El misterio de Luna

Capítulo 5

Había pasado una semana desde que hicimos nuestra promesa, y durante todo este tiempo... no logramos casi ningún avance. Sabíamos que Luna era algo similar a un fantasma, como un espíritu capaz de atravesar puertas y paredes, pero aun así ella podía sostenerse sobre los pisos, camas y sillas como cualquier persona normal; mientras más lo pensaba, menos sentido tenía toda esa situación.

Luna poseía todos sus recuerdos del pasado, aunque mientras más tiempo pasaba en su forma espiritual, más difusos se volvían y por eso le resultaba difícil recordar cosas muy concretas sobre su accidente.

Tratamos varios métodos para unirla con su cuerpo físico, entre ellos hacer que se acostara en la cama en el mismo lugar en el que se encontraba su cuerpo, pero no sirvió. También tratamos hacer un ritual que vi por internet, y aparte de verme como un idiota recitando el canto, no conseguimos nada tampoco.

Con lo motivado que me encontraba aquella noche, pensé que no sería tan difícil lograrlo, pero no haber podido lograr ningún avance era frustrante. Desde que había despertado ninguna tarea me había frustrado a tal punto, ni siquiera el no poder recordar mi pasado.

***

Estábamos sentados en el patio mirando el cerezo en silencio, no había nadie alrededor nuestro, salvo un conserje que limpiaba con agrado y esmero las hojas que caían al suelo

Estábamos sentados en el patio mirando el cerezo en silencio, no había nadie alrededor nuestro, salvo un conserje que limpiaba con agrado y esmero las hojas que caían al suelo.

Parecía extraño como, a pesar de todo, cualquier tarea o trabajo que se realizara cerca del cerezo, fuera hecha sin el menor signo de frustración o cansancio. Según Marcus, el dueño del terreno original cedió parte de la propiedad para la construcción de este hospital, con la condición de no remover o reubicar el cerezo, tal vez ese árbol significaba algo importante para él. De cualquier forma, ese cerezo terminó convirtiéndose en uno de los mayores atractivos de este hospital.

Mientras estaba hundido en mis pensamientos noté que Luna estaba cabizbaja, probablemente por el poco avance que habíamos obtenido en nuestras promesas. Ella tampoco había encontrado una solución a mi amnesia, fuimos a informarnos con el doctor Marcus sobre el tema, de si había alguna forma de poder intentarlo, pero este no nos dio ninguna respuesta útil. Era un callejón sin salida.

—Bueno, deprimirse no nos ayudará en nada —dije levantándome de la banca y estirando mi único brazo sano; miré a Luna, que aún parece decaída, y agregué —¿Qué te parece si nos distraemos un poco, no era hoy que ingresaría tu compañera de cuarto?

—Sí, es cierto —respondió ella animándose un poco y mejorando su humor.

—Bien, entonces...

—Pero hoy no puedes venir. —interrumpió ella poniéndose en mi camino.

—¿Por qué no? —pregunté confundido.

—Emm, quiero ver cómo es ella primero.

—De acuerdo, entonces te veré mañana —respondí no muy convencido.

Era obvio que ocultaba algo, tal vez no quería que viera a su nueva compañera, o había algo más que no quería mostrarme. Estos días Luna y yo estuvimos llevándonos muy bien, al grado de volvernos buenos amigos, pero seguía sintiendo que había cosas que no me contaba.

—Nos vemos Max —dijo despidiéndose.

Ambos nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones. Mientras caminaba por los pasillos en dirección a mi cuarto, comencé a recordar el día que le conté a Marcus y a Susi sobre mi nombre completo.

Estábamos en mi habitación, había pasado un día de haber hecho la promesa con Luna, ellos se encontraban realizando controles de rutina, como todos los días, cuando les conté de repente la situación.

—Por cierto, ayer pude recordar mi nombre completo, me llamo Max Blair —dije con entusiasmo.

En el instante en que mencioné mi nombre ambos quedaron en silencio, en sus caras se podía notar la sorpresa de ellos por la noticia, al parecer no se esperaban que recordara algo tan importante de la noche a la mañana. Y no es como si pudiera decirles qué había ido al techo del hospital, solo, de noche y sin permiso; y mucho menos que estaba con el fantasma de una chica en coma.

—Eso es genial, pero solo para confirmar, ¿no recordaste nada más aparte de eso? —preguntó Marcus con cautela en su voz.

—No, nada más —respondí.

El doctor suspiró con cierta expresión de alivio y acercándose a mí con una sonrisa me extendió su mano diciendo.

—Pues mucho gusto Max Blair, yo soy Marcus Gray, tu doctor.

—Igualmente doctor Marcus —respondí a su saludo.

Mientras mis pensamientos me distraían llegue a mi habitación, al entrar en ella una sensación de tranquilidad me invadió, comenzaba a acostumbrarme a estar allí, por lo que me acomodé en mi acogedora, pero nada cómoda, cama y me puse a leer el libro que estaba en mi mesa de luz.

Los primeros días que estuve ingresado no tenía mucho que hacer, con mis heridas aún sin sanar y la televisión de mi cuarto descompuesta no había con qué entretenerme.

El primer día que Susi fue asignada para estar a cargo de mí, trajo consigo un libro como regalo para mí; según ella, era una buena forma de mantenerme ocupado y de ampliar mi capacidad de conversación, que en ese momento no era muy buena.

La historia del libro era sobre la vida cotidiana de un joven centrado en el trabajo y desinteresado por el resto de cosas, hasta que un día por azares del destino o pura coincidencia, salva a una niña de un accidente. Ella, como agradecimiento le muestra lo bello de la vida y el por qué valía la pena vivirla al máximo.

Podría parecer extraño, pero la historia del joven se me hacía muy familiar, tal vez en otro momento hubiera leído esa historia, era posible pues, según Susi, ese fue un libro muy exitoso cuando salió a la venta hace varios años.



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En el texto hay: misterio, romance, amistad

Editado: 24.03.2024

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