El misterio de Luna

Capítulo 19

Un rasqueteo se escuchó en la habitación. Desperté por la mañana con una sensación diferente, me sentía muy liviano, como si me hubieran quitado un enorme peso de encima. Miré a los alrededores en busca del origen del ruido, y ahí estaba, el mismo gato negro parado en mi ventana queriendo entrar adentro del cuarto.

Mientras me levantaba de la cama para abrir la ventana un pensamiento cruzó por mi cabeza «cómo es posible que este gato campe a sus anchas sin ser sacado del edificio». Tal vez su dueña tenía algo que ver, pensé en la misteriosa señora que estaba en la zona abandonada. Pensándolo fríamente nunca le dije a alguien sobre ella, no porque no quisiera, simplemente no lo podía hacer, como si lo olvidara cuando fuera a decir una palabra sobre ella.

Entre mis pensamientos llegué hacia la ventana, le quité el seguro y la abrí para dejar pasar al gato, pero este no entró, se quedó allí en el borde de la ventana mirándome.

—No otra vez, ¿ahora qué es lo que quieres? —le pregunté frustrado.

El gato solo maulló y de un brinco saltó a la rama del cerezo y girando su cabeza se detuvo como si esperara algo o alguien, probablemente a mí.

—Deja vú, espérame ya voy —dije mientras me preparaba para seguirlo.

Mientras me alistaba los recuerdos de la noche anterior llegaron a mi cabeza, el temor de que haya sido solo un sueño me invadió junto con ellos, pero al ver la foto de mis padres, me tranquilicé. Todo fue real, tenía una hermana, ella me quería y cuando saliera de aquí podríamos vivir juntos. Los pensamientos e ideas brotaban en mi mente, pero los maullidos del gato, ahora sentado en mi cama, me devolvieron a la realidad.

—¿Cómo fue que llegaste aquí? —pregunté confuso.

El gato solo se bajó de la cama y se dirigió a la puerta. Allí se quedó sentado esperando, parecía que no iba a poder negarme esta vez.

Abrí la puerta lentamente y el felino fue el primero en salir, parecía bastante apurado, por lo que me dispuse a seguirlo por los pasillos; no había muchas personas a pesar de que era un horario relativamente concurrido a la mañana.

De pronto sentí un fuerte golpe a mi costado que provocó que perdiera el equilibrio, pero por suerte no caí al suelo. Suerte que no tuvo la persona con la que tropecé, quien al caer quedó sentada en el piso quejándose.

—Auch, ¿por qué no te fijas?

—Tu fuiste la que…

Ambos nos miramos y al instante nos reconocimos, era la misma chica bella con la que choqué hace casi un mes. Era increíble que la reconociera y más aún que volviéramos a chocar por segunda vez.

—¡Tú otra vez!

—¡Tú otra vez!

Ambos lo dijimos al unísono, mientras la mujer se acomodaba los zapatos que se le cayeron por el golpe ella me dijo.

—Tú… ¿cómo te atreves a chocar conmigo por segunda vez?

— Yo no fui, usted fue quien me chocó —repliqué dándole la mano para ayudarla a levantarse.

—No necesito tu ayuda, además estoy llegando tarde, si me disculpas —dijo rechazando mi mano y yéndose hacia la salida del hospital.

—Ojalá fuera tan amable como bonita, en fin ¿dónde está…?

El gato maulló al ver que lo estaba buscando, se lo veía muy cómodo sentado y observando toda la situación que había vivido hace unos segundos, entonces volvimos a partir. Seguimos por un rato más hasta que se dirigió hacia el patio, en el cual, en una banca estaba sentada la señora mirando tranquilamente el cerezo.

El gato se acercó rápidamente a ella, se posó en su regazo y se durmió mientras ella lo acariciaba. Poco a poco me acerqué a la misteriosa mujer que no apartaba su vista del inmenso árbol, con una sonrisa en el rostro.

—Disculpa, ¿puedo sentarme? —pregunté con nerviosismo y cortesía.

La mujer asintió y con su mano me indico para que pudiera sentarme tranquilamente a su lado, todo sin despegar la vista del árbol frente a nosotros. Hubo un silencio de un par de minutos en los que nadie dijo nada, honestamente me sentía un poco incómodo con la situación, por lo que decidí hablar primero.

— Nunca le agradecí apropiadamente lo que hizo por mi amiga Trish —comencé.

— No te preocupes. Lamento mucho lo sucedido, era una buena niña.

— Sí, lo era.

La conversación se volvió a detener, parecía que la mujer no deseaba dejar de ver el árbol, cosa que me extrañó un poco, pero había cosas más extrañas en mi vida que eso. Mientras pensaba, la mujer volvió a hablar.

—Sabes, mi padre plantó este cerezo hace muchísimo tiempo, desde entonces lo he visto crecer tan grande y fuerte. Siempre vengo a visitarlo y me alegra saber que a los demás pacientes de aquí les encanta.

La mujer hablaba como si de un viejo amigo se tratase. Pero por mi parte las dudas crecían ¿qué edad tendría esa mujer para poder ver semejante árbol crecer?, si su padre lo plantó… ¿Cómo es que se construyó un hospital a su alrededor? y por lo que me habían dicho este árbol ya estaba aquí mucho antes siquiera de que se pensara construir el hospital.

Me limité a escuchar a la mujer, no veía sentido en preguntarle tantas cosas o contradecirla, además su expresión no era la de una persona que inventara tal historia solo para hacer conversación.



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En el texto hay: misterio, romance, amistad

Editado: 24.03.2024

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