El Misterio del libro: El giro de mi vida

Capítulo 12

Observo cómo la habitación se oscurece. He pasado aquí toda la tarde y no tengo ninguna señal de ayuda. Debería tener hambre, pero estoy tan asustada que no puedo pensar ni sentir con claridad. De pronto, oigo que la cerradura empieza a abrirse; mi cuerpo se estremece. No puedo imaginar lo que será de mí en los próximos minutos. Mi temor se reduce cuando una mujer entra a la habitación y comienza a gritar al contemplar el escalofriante escenario.

—¡Ayúdame, por favor! —sollozo.

Ella se acerca a mí con miedo, pero dispuesta a librarme de este infierno. Finalmente, logra desatarme. Me quedo sentada al borde de la cama mientras ella llama a la dirección del hotel. Minutos después, llegan unos representantes para investigar el caso y explicarle lo sucedido a la huésped que acabo de espantar. Mi cuerpo sigue temblando y no sé cómo detenerlo.

—Cadence... —alguien se acerca a mí, sollozando mi nombre, esperando una respuesta. Es Connor. Me alegra que esté bien, pero soy incapaz de hablar.

—Necesito que revisen las cámaras y averigüen quién hizo esto —se dirige a los hombres encargados del lugar. Ellos asienten y luego se van con aquella amable joven; supongo que van a reubicarla o a devolverle su dinero.

Connor vuelve hacia mí y me sostiene en sus brazos para llevarme de vuelta a nuestra habitación. Allí me ofrece una taza de té; es lo único que puedo aceptar.

—Necesito que hables conmigo. Te estuve buscando por todos lados. ¿Por qué estás vestida de esa manera? ¿Qué te hicieron? —pregunta angustiado.

—Debiste avisarles antes…

—Lo sé. No quería hacer un alboroto por nada. Perdóname, por favor —dice mientras se acerca a mí.

—Aquel hombre, fue él. Vino a vengarse de mí porque tú me defendiste la vez anterior —explico.

—Lo encontrarán. En la mañana sabré lo que pasó exactamente —afirma.

—¿Cómo te enteraste? —mi curiosidad me hace querer hablar más.

—Unas personas empezaron a hablar sobre unos gritos escalofriantes en el quinto piso, así que fui a revisar por si eras tú. Pero eso ya no importa; te encontré y no dejaré que se acerquen a ti otra vez —me reconforta.

Se levanta de la cama para revisar mi maleta y me entrega un pijama, sugiriendo que debo quitarme la ropa todavía húmeda. Lo recibo y él se dirige fuera de mi vista, supongo que a la sala de estar para darme privacidad. Enseguida regresa al escuchar mi señal de que estoy lista. Se recuesta a mi lado para arrullarme mientras intento dormir. Aún estoy asustada, pero él me brinda seguridad.

La mañana siguiente despierto sin sus cálidos brazos. Se ha ido, así que, por seguridad, decido cerrar la puerta con cerrojo desde adentro. Encuentro mi teléfono sobre la mesa de noche y llamo a Connor para tener noticias.

—Ya vuelvo, solo espera un minuto —dice al contestar e, inmediatamente, termina la comunicación. Es muy extraño y poco cortés.

—Soy yo, abre la puerta —oigo al fin.

—¿Qué descubriste? —cuestiono cuando lo tengo enfrente.

—Tienes que verlo por ti misma. He conseguido que me den una copia; pagué para que la grabación original fuera borrada —dice, con tono preocupado, mientras me muestra su teléfono celular.

Presto atención al video con el miedo de volver a ver el rostro de ese sujeto; sin embargo, él nunca se aparece. Lo único que muestra ese registro visual es a mí, caminando sola y por voluntad propia. No hay nadie detrás de mí ni tampoco existe la prueba de un cuchillo apuntando justo a mi espalda.

—No lo entiendo… —expreso mi confusión mientras me dejo caer en la cama.

—Tal vez tienes mucho estrés acumulado —sugiere.

—Esa es una forma sutil de decir que estoy desquiciada —protesto y me levanto furiosa.

—Tu bata está cubierta de sangre. ¿Estás bien? —me sigue, preocupado. Le aseguro que estoy bien; no quiero que me toque, pero hace caso omiso y logra descubrir mi espalda.

—¿Terminaste de desvestirme? —reclamo.

—Cadence, tienes una herida, una equis para ser exacto. Y no es un rasguño; es algo profundo —dice, alarmado. Es extraño, no siento dolor.

Me pide que me mantenga calmada sobre la cama mientras él llama al tópico del hotel. Tras unos minutos, está aquí y trata mis heridas. Acto seguido, empieza a hacer preguntas innecesarias, las cuales invitan a una acusación en contra de Connor, pero él sabe manejar la situación y solo le paga para que guarde silencio.

—Se ha ido —anuncia.

—¿Es una prueba suficiente de que no miento? Ese hombre me dirigía con un cuchillo en la mano —aclaro.

—Quiero creerte, pero esto no parece algo normal. Alguien te cortó, alguien te amarró, pero ese alguien no existe. Tal vez no es un alguien, sino un “algo” —dice, asustado.

Tiene sentido; en el libro mencionan que el destino no es negociable, que nadie puede interferir, pero jamás hablaron sobre un espectro que toma la forma humana de tu mayor trauma. Quieren que me aleje de Connor y que la profecía se cumpla; por eso me marcaron. Es una advertencia.

—Es el libro, ya te lo he dicho —replico.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.