El Misterio del libro: El giro de mi vida

Capítulo 8

—No debiste irte sin avisar —me dice alguien mientras intento bajar las escaleras para volver a la fiesta. Es Stephanie.

—No pensé que les importaría. Al final, siempre he sobrado en el grupo —le recuerdo.

Ella frunce el ceño, claramente afectada, pero sin perder la paciencia.

—Eso no es cierto. Bueno, tal vez al resto no les importe nada, pero a mí sí. Y me dolió profundamente en el alma que te hayas ido sin dar ningunas explicación. Esa es la razón por la que he venido: porque necesitaba verte, no solo por la comida ni por la fiesta como los demás —explica, con una sinceridad que hace vibrar cada palabra.

Me quedo en silencio, sintiendo que el peso de mi ausencia y mi silencio le ha causado daño. La depresión, esa sombra oscura que me había atrapado, me cegó ante las personas que realmente estaban para mí. No podía verlo ni sentirlo. Solo quería escapar de mi realidad, aunque eso implicara alejarme de quienes más me querían.

—Lo siento —digo con la voz quebrada—. No he estado bien últimamente. La depresión me consumió y no supe cómo manejarlo ni cómo mantener a quienes me importan cerca. Solo quería huir de todo eso. Te juro que no fue mi intención lastimarte —me expreso con la mayor sinceridad posible, esperando que lo entienda.

Ella baja la mirada por un instante, como si procesara todo lo que le he dicho. Luego, me mira con ternura y una leve sonrisa.

—No lo sabía, Cadence… La verdad, vine por una explicación, ya que no me parecía apropiado hablar por teléfono sobre todo esto. Pero ahora que entiendo tu punto, me gustaría retomar nuestra amistad, si tú estás de acuerdo —me dice, tendiéndome la mano no solo físicamente, sino en señal de reconciliación y esperanza.

—Es lo que más quiero —respondo, sintiendo que se me escapan las lágrimas—. Gracias por no rendirte conmigo —digo antes de estallar en un llanto que había contenido por demasiado tiempo.

Ella me abraza con fuerza, como si quisiera traspasarme toda la fuerza que necesito para seguir adelante. Realmente extrañaba a Stephanie, y ¿cómo no hacerlo? Hemos sido amigas desde que teníamos diez años, compartiendo secretos, risas y tristezas. Fue la primera persona que conocí cuando me mudé a este distinguido vecindario, un lugar que en ese momento me parecía tan ajeno y hostil.

En aquella época, mi vida estaba patas arriba: mi padre lejos, una casa lujosa pero fría, y un mundo lleno de prejuicios para que una niña frágil pudiera sobrevivir. Ella fue quien me ayudó a atravesar la crisis; no era su deber, pero decidió hacerlo. Tal como lo está haciendo ahora.




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