De regreso en el pueblo, el ambiente estaba más sombrío de lo habitual. Las calles de tierra estaban desiertas, y las pocas personas que aún se atrevían a salir evitaban cruzar miradas con Theron y Aria. Era como si el bosque mismo hubiera advertido a los aldeanos de los sucesos recientes, dejándolos en un estado de alerta silenciosa.
Theron, agotado por la Prueba de la Llama, apenas se dio cuenta del cambio en la atmósfera hasta que una anciana se acercó a ellos con ojos desorbitados.
—El bosque... está inquieto —susurró, mirando el medallón sobre el pecho de Theron—. Lo que despertaste no ha desaparecido, joven mago. Algo ha cruzado el umbral.
Theron y Aria intercambiaron una mirada. El peso de las palabras de la anciana era como un eco de las advertencias del guardián. Algo había cambiado en el bosque, y aunque Theron había contenido su magia, no estaba seguro de qué consecuencias habría traído el ritual.
Esa noche, mientras las estrellas titilaban débilmente sobre el pueblo, Theron se sentó frente al medallón, que descansaba sobre la mesa. Las llamas de la prueba seguían vivas en su memoria, y el susurro que había escuchado antes no lo abandonaba.
—Theron —dijo Aria, entrando en la habitación con un antiguo libro bajo el brazo—. Encontré esto en la biblioteca del pueblo. Podría ser útil.
El libro estaba cubierto de polvo, con páginas amarillentas y letras escritas en un idioma antiguo. Al abrirlo, Theron reconoció algunos de los símbolos grabados en el medallón. Uno de ellos se repetía con frecuencia en las páginas: "Kael'thras", un término que parecía contener un poder especial.
—¿Qué significa esto? —preguntó Theron, señalando la palabra.
Aria pasó los dedos por las páginas, con el ceño fruncido.
—Según este texto, Kael'thras era el nombre de un antiguo mago. No un mago cualquiera, sino el primero que logró manipular las corrientes de la magia elemental. Fue quien construyó el portal entre los mundos… y quien lo selló al darse cuenta del peligro que representaba.
Theron se inclinó hacia el libro, intrigado.
—¿Qué pasó con él?
—Desapareció —respondió Aria, con la voz apenas audible—. Algunos dicen que se sacrificó para mantener el portal cerrado, mientras que otros creen que su esencia quedó atrapada en el otro lado, vigilando desde las sombras para que nadie volviera a abrirlo.
Theron sintió un escalofrío recorrer su espalda. Si el medallón tenía algún vínculo con Kael'thras, entonces su destino estaba más entrelazado con el portal de lo que había imaginado.
—Esto es más grande de lo que creímos —dijo Theron, levantándose de su silla. Miró a Aria con determinación—. No puedo quedarme aquí esperando a que algo pase. Necesito respuestas.
—¿Qué propones? —preguntó Aria, aunque parecía saber la respuesta.
—Volveremos al bosque, pero esta vez iremos más allá del claro. Si el portal está conectado con este medallón, entonces quizás pueda sentir su ubicación.
Aria suspiró. Sabía que era una locura, pero también entendía que Theron tenía razón. Algo había cambiado en el bosque, y esperar no haría más que empeorar las cosas.
A la mañana siguiente, se adentraron nuevamente en el bosque. La niebla era más densa, y el aire estaba cargado con una extraña energía que hacía que los cabellos de la nuca de Theron se erizaran. A medida que avanzaban, el medallón comenzó a emitir un leve zumbido, como si reaccionara al ambiente.
—Está cerca —murmuró Theron, deteniéndose frente a un viejo roble cuyos troncos retorcidos parecían formar una puerta.
—¿Esto es...? —preguntó Aria, observando cómo el medallón brillaba con más intensidad.
Sin decir una palabra, Theron extendió la mano hacia el árbol. Apenas lo tocó, una onda de energía lo atravesó, proyectando una visión en su mente: un vasto portal de piedra rodeado de oscuridad, con símbolos brillando a lo largo de sus bordes. Al otro lado, figuras sombrías se movían, susurros incomprensibles llenaban el aire, y en el centro, una silueta solitaria aguardaba.
Theron retrocedió, con la respiración agitada.
—Vi el portal. Está aquí, en este bosque. Y alguien más está allí… esperándome.
Antes de que Aria pudiera responder, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar, y las ramas del roble crujieron como si despertaran de un sueño profundo. Una figura oscura emergió del tronco del árbol, sus ojos brillando con una luz púrpura intensa.
—El portador del medallón ha llegado —dijo la figura, con una voz que resonaba como un trueno distante—. ¿Estás listo para enfrentar tu destino, joven mago?
Theron apretó los puños, su magia burbujeando bajo su piel.
—No estoy aquí para abrir el portal —respondió, firme—. Estoy aquí para sellarlo de una vez por todas.
La figura inclinó la cabeza, como si evaluara sus palabras.
—El destino no es tan sencillo como lo crees. Si deseas enfrentarte a lo que yace más allá, tendrás que probar tu valía. Esta es la primera de muchas pruebas.
Antes de que Theron pudiera reaccionar, la figura se desvaneció, dejando el aire lleno de una energía eléctrica. El bosque, ahora más oscuro que nunca, parecía cerrarse a su alrededor.
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Editado: 19.11.2024