El Misterio Del Área De Descanso primera parte: km 27

PRÓLOGO

EL MISTERIO DEL ÁREA DE DESCANSO

Primera parte: Km 27

 

 

IVÁN GARBU

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A mis tres compañeras de vida, por todo el tiempo que les he robado. Lo devolveré, lo prometo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo importante es la compañía, no el lugar ni las circunstancias.

 

PRÓLOGO

 

—¡Mierda, estamos encerradas! —exclamó Sandra.

—No me jodas, espera, que no veo nada, llama a tu hermana, ¡rápido! —dijo Andrea.

—No tengo cobertura. ¿Y tú?

Andrea sacó su teléfono del bolsillo con cierta dificultad. La mano le temblaba.

—Tampoco. Estamos jodidas.

—¿Tú crees que saben que estamos aquí?

Andrea no contestó. Encendió la linterna del móvil para inspeccionar el habitáculo cuando algo le rozó el tobillo.

—¡Hostia puta! ¡Una rata!

El animal emitió un terrorífico chillido y despareció por una alcantarilla de desagüe. El olor a muerte y a podrido se hacía insoportable en aquel cuarto oscuro. Sandra también encendió su linterna.

—Debe haber un interruptor por alguna parte —susurró.

—No hay nada, seguro que está por fuera —contestó Andrea.

—¡Dios!, hace un calor del infierno.

El cuarto era lo más parecido a una sala de despiece, aunque había algunos elementos que no cuadraban. Aquella sucia mesa metálica en el centro y esa vieja pantalla fluorescente colgada del techo por unas cadenas oxidadas no tenían pinta de cumplir con ninguna normativa de sanidad. Los azulejos de las paredes estaban amarillentos y tenían todas las juntas descascarilladas. El suelo, que alguna vez fue impermeable, estaba ahora totalmente cuarteado. Parte del falso techo desmontable colgaba desvencijado, dejando entrever el techo real, por donde se escuchaba el leve correteo de las cucarachas. Una de ellas cayó al suelo y se perdió entre las rendijas.

—¡Qué asco, joder! ¿Dónde coño estamos? Estoy empezando a asustarme de verdad —‍dijo Sandra.

—¡Shhh! Calla. ¿Oyes eso? —susurró Andrea con el dedo índice sobre los labios.

—Mierda, mierda, mierda, son pasos. Viene alguien —masculló Sandra aterrorizada.

—Siento haberte metido en este lío, Sandra, de verdad.

—Déjalo, Andrea, aquí estamos por mi culpa, ya no podemos hacer nada. ¡Joder!, no quiero morir así, yo solo quería ser veterinaria. —Sollozó Sandra.

El pomo de la puerta emitió un pequeño crujido. Alguien intentaba abrirla. Comenzó a girar.

 




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