El Misterio de la Comarca
Por: Sergio Vado
Hay ciertas historias que a veces es mejor no contarlas, dependiendo de los casos, el silencio puede ser mejor que abrir la boca, evitar insistir en lo que no se debe de hablar también es una muy buena manera de guardar este mandato, pero aun cumpliendo todas estas cosas no podemos ignorar ni evitar que extraños cosas sin explicación sucedan al nuestro alrededor.
Manuel Rojo
Habitante de La Comarca
Sinopsis
Entre pueblos, siempre existen ciertas semejanzas, desde el estilo de vida que ofrece, hasta el tipo de vecinos, a veces son tan parecidos que es difícil notar la diferencia entre un pueblo y otro, esto llega a ser una ventaja o desventaja dependiendo del objetivo que elijas al mudarte, pero ¿Cómo diferencias un buen lugar para vivir de uno malo? Simple, necesitas saber sus costumbres y tradiciones.
CAPÍTULO 1
Es difícil creer a veces existen cosas fuera de lo normal y que es poco probable que encontramos en alguna parte algo diferente a lo que ya conocemos, lo curioso es que en ciertos lugares estas cosas “no tan comunes” abundan. Esos lugares usualmente son pueblos lejanos, apartados de la ciudad y demás. En estos lugares se relatan sucesos que son difíciles de imaginar y que están my lejos de ser una mentira.
—En esta ocasión te contaré algo que no lo podrás creer—le hablaba Manuel a Jorgito, un niño que estaba sentado con él bajo la sombra de un árbol. El niño confundido asentía para escuchar lo que Manuel le quería contar.
Manuel era un hombre misterioso, no era odioso pero si era de pocas palabras, casi no hablaba con nadie y rara vez se le miraba por el pueblo, cubierto por una capa negra que la usaba de poncho, y su característico sombrero. Manuel no hacía caso de las personas que hablaban mal de él, ni siquiera de los rumores, había conocido a un niño, de nombre Jorge con quién siempre hablaba, era a la única persona en el pueblo después de su caballo con quién hablaba, Jorge le había tomado mucho cariño y siempre le conseguía algo de comer. Manuel tenía la costumbre de siempre contarle historias de mentiras a Jorge para que le hiciera compañía mientras comía uno que otro plato típico del pueblo, pero este día la historia era especial, era algo que de verdad había sucedido, era algo real.
Jorge, Jorgito como lo llamaba de cariño, acercó un tronco que estaba tirado en el suelo para usarlo de asiento y escuchar más cómodo las historias de Manuel, terminando el último bocado, Manuel sacó de su bolsillo un extraño papel, se lo enseñó a Jorge y empezó a contar la historia.
¿Cuántas veces has sentido miedo? Sin que me respondas sé que han sido muchas Jorgito, pero no quiero que sientas miedo cuando escuches la verdadera historia de este pueblo en el que vivimos. Jorgito sin decir ni una sola palabra, entusiasmado, empezó a escuchar atentamente el relato de Manuel.
Antes que hubiera caminos en este pueblo, antes que tuviéramos pozos, vecinos y mucha fruta, los campos y árboles que invadía el pueblo eran abundantes, entre los caminos que ves ahora, había plantas, flores y arbustos, muchos de ellos eran refugios de animales pequeños e indefensos
— ¿puedes ver la diferencia Jorgito? ¿Lo estás viendo?—preguntó Manuel, mientras persuadía a Jorge para que se imaginara el aspecto del pueblo. El pueblo era muy pero muy diferente y lo mejor de eso es que yo lo pude ver con mis propios ojos.
El nombre del pueblo de aquel entonces era llamado: La Comarca, era un pueblo pequeño, no tenía muchos habitantes, la mayoría eran parientes y sus viviendas estaban distribuida por todo el lugar, a pesar que era pequeño en población, La Comarca se destacaba por proveer leche a la ciudad, ya que la leche del pueblo no era comparada a ninguna en el país y como ya sabes, la ciudad está muy lejos del pueblo, la gente no podía venir a comprar la leche hasta acá, sin mencionar que no les gustaba visitar La Comarca, por esa razón la única carreta que había, era la encargada de transportar la leche y lo hacía solo una vez por semana.
A pesar que la gente de La Comarca éramos buenas personas siempre fuimos odiados por la gente de la ciudad, más sin embargo, las pocas veces que un habitante de la ciudad nos visitaba le dábamos una calurosa bienvenida y lo atendíamos de lo mejor, pero eso y otros esfuerzos más no fueron suficiente para traer la armonía entre estas dos comunidades, pero esto iba a cambiar desde la llegada de un señor llamado Justo, él venía de la ciudad y compró una propiedad en el pueblo y construyó una casa, desde su llegada, los vecinos se le quisieron acercar para darle la bienvenida y llevarse bien con él pero siempre se limitaba a hablar, los rechazaba e ignoraba y a los menos afortunados los echaba fuera de su casa, no le gustaba que nadie se le acercara, una vez yo lo escuché hablando de algo muy interesante, estaba hablando solo acerca del pueblo, de como era antes y entre las descripciones que decía, expresaba con mucha alegría que el lugar donde había comprado era el lugar donde se encontraba enterrado un gran tesoro, y todas las mañanas, antes que el gallo cantara, don Justo se levantaba y con su pala empezaba a escavar por todo el patio de su casa, en toda su propiedad ya había hecho varios agujeros, al parecer se tomaba muy en serio lo de la búsqueda del tesoro, pero la verdad, era algo tonto pensar que la persona que le había vendido esa propiedad no hubiese escavado antes o que al menos no supiera que en ese terreno se encontraba un tesoro. Una mañana dejé la vergüenza atrás y detrás del cerco que dividía su propiedad le pregunté si necesitaba ayuda, el alzó la mirada, me quedó viendo fijamente, dejó de escavar y me lanzó la pala, la verdad fue algo aterrador pero en él, pero tome la pala y empecé a ayudarle, realmente no sabía que era lo que estábamos buscando, muchas veces le pregunté y solo me respondía lo mismo “algo”, esa respuesta la verdad no me ayudaba en nada, continué escavando bajo el ardiente sol, el sudor era reflejo de mi cansancio, me sequé el sudor y me detuve para preguntarle una vez más a don Justo que me hablará un poco más acerca de lo que verdaderamente estábamos esperando encontrar, él me contó rápidamente y casi sin ánimos que era un pequeño cofre que contenía algo más valioso que el oro dentro, por fin sabía que era lo que tenía que buscar así que continué escavando por largas horas, al pasar el tiempo ya casi toda su propiedad estaba cubierta de agujeros pero yo ya estaba muy cansado, no podía seguir pero él me dijo que me daría algo si le continuaba ayudando, no era como las demás personas de interesadas pero si tenía mucha curiosidad en saber de qué se trataba aquel tesoro así que continué escavando y como por regalo del cielo encontré, en el último lugar que me tocaba escavar, el cofre, era un pequeño cofrecito no más grande que un cuaderno, muy contento tiré la pala e inmediatamente lo tomé con mis manos y lo abrí, al abrirlo un pequeño pedazo de papel se cayó, me incliné para tomarlo y cuando me volví a levantar, don Justo me arrebató el cofre de las manos, la verdad me pareció muy agresivo su gesto y viendo su cara decidí no decirle nada, la codicia en sus ojos era evidente así que ni pensé en preguntarle acerca de mí recompensa pero él me dijo: