Me despedí de mis parientes con la fácil excusa del regreso a clases y ahora estoy al lado de mi amado, a pocos minutos de aterrizar en Londres. Por fin siento un pequeño respiro después de tanto tiempo; Connor y yo juntos, volando sobre todo lo que podría hacernos daño. Por un momento, somos inalcanzables.
—Aún es temprano para volver —dice de repente cuando llegamos a la puerta de su casa.
—¿A dónde más iríamos? —pregunto, con inocencia.
—Aprovechando que tenemos todo listo, ¿por qué no vamos a Brighton? Está muy cerca. Podemos pasar la semana ahí para distraernos un poco —propone.
—¿Hoy mismo?
—Sí, será nuestro primer viaje juntos de manera oficial. Acepta, por favor —suplica.
—Espero que seas buen conductor —bromeo, para que sepa que acepto. Él sonríe y me invita a entrar al auto.
El viaje dura unas dos horas, y me emociona pasar tiempo con él más allá de la rutina diaria. Estamos creando recuerdos juntos, y eso demuestra cuánto me aprecia. Siempre he amado los viajes por carretera (incluso más que los vuelos); me recuerdan a la infancia, cuando mi padre solía llevarnos de paseo en familia. Decido ganar tiempo y reservo una habitación en uno de los hoteles mejor valorados; la tecnología y los celulares son un aliado para planes espontáneos.
Llegamos justo al atardecer. Ya instalados, nuestra habitación tiene una hermosa y romántica vista al mar.
—Gracias —le digo mirándolo.
—¿Por qué? —pregunta, desconcertado.
—Por pensar en mí y regalarme un momento de tranquilidad a tu lado —respondo.
—Todo lo que he hecho, hago y haré será por el amor que te tengo —contesta cálido. Luego me besa y yo lo correspondo. Nuestro primer beso, hecho realidad como en un cuento de hadas. El ambiente es perfecto y disfrutamos de un tiempo tranquilo, al menos por ahora.
Connor está agotado y apenas puede mantenerse en pie, así que decide ir a dormir para descansar. Yo, en cambio, me siento llena de energía. Salgo de la habitación y me aventuro a recorrer el hotel. Es tan bello como en las fotos. Bajo a la primera planta buscando algo divertido y encuentro la piscina. Aquí en Inglaterra hay una ola de calor y un baño sería ideal. Aunque no traje traje de baño, llevo shorts y camiseta. Veo que el lugar está vacío, así que me preparo para nadar. Me quito las zapatillas y dejo caer la camiseta a un lado, quedando solo en brasier y shorts. Entro al agua tibia y comienzo a nadar. Me siento libre; es como si esta fuera mi verdadera vida y acabara de despertar de un mal sueño.
De pronto, siento algo puntiagudo en mi espalda. Giro con cuidado y veo al hombre que intentó hacerme daño aquel día, apuntándome bajo el agua con un cuchillo. ¿Cómo pudo encontrarme? ¿Cuándo entró si la piscina estaba vacía?
—No grites ni hagas nada o te arrepentirás —amenaza.
Obedezco mientras salimos del agua. El frío del metal contra mi piel me hiela. Nos dirigimos a una puerta oculta, probablemente una salida de emergencia. La usa para evitar la recepción y a la mayoría de personas. Me resigno, pensando que es mi destino; nadie puede escapar de esto. No puedo ni hablar, ni suplicar por mi vida; solo tiemblo y me consume el miedo. Odio mi propio mecanismo de defensa.
La habitación está vacía, con la cama tendida y sin pertenencias. Dos opciones pasan por mi mente:
Vino solo para matarme y por eso no trajo equipaje.
Se hospeda en otra habitación y tiene esta preparada para sus crímenes.
En realidad, no importa cómo hayan sucedido las cosas o por qué; nada cambia el hecho de que estoy aquí. Él simplemente me ordena acostarme en la cama y comienza a atarme con una soga para que no pueda escapar. Luego se va y cierra la puerta. No entiendo su plan, pero me preocupa que vaya a buscar a mi novio para vengarse por lo que pasó antes. No puedo aferrarme a otra cosa que no sea esperar.