El Mantra de Olhw: La Región de Kerv

Capítulo 5 - Ecos del Olvido, Sinfonía del Reencuentro

El grito desgarrador de "¡Mamá!" de Alú reverberó en la cueva, un eco de dolor y la cruda verdad de su linaje que golpeó a Merok con la fuerza de un rayo. La lágrima solitaria en el rostro del líder rebelde era la confesión silenciosa de un sacrificio largamente oculto, ahora expuesto ante la inminente amenaza. La imagen de Brelah, consumida por la sombra, se desvanecía en la percepción de Alú. Pero a pesar del dolor y la revelación, no había espacio para la parálisis. La luz de Alú, aunque tensa, no flaqueó. Su Esencia de la Fuente era un faro inquebrantable, y la determinación de los rebeldes, recién encendida, se negó a ceder.

"No nos intimidarán," resonó la voz mental de Alú, dirigiéndose a todos, su intención clara como el cristal. "Hemos venido a recordar. Hemos venido a desatar el propósito, no a sucumbir al vacío. La amnesia no es el fin. Es el velo que debemos disolver."

Con una resolución inquebrantable, Alú alzó las manos. La luz de Olhw, que lo había transfigurado, se concentró en sus palmas, condensándose en dos esferas gemelas de pura energía pulsante. La atmósfera de la cueva crepitó, el aire vibrando con una anticipación cósmica. Las paredes de roca, antes sólidas, comenzaron a ondular como agua, y los glifos antiguos incrustados en ellas brillaron con una intensidad febril. Con un poderoso estallido de voluntad, las esferas se expandieron, envolviendo a cada rebelde en un capullo individual de luz brillante. No hubo tiempo para el miedo, solo para la certeza de que el siguiente aliento los llevaría a otro lugar. El aire se volvió etéreo, una neblina centelleante que distorsionaba la realidad, y el suelo de la cueva se difuminó bajo sus pies, transformándose en un vórtice de colores indescriptibles. Los segundos se estiraron en una eternidad, una cascada de imágenes fugaces de la Tierra, de los rostros de sus seres queridos, de la esperanza y la desesperación, todo comprimido en un instante. Y luego, con la brusquedad de un chasquido cósmico, la luz se disipó, revelando un escenario que desafiaba toda lógica y concepción terrenal.

El Umbral del Vacío: Un Lugar sin Nombre, una Verdad Deslumbrante

El aterrizaje no fue un impacto, sino una suave disolución de la luz. Los rebeldes se encontraron de pie sobre una superficie que no era ni sólida ni líquida, ni siquiera gaseosa, sino una especie de negrura mate que absorbía hasta la última partícula de luz ambiente. La penumbra era absoluta, solo mitigada por el tenue resplandor de las auras de los rebeldes y la luz más brillante que emanaba de Alú, un faro en este abismo de la no-existencia. El aire, si se le podía llamar así, era denso y pesado, sin oxígeno, sin temperatura, un vacío que desafiaba la respiración, que presionaba contra sus tímpanos, generando un zumbido agudo en sus mentes que no era sonido, sino la ausencia de este, una cacofonía silenciosa que intentaba ensordecer su propia conciencia. No había eco, ni reverberación; solo la resonancia amortiguada de sus propios latidos, que parecían resonar en un espacio infinitamente vasto y solitario, un eco de la vida en un reino de no-vida. Cada célula de su cuerpo gritaba la imposibilidad de este lugar, el instinto primordial de supervivencia luchando contra la anulación.

Miraron a su alrededor, y la comprensión de su entorno les heló la sangre más que la propia presencia de la entidad que aún no tenía nombre para ellos. Las "paredes" de este lugar no eran límites, sino la ausencia de ellos. Se extendían infinitamente, revelando una panorámica que rompía con toda percepción lineal, distorsionando la misma geometría del universo. No eran paredes en el sentido tridimensional; eran la propia tela del espacio-tiempo deshilachada, y a través de sus fibras rasgadas, era posible ver la verdadera construcción del universo. Era como si el velo de la ilusión que mantenía la realidad coherente se hubiera desgarrado, exponiendo la maquinaria cósmica subyacente.

Desde ese punto, era como si pudieran ver el universo desplegarse en planos estelares y astrales, vastas formaciones cósmicas extendiéndose ante sus ojos, pero distorsionadas por la niebla de lo que intuían era olvido. Estrellas que deberían brillar intensamente aparecían como motas borrosas, nebulosas que formaban mundos se veían como meros susurros de color, y la energía vital que debería pulsarlas parecía drenada, convirtiéndolas en fantasmas cósmicos. Todas las dimensiones y posibilidades habidas y por haber se develaban en esas superficies inertes, un caleidoscopio de realidades paralelas, futuros alternativos y pasados reescritos que se superponían y se disolvían, sin coherencia ni anclaje. Las visiones eran fugaces, fragmentos de lo que una vez fue y lo que podría haber sido, todas teñidas por la misma oscuridad que permeaba el ambiente, como una mancha de tinta que se extiende sobre un lienzo vibrante. Podían ver planetas naciendo y muriendo en instantes, civilizaciones floreciendo y colapsando en un parpadeo de la conciencia, la intrincada danza de la vida y la muerte, todo sin el flujo del tiempo.

Pero lo más impactante era la Verdad Indescriptible que se revelaba en esas "paredes". En este lugar, incluso siendo seres de un plano de baja vibración como el tridimensional, sus sentidos se expandían más allá de lo que creían posible. Podían "ver" colores que nunca habían sido vistos en la Tierra, tonalidades que no tenían nombre en ningún idioma humano, vibraciones cromáticas que existían en dimensiones superiores, pulsando con una vida y una complejidad que deslumbraba y abrumaba. No eran solo colores, sino frecuencias de luz que transmitían conocimiento y emoción directamente a sus almas. Eran espectros de conciencia, formas de energía que en el plano físico solo se manifestaban como ondas de luz, pero aquí, eran tangibles, vívidas, una paleta infinita de existencia, cada color una historia, cada matiz una verdad. Un "azul" que no era azul, sino la tristeza condensada de una galaxia moribunda; un "verde" que no era verde, sino la esperanza efervescente de un mundo por nacer.




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