¿el mejor sabor de helado? Tú (tqst Libro #3)

¿El mejor sabor de helado?         Tú

 

 

Matt

No estaba listo. Daba igual las veces que Annalise le había repetido que estaba preparado. No lo estaba.

Si lo estuviese, no querría salir corriendo para esconderse bajo su cama.

Se pasó la mano por la nuca con nerviosismo y miró el coche con terror. No estaba preparado.

Una cosa era conducir un coche de choque dentro de Góngora y otra muy distinta era conducir un coche auténtico en la carretera real.

¿Y si volvía a tener un accidente? ¿Y si alguien volvía a salir herido por su culpa?

—No puedo hacerlo —dijo casi en un susurro mirando hacia su hermana.

—Sí que puedes —volvió a repetir su hermana por tercera vez con la misma ternura y comprensión que la primera.

—Es demasiado pronto —repitió por quinta vez.

—No, no lo es —respondió Annalise colocando las manos sobre la cadera a la vez que se ponía frente a él—. Puedes hacerlo, estás listo.

—No lo estoy. —Ann puso los ojos en blanco y a continuación le dio un fuerte abrazo que le devolvió sin dudar—. Da igual lo mucho que me abraces, no vas a pasar la noche en casa de Kyle.

—Sí que lo haré, en cuanto Triz ponga un pie en casa para jugar contigo al Mario Kart pienso escabullirme y lo mejor de todo es que tú ni te darás cuenta porque estarás embobado mirando sus pecas

—contestó Ann con malicia mientras se separaba de él, luego lo  miró

 

con ternura y le dio un rápido pero muy fuerte abrazo—. En serio, Matt, puedes hacerlo, estás preparado. Eres mi valiente hermano ma- yor, me rescatabas de ponis asesinos, puedes enfrentarte a un coche.

—Rio divertido y sacudió la cabeza.

Tenía razón. Podía hacerlo. Al menos podía intentarlo. Tenía que intentarlo.

—Está bien, lo haré, puedo hacerlo —dijo sintiendo como el co- razón empezaba a acelerarse, notó que alguien le daba una palmada en la espalda y se volteó para ver a Dan observándolo con una mirada orgullosa mientras Nora a su lado le daba ánimos silenciosamente.

—Una vuelta, con una vuelta alrededor del parque Lorca es su- ficiente —indicó Ann con voz temblorosa, él asintió y ella volvió a  abrazarlo con fuerza—. No te presiones, si sientes que vas a sufrir algún tipo de ataque de pánico, para el coche y deja que Triz conduzca.

—Es más probable que sufra un ataque de pánico si ella está al volante —murmuró con diversión intentando relajar el  ambiente para que su hermana no se viese tan preocupada, de reojo vio como Triz dejaba de abrazar el volante de su coche y le dirigía una mirada de odio.

—Te voy a dejar conducir mi coche, no hagas que me arrepienta

—habló Triz.

—Oye, oye… va a conducir tu coche porque te pusiste en plan “Matt no puede toquetear otro coche que no sea el mío” —contestó Dafne dirigiéndole una mirada burlona a Triz.

—¿También investigaste a los otros coches y creaste una lista de cualidades negativas? —curioseó levantando una ceja, Triz hizo como que no lo escuchó y él miró a Nora, que le asintió con la cabeza, por lo que comenzó a reír antes de caminar hacia el coche, donde Triz lo esperaba sentada en el asiento del conductor, apoyó la mano en el techo y se asomó al interior—. Eres una celosa.

—Va a hablar el que hizo que mi admirador secreto me enviase directa a la zona de amigos —recordó Triz mirándolo molesta, pero él le sonrió divertido, no podía tomarla en serio vestida con una camiseta de Zelda y unos leggins negros, y mirándolo con ojos brillantes que   le pedían guerra.

 

—Pues a tus lectores les pareció bastante gracioso —dijo recordan- do los comentarios que había leído en el reportaje que había escrito Triz sobre ellos—; dejaron bastantes comentarios felicitándome por mi gran plan.

—Mis lectores son unos traidores —murmuró ella con rencor mientras se cambiaba del asiento del conductor al del copiloto.

Lanzó una última mirada hacia la acera donde estaban sus amigos y su hermana y levantó el pulgar para indicarles que estaba bien. Por ahora.

Respiró profundamente y entró en el coche.

Adaptó el asiento a su altura y tras eso se puso el cinturón de seguri- dad. Colocó las manos sobre el volante y respiró profundamente.

Podía hacerlo. Solo tenía que arrancar y dar una vuelta. Solo eso.

No era la gran cosa.

Levantó su temblorosa mano derecha para arrancar y en cuanto es- cuchó el sonido del motor sintió cómo sus nervios y su ansiedad se disparaban hasta la estratosfera.

—Matt —lo llamó Triz con voz dulce.

—What? —preguntó empezando a sentir que sudaba frío, Triz le colocó las manos a ambos lados de las mejillas y lo miró con seriedad.

—¿De verdad rescataste a Ann de un poni asesino? —preguntó Triz con interés.

—No era un poni asesino, era un poni que quería la manzana que Ann tenía guardada en el bolsillo —contestó intentando mantener sus nervios bajo control—; pero sí, la rescaté.

Triz le sonrió antes de acortar la distancia entre ambos y besarlo con dulzura. Cuando se separó de él lo miró con ojos brillantes y le pellizcó las mejillas.

—Puedes hacerlo —lo animó ella con convicción.

—Tengo que hacerlo, la alternativa es que tú conduzcas —contestó viendo con diversión como Triz fruncía la nariz para luego poner los ojos en blanco.

Rio brevemente para a continuación respirar profundamente. Podía hacerlo.

 

Quitó el freno de mano y lentamente comenzó a mover el coche. Inevitablemente, su mente se llenó de breves flashes del accidente,

pero sacudió la cabeza y trató de no hacerles caso. No podía seguir

atormentándose, el accidente no había sido su culpa.

Ahora lo sabía, pero eso parecía no importarle a sus manos, que temblaban sin parar.

—Yo tenía razón —habló Triz sacándolo de sus pensamientos.

—¿En qué exactamente? —curioseó mirándola de reojo, Triz levan- tó su tablet y pudo ver una foto del profesor Gutiérrez y otra del policía calvo que siempre la detenía.



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En el texto hay: humor, locura, amistad

Editado: 14.05.2020

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