentido lo mismo —dijo, clavando la lanza en el suelo—. Algo está moviéndose entre los reinos. Las fronteras entre nuestra realidad y los mundos antiguos se están debilitando. Hay fuerzas que buscan aprovechar ese desequilibrio.

Theron sintió una conexión instantánea con ella. Aunque apenas se conocían, su comprensión del peligro que los rodeaba era clara. No estaban solos en esto, y si alguien podía ayudarle a entender lo que estaba sucediendo, era ella.

—No puedes enfrentarte a esto solo, Theron —dijo Arlen, con un tono grave—. La magia oscura no es algo con lo que jugar. Necesitarás más que ese medallón y tu fuerza de voluntad.

—No estoy solo —replicó Theron, mirando a Aria—. Si ella lo ha sentido también, quizás podamos detener lo que sea que está ocurriendo.

Aria sonrió levemente, un gesto que apenas iluminó su rostro antes de desaparecer.

—No confíes demasiado en mí, chico —dijo—. He visto lo que la magia oscura puede hacer. Esto es sólo el comienzo, y no todos los que empiezan este camino logran llegar al final.

Theron sintió el peso de sus palabras, pero en su interior algo lo impulsaba a seguir adelante. Sabía que, aunque el camino era incierto, no podía retroceder. Las criaturas de las sombras, el medallón, la magia... todo parecía estar empujándolo hacia algo más grande. Y no podía ignorarlo.

—Si lo que dices es cierto —dijo Arlen, observando a ambos con gravedad—, entonces debemos actuar rápido. El bosque esconde más de lo que los ojos comunes pueden ver, y no podemos permitir que esta magia se expanda. Hay viejas historias sobre lo que ocurre cuando las sombras empiezan a moverse. Eldoria puede estar en peligro.

Theron se volvió hacia el bosque, sus pensamientos arremolinándose. El viento volvió a susurrar a su alrededor, acariciando las hojas y agitando su capa. No había vuelta atrás. El destino lo llamaba, y con Aria a su lado, sentía que tenía una oportunidad.

—Vamos —dijo Theron, su voz más firme de lo que esperaba—. Es hora de descubrir qué se esconde en las sombras.

Sin más palabras, Aria y Theron se adentraron en el bosque, dejando atrás a los aldeanos y a Arlen. El aire se volvía más denso a medida que avanzaban, y la oscuridad entre los árboles parecía tener vida propia. La aventura que había soñado toda su vida estaba apenas comenzando, pero ahora comprendía que no era como en las historias. Aquí, en las profundidades del bosque, la magia y el peligro eran tan reales como el viento que los acompañaba.




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