¿el mejor sabor de helado? Tú (tqst Libro #3)

¿Chismosos? ¿ Nosotros?

 

 

Entró a la facultad de periodismo y se preguntó dónde debería ir ahora. Era la primera vez que iba allí y no tenía ni idea de dónde podría encontrar a Triz, miró a su alrededor y se dio cuenta de que la gran mayoría de los alumnos se dirigía a toda prisa hacia algún lugar, así que decidió seguirlos. Sea lo que fuera que estaba pasando, Triz debía de estar ahí.

Siguió a dos chicas y a medida que caminaba escuchaba más ruido y murmullos.

—¡Ni gratis consigues que esa porquería que tú llamas periódico sea leída por alguien!

Y ahí estaba Triz.

Se abrió paso entre los alumnos hasta llegar a la primera fila, una vez allí vio cómo Triz estaba en pie y miraba con furia a otro alumno que parecía mayor que ella y que estaba al otro lado de la cafetería obser- vándola con burla.

—Cada vez me alegro más de haberte echado del periódico, no eres más que una maruja que se cree periodista.

¡Oh! ¡Él no dijo eso! ¡No podía haber sido tan estúpido de decir eso! Vio cómo Triz se tensaba antes de empezar a caminar hacia él. Eso no pintaba nada bien.

Antes de darse cuenta caminaba hacia ella y la detenía tomándola del brazo. Triz lo miró con sorpresa, pero luego sonrió contenta y entre los dos se metieron con el cretino de su ex-jefe antes de zanjar la con- versación amenazándolo sutilmente.

Vio a Triz reír y se dio por satisfecho. Liberó su brazo y ella comenzó a caminar hacia la mesa donde su admirador-secreto-ya-no-tan-secreto estaba sentado, frunció el ceño molesto y caminó tras ella.

 

—¿Y qué te trae por aquí? —curioseó Triz con una sonrisa.

—¿Sabías que Evan y Angy están liándose en el coche de él?

Sí, era una gran mentira, pero no había mejor forma de conseguir que dejara de revolotear alrededor de su admirador secreto que distra- yéndola con una gran noticia falsa.

—¡Qué! —gritó ella emocionada antes de salir disparada hasta la mesa para meter todas sus pertenencias dentro del bolso—. ¡Tengo que grabar eso! ¡Necesito grabar eso!

Vio cómo Pablo le decía algo, pero ella ya abandonaba la cafetería a toda velocidad, por lo que sonrió complacido. Cuanto más lejos de ese tipejo mejor.

Pablo volteó hacia él con enfado y le dirigió una mirada asesina.

—¿Qué tal, Pedro? —saludó divertido diciendo mal su nombre a propósito.

—Pablo —corrigió el aludido, pero él asintió sin dejar de cami- nar—; no me das miedo.

—Tú a mí tampoco —indicó sin detenerse pero lanzándole una rápida mirada condescendiente a la que Pablo respondió entrecerrando los ojos con enfado.

Continuó caminando y sintió que lo observaban intensamente has- ta que abandonó la cafetería.

¿Por qué Triz tuvo que buscarlo? ¿No podía haberlo dejado como admirador secreto para siempre? Malditos alumnos de Quevedo, siem- pre tan prepotentes.

Aceleró el paso y se dirigió a los aparcamientos, si por culpa de ese tipejo se perdía la cara de Triz al descubrir que había sido engañada vol- vería y lo golpearía. Por suerte, cuando llegó a los aparcamientos divisó a Triz gateando hacia el coche de Evan, rio divertido y sacó el granizado que había escondido tras un arbusto.

Triz se apoyó en la rueda delantera del coche de Evan y fue levantán- dose poco a poco mientras sostenía el móvil a la altura de su cabeza, vio cómo se asomaba por la ventana y no pudo evitar reírse.

Iba a ponerse furiosa cuando se diera cuenta del engaño. Y hablando de eso… Triz volteó hacia él y lo miró con cólera, por lo que se limitó a saludarla con diversión antes de beber del granizado.

 

—¡Me has engañado! —gritó Triz mientras caminaba con pasos fu- riosos hacia él—. ¿Y de dónde sacaste ese granizado?

—Lo había dejado aquí para beber algo mientras hacías de espía

—respondió con media sonrisa, y Triz lo fulminó con la mirada, pero él solo pudo seguir sonriéndole. Era muy graciosa cuando se enojaba.

—¡Eres realmente insufrible! —gritó ella quitándole el granizado de un manotazo—. Me debes una noticia.

Vio cómo su cara se iluminaba y él frunció el ceño, tenía una ligera sospecha sobre lo que acababa de pensar, y eso significaba que debía huir antes de que empezara con su interrogatorio.

La escuchó comenzar a hacer preguntas, pero no le hizo caso hasta…

—¿Qué piensas de mi admirador secreto?

¿Acababa de preguntarle su opinión sobre Pablo? Genial. Si ella era la que sacaba el tema no tenía problemas en enumerar las razones por las que ese chico definitivamente no era para ella.

—Pues mira, ya que mencionas a tu admirador secreto —empezó dándose la vuelta para hablarle de forma directa, pero en cuanto la miró se quedó callado, Triz lo admiraba con ojos brillantes y con una gran expectación; la miró fijamente y ella pareció más ansiosa por su respuesta—. No es nada, olvídalo.

Murmuró molesto antes de comenzar a caminar con ella a su lado bebiendo granizado.

Triz le había dicho que ese era su primer admirador secreto y des- pués de ver su cara de ilusión le daba un poco de reparo romper esa burbujita de felicidad en la que estaba metida.

La dejaría ser feliz por hoy, mañana hablaría seriamente con ella. Era linda, audaz, divertida, inteligente y aunque estuviese un poco loca podía conseguir a alguien mucho mejor que ese idiota prepotente que creía que podía amenazarlo.

Sacudió la cabeza con fuerza y afortunadamente a lo lejos divisó a Dan y Sonia sentados en un banco, por lo que sonrió contento; con eso podría entretenerla para que no volviese a la facultad de periodismo con su admirador secreto.

 

.

¿Por qué seguía viniendo a estas citas?

¡Ah, sí! Para que Ann estuviese entretenida buscándole novia y pa- sase menos tiempo con Kyle, aunque estaba empezando a cansarse.   Si bien la mayoría de las chicas tenían sus mismos gustos y eran muy atractivas, había algo que fallaba, no sabía por qué, pero ninguna con- seguía despertar su interés por más de quince minutos.



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En el texto hay: humor, locura, amistad

Editado: 14.05.2020

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