Rayos de luz atraviesan la ventana y van fulminantes directo hacia mis ojos, logrando despertarme. Pero, ¿cómo he llegado aquí? ¿Dónde estoy? Eso intento descifrar mientras analizo las paredes de la habitación (que no es mía). Al parecer, estoy en la segunda planta de lo que parece una gran casa. Intento reconocer algo, pero es inútil; desde que llegué a Inglaterra sólo he visitado mi desordenado apartamento, la universidad y aquella traumática cafetería.
Sin más preámbulos, decido salir de este espacio, esperando obtener respuestas. Sin embargo, no encuentro nada que pueda ayudarme; el lugar está aparentemente vacío. Es tan extraño... Lo último que recuerdo es haber tenido una charla con Connor después de mi ataque.
Mientras mi cabeza da vueltas sin parar sobre esto, percibo que la puerta principal se abre y, como era de esperarse, mi querido héroe ingresa a la propiedad.
—¿Puedes explicarme por qué estoy aquí? —me dirijo hacia él, que trae una especie de caja de herramientas consigo. Espero que no sea una clase de psicópata o algo así.
—Ante todo, buenos días. ¿Cómo estuvo tu sueño? —evade mi pregunta, lo cual empieza a asustarme.
—Bueno, supongo que, fuera de amanecer en un lugar extraño y con la mente revuelta... sí, mi sueño fue estupendo —respondo con sarcasmo.
—Sé que estás confundida y voy a explicarte todo; es menos aterrador de lo que crees —dice mientras empieza a reír sutilmente—. Anoche te quedaste dormida en tu apartamento mientras conversábamos...
—El detalle es que este no es mi apartamento —lo interrumpo.
—En efecto, no lo es. Es mi casa. Como iba diciendo, te quedaste dormida en el sofá, que me pareció muy incómodo para ti, así que te tomé en brazos para llevarte a tu cama. Pero enseguida recordé que no estaba disponible, como habías comentado, y no iba a dejarte dormir sobre un colchón en el frío suelo —explica.
—Y entonces me trajiste aquí. ¿Es correcto?
—Así es. No sé por qué estás tan irritada. Acabo de volver porque salí muy temprano a dejar preparado tu nuevo hogar; la cama está lista, el comedor también...
—Lamento haberme enfadado contigo, y muchas gracias por hacer eso por mí; significa mucho —lo interrumpo nuevamente, esta vez expresando mi gratitud con un inesperado e impulsivo abrazo. Retrocedo al instante; no sé por qué hice algo así, apenas lo conozco desde ayer.
—Iré a tomar una ducha —dice nervioso. Está claro que no quiere hablar sobre lo raro que acabo de hacer, y así es mejor para los dos.
Me desplazo por la casa sin rumbo y, sin planearlo, me encuentro con el paraíso en la tierra (o al menos mi paraíso): una biblioteca, muy grande, ordenada y hermosa. Amo leer desde siempre y he visto muchas bibliotecas a lo largo de mi vida, pero nunca una tan grande dentro de una casa. Al parecer, Connor y yo tenemos hábitos en común. Esto se pone interesante.
—Te llevaré a clase; aún estamos a tiempo —oigo a mi espalda.
—De acuerdo, tomaré una ducha rápida y nos iremos —respondo mientras avanzo hacia la escalera, para luego volver a la habitación donde empezó esta mini aventura.