¿el mejor sabor de helado? Tú (tqst Libro #3)

Una importante investigación

 

 

Triz

Bostezó pesadamente, pero continuó caminando. Odiaba levantarse tan temprano, pero todo fuera por su exclusiva.

Revisó el bolso por enésima vez y se aseguró de llevar la cámara, un par de micrófonos y un frasco de cristal donde guardaría una muestra. Si su amiga de biología le daba la razón, esto iba a ser un bombazo in- formativo. Ya pensaba en la cara de Gutiérrez cuando llenase Góngora de ejemplares de su periódico; luego no podría volver a llamarla sensa- cionalista ni amarillista.

¡Ella era una gran periodista e iba a tener que reconocerlo!

Puede que a veces optase por promocionar mucho su zona de romances, pero… ¡tenía que conseguir que su periódico se vendiese! Gracias a las ventas tanto ella como Matt y Nora estaban pagando gran parte de los gastos de la universidad y no pensaba renunciar a esos ingresos. Así que mantendría la zona de romances gustase o no a sus amigos.

Pero no era momento para pensar en eso, tenía una gran investi- gación entre manos. Apresuró el paso hacia su coche y gritó alarma- da cuando vio el capó abierto y a un rubio obsesionado con el negro (aunque sorprendentemente hoy llevaba unos pantalones de deporte de color gris) toqueteando el interior.

—¿Por qué estás metiéndole mano a mi coche? —gritó corriendo hacia su coche para abrazarlo con cariño—. Tranquilo, mi amor, todo irá bien.

—Todo irá bien porque evité que sufriera una combustión espontá- nea —explicó Matt mirándola con seriedad.

 

—¡¿Qué?! —gritó horrorizada abrazando con más fuerza la puerta del conductor—. ¡Mi coche!

—Tu coche es un peligro, ¡deja de embalarlo con cinta aislante y llé- valo a un maldito taller antes de que explote! —indicó Matt señalando el motor, o más bien lo poco que podía verse del motor. Quizás sí que usaba demasiada cinta aislante.

—No va a explotar, no exageres —le restó importancia sacudiendo la mano y separándose de su coche; Matt enarcó una ceja e intentó cruzarse de brazos, pero al ver que sus manos estaban sucias se limitó a mirarla mal.

—¡No exagero! Si no hubiera decidido salir a correr no hubiera visto que estaba saliendo humo del motor y ahora mismo estaría ardiendo. Y tu amado coche sería primera página de Noticias Tatata-chán, ¡llévalo a un taller! —ordenó Matt con furia irradiando de sus ojos azules.

—¡Vale! ¡Vale! ¡Lo llevaré a un taller! —Matt asintió complacido y ella sonrió con maldad—. Pero después de que haga un par de cosas.

Cerró el capó con fuerza y entró en el coche.

Vio cómo Matt levantaba las manos al cielo antes de tomar algo del suelo y abrir la puerta del copiloto.

—Estás completamente loca —sentenció el rubio antes de sentarse en el asiento junto con un extintor que se parecía demasiado al que tenía en el maletero, por lo que entrecerró los ojos—. Antes de que lo preguntes, sí, sí es el extintor de tu maletero. También le metí mano a la parte trasera de tu coche.

Abrió la boca escandalizada y Matt le sonrió de medio lado.

—¿También lo toqueteaste por detrás? ¿Es que no tienes vergüenza?

—Nop.

—Debe sentirse tan sucio —se lamentó abrazando el volante mien- tras lanzaba miradas furiosas al culpable, pero Matt la ignoraba.

—Hablando de suciedad, ¿tienes toallitas o algo con lo que lim- piar mis manos? —curioseó Matt con inocencia, ella lo miró con odio durante un rato hasta que decidió abrir la guantera haciendo que una gran cantidad de servilletas del McDonald’s cayeran sobre el regazo del rubio.

 

—Has mancillado mi coche, dos veces, no voy a olvidarlo —dijo con indignación viendo cómo Matt tomaba un par de servilletas y se limpiaba las manos.

—Esta tarde te compraré un gigantesco helado de chocolate

—anunció Matt con emoción.

—No hay un número finito de helados de chocolate que pueda convencerme para perdonarte por mancillar mi coche, pero…

—No voy a darte una entrevista, pesada.

Hizo pucheros y Matt comenzó a tararear «Ice-cream, ice-cream».

Definitivamente lo había perdido en el mundo de los helados.

Decidiendo que no tenía más tiempo que perder, giró la llave y arrancó el coche. Sonrió orgullosa al ver que arrancaba a la primera    y lo sacó del aparcamiento.

Estaba tan emocionada, si todo salía bien su periódico volvería a ser noticia nacional y las ofertas de trabajo le lloverían del cielo.

—Para ir al taller tienes que tomar ese desvío —indicó Matt seña- lando a la derecha.

—Ya te dije que no vamos al taller, tengo una investigación que hacer —declaró siguiendo en línea recta.

—Si mañana no ves tu coche, que sepas que es porque le hice un puente y lo llevé al taller.

—No sabes hacer un puente —recordó saltándose sin querer un stop, por lo que empezó a rezar para que Matt no se hubiera dado cuenta.

—¡Te acabas de saltar un stop!

—¿Qué? No había nada, seguro que viste mal —mintió descarada- mente, pero supo que no lo había engañado, pues Matt fijó la mirada en ella.

—¿Y a dónde vamos? —curioseó Matt estirándose en el asiento.

—A la facultad de periodismo.

—¿Por qué? —preguntó él tomando el extintor y colocándolo en la parte de atrás aprovechando que estaban parados en un semáforo.

—Creo que las albóndigas que nos dan no son de ternera sino de carne de caballo —explicó con seriedad; Matt le lanzó una mirada

 

escéptica y la señaló con el peluche que ayer le había mandado su ad- mirador secreto y que había dejado en el coche.

—¿Carne de caballo?

—Todo el mundo dice que saben raro; y estuve investigando un poco y las cajas de carne se ven sospechosas, así que voy a tomar una muestra y llevársela a una amiga de biología y ella me dirá si es carne de caballo.

—¿Esta era la importante investigación de la que hablabas ayer?

—preguntó Matt mientras examinaba el peluche.



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En el texto hay: humor, locura, amistad

Editado: 14.05.2020

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