El mar y yo

El mar y yo.

EL MAR Y YO

“Hasta pronto, mi amor” Esas fueron las últimas palabras que escuché de sus labios, antes de perderse en el horizonte. Siempre era igual de duro, hay cosas a las que el corazón no se puede acostumbrar. Verle partir sin tener la certeza de que volvería, era como morir en una lenta agonía. Así había sido siempre, desde el primer día que lo vi marchar, y así seguía siendo, esas cosas no cambian. Y sin embargo, yo era incapaz de privarle de su gran amor…el mar.

Me había enamorado de un hombre que tenía dos amores. Yo era uno y ella, la mar, como él le decía, el otro. No podía renunciar a ninguna de las dos, ambas le dábamos la vida, ambas hacíamos de él la persona tan maravillosa que era, y ambas sufríamos cuando él no estaba con nosotras.

Las dos lo reclamábamos continuamente, y él tenía siempre el corazón dividido. Cuando estaba conmigo, no podía dejar de pensar en “la otra”, ese era el castigo impuesto a todos los amantes de la mar, por atreverse a flirtear con la más bella del planeta.

A mí no me importaba compartir su amor, prefería aquello a perderlo definitivamente, aunque a veces, se me partiera el corazón.

Recuerdo una mañana en la que estábamos en la cama, abrazados, después de haber hecho el amor. La ventana estaba abierta, y vimos el sol, saliendo por el horizonte, coronando a “la otra” y haciéndola parecer más bella que nunca.

Vi sus ojos perderse en la inmensidad de aquel paisaje, y el mismo amor en sus ojos que cuando me miraba a mí… y sentí celos…

 

 

No podía luchar contra aquella belleza que hasta a mí me enamoraba. Era algo sobrenatural. Pero aquella mañana era yo la que lo tenía en mi cama, era yo la que había hecho el amor con él. Era mi turno, y ella no tenía derecho a aparecer tan bella por nuestra ventana.

Me volví bruscamente y le besé con toda la pasión que se puede dar en un beso.

De repente, una nube tapó el sol y una ola chocó contra el malecón del puerto.

Está celosa le dije mirándole a los ojos.

No me extraña. Si hay alguien que pueda hacerla rabiar, esa eres tú.

¡Pues que rabie! dije abrazándolo fuertemente y atrayéndolo hacia mí.

Volvimos a hacer el amor, apasionadamente, mientras la tormenta se desataba. Verdaderamente, tenía sentimientos de mujer aquella condenada. Estaba sufriendo por verme abrazada a su hombre. ¿O era el mío? Nunca sabría a quién pertenecía aquel corazón.

 Me daba igual todo. A la mañana siguiente se marcharía de nuevo y yo quedaría, una vez más, rota en mil pedazos. De nuevo sufriendo la incertidumbre de no saber si volvería o no.

Hacía varias semanas de esto. Él se había marchado y yo seguía sin tener noticias suyas. Me fui paseando hasta el acantilado, necesitaba pensar, comprender por qué me pasaba esto a mí. Era tan injusto…

¿Por qué me haces esto?le pregunté enfadada. ¿Por qué me quitas mi razón de vivir? ¿No te das cuenta de que es lo único que tengo?

¿Por qué crees que te lo quito?contestó desafiante.

Porque lo amas, pero no es justo. Tú puedes tener todo lo que desees, eres la más hermosa del planeta. Todos te admiran, te temen y te aman al mismo tiempo. Eres poderosa. Yo sólo le tengo a él.

Ella se echó a reír con la risa más llena de amargura que nunca había oído.

¿De verdad piensas eso? ¡Qué equivocada estás! Te voy a contar la verdad. La historia más triste jamás contada:

Cuando fui creada por la Diosa, me hizo la más hermosa. Volcó todo su amor en mí y me dio poder. El poder de enamorar a los hombres, de volverlos locos de pasión por mí. Me bendijo y me condenó a la vez, pues también  me  dio sentimientos de mujer. Unos sentimientos que no puedo compartir. A veces he amado tanto y me he sentido tan amada, que no he podido evitar hablar con algún hombre y confesarle lo que siento. ¿Sabes qué pasa? Que eso significa la muerte para él. Todos mis amantes han muerto al confesarles mi amor. Todos, sin excepción. Mi abrazo es frío y letal y mis besos saben a sal y a muerte. ¿Sabes lo que es amar y no poder confesar tu amor? Lo más horrible que le puede pasar a nadie, eso es.

Sentí una profunda pena por ella. No sabía qué contestar a aquello.

Pero La Diosa se apiadó de mí cuando vio mi sufrimiento, y por eso te creó a ti. Estás hecha de espuma y de sal, eres parte de mí, creada para que yo sintiera a través de ti lo que sientes cuando estás con él, para saber lo que es estar cerca de un hombre y satisfacer mi necesidad de amar y sentirme amada. A través de tus ojos lo veo a él, A través de tu piel siento yo también sus caricias, y cuando él besa tus labios, también está besándome a mí. ¿No te ha dicho nunca que tus ojos le recuerdan a mí?Sentí una punzada de despecho, que tu mirada es profunda y serena como la mar en calma, que le inspiran paz cuando la necesita. ¿No te ha dicho nunca que tus ojos le dan miedo?, que lo vuelven loco de amor, pero que no puede vivir sin mirarlos.

A mí me dice lo mismo, no te voy a engañar. La única diferencia es que yo solo puedo contestarle a través de tu boca, no puedo acariciar más que a través de tus manos, y cuando él besa tus labios, yo siento esos besos como si me los diera a mí.

Y sin embargo cuando está conmigo, no hace más que pensar en ti.contesté despechada.

Y cuando está conmigo no hace más que hablarme de ti. De lo mucho que te quiere y de lo mal que se siente por amarme tanto y no poder alejarse de mí, dejándote a ti rota de dolor.

¿Hablas con él?

Durante horas. Pero aunque el me confiesa su amor a diario, yo estoy condenada a callar. Si me sincerara con él y le contara lo mucho que le amo, moriría. Siempre ha sido así y siempre lo será.



#5813 en Otros
#1713 en Relatos cortos
#10598 en Novela romántica

En el texto hay: fantasia, amor, ficciones

Editado: 19.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.