El Mantra de Olhw: La Región de Kerv

Capítulo 2 - El Susurro de la Rebelión

2125. Ciudad Luminaria.

—Alú

«Tengo catorce años, y las risas infantiles de los parques son ya un eco lejano. Se han desvanecido, reemplazadas por una inquietud que me burbujea en el pecho, una verdad incómoda que se niega a callar. La inocencia de la niñez ha dado paso a una percepción aguda, casi dolorosa, de las grietas que resquebrajan la fachada de mi mundo. Aquí, en Ciudad Luminaria, todo parece brillar. Sus rascacielos perforan el cielo, espejos gigantescos de una falsa prosperidad que deslumbraba a quienes no querían ver más allá. Las pantallas holográficas proyectan sonrisas vacías, familias perfectas que consumen productos inútiles, vendiendo una idea de felicidad prefabricada. La tecnología, dicen, nos ha dado una vida cómoda, deseable, una existencia de conveniencia programada. Pero yo veo a través de esa pátina de pulcritud, de ese brillo superficial que oculta una corrosión profunda. Veo cómo la gente se mueve en una rutina impuesta, sus ojos fijos en las recompensas triviales que el sistema les ofrece, sin cuestionar el costo. Es una danza de conformidad, un ritual diario donde cada paso, cada decisión, está dictado por una realidad que no es la suya.

Y en esa danza, distingo las sombras. Veo la pobreza en las calles, no solo en los cuerpos famélicos que deambulan por los callejones oscuros, sino en las miradas muertas de quienes han aceptado su destino, esa conformidad letal de "lo que nos tocó vivir." No es solo la falta de pan, sino la ausencia de chispa, la rendición del espíritu. Percibo la desigualdad flagrante, esa división abismal entre los que nadan en la opulencia y los que se ahogan en la miseria. Pero lo más sorprendente es que también veo la miseria en quienes nadan en la opulencia. Pareciera que, a pesar de sus vastas posesiones, navegan en el mismo barco de la desconexión, solo que el suyo es de oro. Son seres vacíos, condenados a una búsqueda insaciable, intentando llenar con más y más acumulaciones materiales el hueco de su alma, un vacío que ninguna fortuna puede colmar. Su libertad, que tanto pregonan, está construida sobre la explotación ajena, sobre la acumulación insaciable que devora la vitalidad de otros.

La ironía de todo esto es la actitud de quienes se ven atrapados. Aquellos que tienen los recursos para adquirir de modo inmediato las recompensas del sistema —la novedad más reciente, el entretenimiento instantáneo, el confort máximo— lo hacen sin pensar en las consecuencias. Pero quienes no tienen ese dinero, lejos de buscar una vía interna, parecieran molestos con el mismo sistema, incluso con quienes sí lo han logrado. Los veo sentir rencor, odio o envidia por conseguir lo que ellos no, sintiéndose víctimas de un destino que les ha tocado. Proclaman "¡Es injusto!", "¡Si yo tuviera su oportunidad!", pero mi mirada va más allá de sus palabras. He notado en sus ojos, en sus gestos furtivos, en la agresividad latente en sus posturas, que si tuvieran la oportunidad de acceder a ese poder, a esa riqueza, harían justo lo mismo o incluso peor. No es una búsqueda de justicia, sino un deseo de inversión de papeles, de ser ellos quienes explotan y acumulan. El problema es que ni siquiera se creen capaces de lograrlo de forma constructiva, se escudan en frases como "si yo pudiera" o "si yo fuera", aceptando y afirmando que esa no es una realidad para ellos, al menos no una realidad presente. Es decir, una realidad de la cual carecen por su propia limitación mental, por haber olvidado su poder intrínseco. Se han vuelto tan dependientes que no pueden entretenerse si no existe un aparato que les ayude, no hay manera de moverse sin un motor. Todo depende de algo más, cuando en realidad uno mismo lo tiene todo. Este cuerpo nos limita, sí, pero es solo una parte de la ecuación. ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué se aferran a esa dependencia cuando la grandeza reside en su interior? Son muchísimas las preguntas atadas una con otra, entrelazándose en mi mente sin cesar.

El sistema político es una maraña sofocante, no de leyes justas, sino de promesas vacías que se desvanecen como humo. Los líderes, con sonrisas ensayadas y discursos grandilocuentes que resuenan en cada pantalla, nos venden la ilusión de un futuro mejor, mientras sus manos operan en las sombras más profundas, tejiendo intrigas que solo benefician a unos pocos. Pero las religiones... ay, las religiones. Son el veneno más sutil, el engaño más devastador. Ofrecen un falso propósito, una esperanza hueca a cambio de una fe ciega. Una fe dirigida a un creador o fuente externa, tan lejano y ajeno a uno mismo que lo entendían como alguien de otra índole, un ser inalcanzable, todopoderoso, que posiblemente no nos conocía, y quizá ni le interesábamos en lo más mínimo. Sin embargo, fervorosamente, con una convicción que me helaba el alma, creían que esa entidad distante, esa fuerza ajena a nuestra esencia, vendría a ayudarles. Se inventaron la promesa de un falso mesías, la llegada de un salvador que sé que jamás existió, que nunca llegará, nunca vendrá, nunca siquiera fue algo, más que una manera de calmar los deseos más profundos de las personas. Y a todo eso, a todo lo que no podían ver, tocar o comprender, le dieron un nombre. El humano, desde que se tiene registro, siempre ha buscado darle forma a las cosas, nombrarlas para encerrarlas en su entendimiento limitado. Y si los humanos dudan hasta de lo que ven, de lo que sienten, dudan hasta de sí mismos, entonces, ¿cómo no van a dudar de lo que les rodea? Fue el humano el que inventó la palabra para representar una idea, un concepto, un suceso, o cualquier cosa que cupiera en su entendimiento. ¿De qué va la evolución? ¿De comprender todo desde lo que la mente cree? Pero nuevamente, existen más sonidos de los que alcanzamos a escuchar, más colores de los que alcanzamos a ver. Existe también más existencia de la que alcanzamos a comprender, y eso es un hecho. Incluso existen animales que son capaces de escuchar o emitir sonidos que los humanos no logramos percibir. Entonces, ¿tampoco hemos de afectarnos por esa limitación?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.