¿el mejor sabor de helado? Tú (tqst Libro #3)

Góngora y sus sorpresas

 

 

Matt

Decir que estaba en shock con lo que acababa de descubrir era que- darse corto. ¿Le gustaba? ¿Le gustaba a Triz? La miró fijamente y ella sacudió el codo para intentar soltarse de él, algo que consiguió.

Bueno, la verdad es que el hecho de que le gustase a Triz explica- ba muchas cosas, como que su móvil desapareciese misteriosamente   y que ella hubiera empezado a usar esas camisetas tan graciosas de videojuegos.

—La seguí porque tiene escrito por toda su cara “sospechosa de tra- ficar con gatos de la suerte chinos” —indicó Triz con solemnidad, él levantó una ceja y la examinó. No había persona tan inocente en el mundo como para creer semejante invento, pero le seguiría la corriente.

Sonrió con malicia y asintió fingiendo creerla.

—¿Sabes? Por un momento pensé que la estabas siguiendo porque te gusto y seguir gente es lo que haces cuando te pones celosa, pero se ve que estaba equivocado —dijo viendo con diversión como ella abría la boca con sorpresa mientras se sonrojaba y luego rápidamente fingía indignación.

—¿Qué dices? ¿A quién le gustas? Tanto helado te ha congelado el cerebro —respondió ella a la defensiva, pero tremendamente sonroja- da, dio un par de pasos al frente pero luego decidió que era mejor idea voltearse y amenazarlo con la muleta—. No te creas tan especial solo porque seguí a Tania un par de veces.

Intentó no reírse con todas sus ganas, pero no pudo evitar que una sonrisita estúpida se le escapase. Era pésima ocultando un secreto, siempre le pasaba lo mismo.

 

Le gustaba a Triz, ¿y ahora qué?

—Mi instinto periodístico me dice que esconde algo, y mi instin- to nunca se equivoca —dijo Triz totalmente en serio, él la observó y ella siguió hablando—. No hay nada más, no me gustas. Nada. Ni un poco. De hecho, a veces cuando vienes conmigo a mis investigacio- nes ni siquiera me agradas, te pasas todo el rato quejándote y a veces quiero atropellarte. ¿Ves? No me gustas, no querría atropellarte si me gustases. —Suspiró y decidió que lo mejor que podía hacer era fingir que la creía.

Sí, haría eso. Era un buen plan. Fingiría que no sabía nada y así las cosas no se complicarían aún más entre ambos.

—Tengo un plan, ¿qué tal si quedo otro día con ella y hago que me lleve a su casa? Así podría ver si esconde algo sospechoso —curioseó con malicia.

—¡Ni pienses que vas a entrar en su casa! —exclamó Triz mirándolo con seriedad, pero luego pareció recapacitar un poco y entrecerró los ojos—. Y ya he revisado su casa, no hay nada útil para incriminarla. No sabes cuánto la detesto por ello.

—Wait! What? —masculló sorprendido—. ¿Te has colado en su casa? ¡Eso es allanamiento de morada!

—No es allanamiento si tienes las llaves —contestó ella comen- zando a caminar con ayuda de la muleta—. Dafne y Ann dijeron que no pasaba nada si no dejábamos huellas y Tania ni se enteró de que le quitamos las llaves.

Vio como ella se alejaba y decidió seguirla.

La verdad que para tener un esguince e ir con muletas era realmente ágil y rápida desplazándose.

—Tengo que volver a hablar con esas dos, quedamos en que no vol- verían a colarse en una casa a menos que fuera estrictamente necesario

—murmuró con enojo.

—Era estrictamente necesario, te empeñas en salir con esa chica,

ergo, es tu culpa —acusó Triz y él puso los ojos en blanco.

Se dirigieron a la parada del metro más cercana y durante todo el trayecto no pudo evitar observarla de reojo.

 

¿Cómo pudo no darse cuenta antes? Triz era de las personas más obvias cuando se trataba de sus sentimientos, ¿cómo había estado tan ciego? ¡Incluso le preguntó por qué solo salía con chicas mayores!

Respiró profundamente y se pasó la mano por la nuca. Tenía que descubrir esto justamente ahora. Ahora que empezaba a ser consciente de lo que Triz le hacía sentir.

Cualquier otra persona pensaría que la situación era ideal, le gustaba a la chica por la cual empezaba a tener sentimientos, pero para él esto era una catástrofe. La chica en cuestión era Triz, ¡Triz! La única mujer que tenía todos los requisitos que no buscaba y que más le desespera- ban, por no mencionar que era algo así como su amiga y un año menor que él. ¡Esto era un desastre! ¡Era como Kyle!

—Yo conozco ese coche —dijo Triz acercándose a un lujoso coche negro, Triz miró hacia los lados antes de intentar mirar por las ventanas tintadas—. Es del ruso al que estaba investigando hasta que la policía me detuvo.

—¿Qué? —preguntó sobresaltado, Triz asintió y soltó su muleta para intentar ver en el interior con las dos manos.

—No puedo ver nada —dijo ella con desilusión, él se acercó y tomó la muleta del suelo.

—Cristales tintados —dijo golpeando el cristal para luego mirar a Triz con seriedad—. ¿De verdad crees que es buena idea intentar ver el interior de un coche de una persona a la cual la policía está investigan- do por ser presuntamente de la mafia?

—Si me pilla siempre puedo decirle que estaba usando los cristales tintados para ver mi reflejo y arreglarme el pelo —indicó ella y él puso los ojos en blanco antes de agarrarla y cargársela sobre el hombro como si fuera un saco de patatas—. ¿Qué crees que haces? ¡Mi exclusiva!

—Creo recordar que habías llegado a un acuerdo con la policía, tú los dejabas trabajar y ellos te daban la exclusiva, ¿cierto? —preguntó sin prestar atención a las miradas curiosas.

—Cierto, cierto… —respondió Triz entrando en razón—. Pero el trato era no seguir a los sospechosos, no dijeron nada sobre no espiar sus coches.

 

—¿Quieres que te lleve a la comisaría para que establezcas con cla- ridad los términos del acuerdo? —inquirió levantando la mirada lige- ramente.

—No, mejor no… Acabaría detenida por gritarle a ese ignorante policía que cree que mi periódico es una revista del corazón —dijo Triz con desagrado—. Aún no tengo pruebas, pero estoy segura de que es familiar de Gutiérrez.



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En el texto hay: humor, locura, amistad

Editado: 14.05.2020

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