El mensaje

El mensaje

- ¡Jose! ¡Ven, rápido!

Grita Rosa entusiasmada, lo que provoca miradas de molestia y murmullos en su contra. Jose, alentado por su llamada, se acerca andando rápido, pero sin correr, ya que no quiere llamar más la atención y que los acaben echando.

Rosa se encuentra frente a un cuadro al que mira ensimismada. Está tan concentrada, algo muy pero que muy extraño ya que es la persona más distraída que pueda existir, que a Jose le da cosa hablarle y que ese momento, único a su parecer, se acabe. Mira el cuadro que la mantiene tan absorta y se da cuenta de que le suena. No sabe de qué, pero lo conoce de algo. Hace memoria intentando recordar su nombre; nada. Entonces, se da cuenta de que hay una placa debajo del cuadro en la que está escrito su nombre: “La Mona Lisa” ¡Claro! ¡Por eso le sonaba de algo! Está ante nada más y nada menos que de la mismísima Mona Lisa. Y lo más increíble de todo, es que no la hubiese podido reconocer.

A su lado oye una pequeña risa capaz de distinguir en cualquier sitio. Rosa, está apretando los labios uno contra otro para intentar retener esa risa suya tan característica, parecida al ruido que hacen los cerdos, ese que la mayoría de las personas imita pero que a nadie le sale de forma natural, al contrario que a ella.

-Rosa…

Solo esa palabra es suficiente para que ella explote.

- ¡La has visto, Jose! ¡Tiene una cara de mustia que no puede con ella! – dice sin parar de reír y gritar, lo que hace que varias personas, por no decir todas, los fulminen con la mirada - ¡Es que no puedo comprender porque es un cuadro tan famoso, si simplemente es una mujer que parece que se va a morir del aburrimiento y que ni siquiera sabe lo que es sonreír!

-Ya me parecía extraño que todavía no hubieses hecho un comentario de ese tipo.

Ante esa mención, Jose se gira encontrándose cara a cara con Daniel, un tipo de aproximadamente la misma edad que ellos, aunque su apariencia y su forma de vestir hacen que parezca bastante más mayor.

-Ya decía yo que era muy raro que el zopenco no apareciese por aquí a tocar, como siempre, un poco la moral. - dice Rosa sin siquiera dirigirle la mirada.

-En realidad, querida, llevo un rato aquí. Lo que pasa es que parecías tan entretenida molestando a los demás que me daba pena interrumpirte.

Siempre es igual, si no empieza uno, empieza el otro. Y Jose acaba en medio de los dos. Ahora, ya no es solo Rosa la que recibe esas miradas cargadas de reproches ya que, se podría decir, que todo el mundo se está enterando de su “pequeña” discusión.

-¡PARAD! - grita Jose, pero cuando se da cuenta de que ahora a quien le miran mal es a él, rectifica - Digo...¡Parad de una vez los dos! - susurra – ¡Parecéis unos niños pequeños! ¡Debería daros vergüenza, sabéis porqué estamos aquí y que no debemos perder el tiempo en tonterías!

Cualquiera que los viera diría que es como si fuera un padre regañando a sus hijos. Y ellos, como los niños que parecen, bajan la cabeza por la reprimenda y avergonzados se disculpan.

-No podemos seguir sin hacer nada.

-Pues ¿que hacemos? Como siempre, tu mandas.

-Sí, porque si tuviésemos que esperar que a este se le ocurriese algún plan… ¡Estaríamos perdidos!. - comenta Rosa dramatizando, consiguiendo enfadar un poco más a Daniel.

-Rosa, por favor, tengamos la fiesta en paz ¿vale? - dice Jose cada vez más cabreado.

-Entonces, venga, ¿nos vamos a quedar aquí quietos? Al menos podríamos ir a dar una vuelta y si tenemos suerte hasta nos encontremos algo que nos de más información.

-¡Aleluya! Una idea coherente viene de ese cabezón, ¡por fin!

-¡Rosa!

***

-¡No puedo más! ¡Estoy segura de que si seguimos así me va a dar algo! - Rosa se sienta, o más bien se tumba, en uno de los bancos que hay repartidos por todo el museo.

-Pienso lo mismo ¡Llevamos horas caminando! - Daniel se une a Rosa, que ha regañadientes le hace un hueco en el cómodo asiento acolchado del que se ha apropiado.

-¡Esto si que es un milagro! Los dos de acuerdo en algo ¡No pensaba verlo en mi vida!

Al darse cuenta de “su gran error” se miran y se alejan lo más posible, algo un poco difícil por el reducido espacio.

-Y en realidad no llevamos andando horas sino…

-¡Allí están! ¡Son ellos!

Unos policías se encuentran en la entrada del pasillo, acompañados por dos hombres con trajes muy elegantes que señalan a los tres amigos. Los policías se empiezan a acercar a ellos de forma amenazante.

-¡Quietos! ¡No os mováis!

-¡Corred!

-¡¿Que?! ¡Rosa!

Demasiado tarde, ella junto a Daniel echan a correr agarrando de la mano a Jose para que no se quede atrás. Enseguida él la adelanta. Los tres tienen claro, unos más que otros, que no van a parar. No saben porqué lo hacen, pero el que les señalen unos agentes les da muy mala espina y provoca que se sientan en peligro.

Huyen de los policías como si sus vidas dependiesen de ello. La gente se les queda mirando; no es muy normal ver a unas personas correr por un museo y por si fuera poco, ser perseguidos por varios policías.



#12117 en Thriller
#6931 en Misterio
#3588 en Detective
#1115 en Novela policíaca

En el texto hay: policia, museo, arresto

Editado: 28.09.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.