El Misterio del libro: El giro de mi vida

Capítulo 13

Llevo casi seis días en cama y, desde luego, me siento bien (en ningún momento sentí dolor). Sin embargo, Connor ha insistido en esperar. No he hablado con él desde aquella “discusión”; él solo se encarga de traer la comida y luego desaparece por completo. No quiere intercambiar palabras conmigo por miedo a que me altere y estropee el proceso de cicatrización. Mañana debemos volver a clases y, realmente, no sé si partiremos hoy. Nunca he tenido la virtud de la paciencia, así que decido irme por cuenta propia. Tomo mis cosas, aprovechando que no estoy custodiada en este momento, y pido un taxi con destino a Londres, sin importar el costo. Tras un par de horas, llegamos. Una parte de mí se siente mal por Connor; lo he dejado sin ninguna explicación y no será la primera vez que se preocupe.

El departamento se siente solo, como de costumbre. Quiero apreciar el arte tallado con sangre que han dejado en mi cuerpo, así que me dirijo al espejo tratando de buscar el lugar del corte. Pero simplemente no estoy segura. Busco en cada rincón de mi espalda, pero es imposible encontrar algo; no hay absolutamente nada, ni siquiera una marca o cicatriz.

Mi teléfono vibra sobre la mesa y me hace temblar, a pesar de que solo se trata de mi novio furioso.

—Cadence, ¿dónde estás? —pregunta agitado.

—Tranquilízate. Salí solo porque necesitaba hacer algo —me excuso.

—Entiendo —suspira aliviado—. ¿Y dónde te encuentras exactamente?

—En Londres.

—¡¿Estás bromeando?! —se altera nuevamente.

—No, y no me grites, porque no estás en posición de hacer reclamos. Simplemente te diré que me siento recuperada y mañana iré a la escuela. Si quieres hablar, ya sabes dónde encontrarme —digo antes de romper la comunicación. No planeo contarle lo que descubrí hace un momento, ya que eso reafirmaría su idea.

Estoy desempacando mis cosas, ya que después del regreso a clases no tendré tiempo. Todos sabemos que la universidad es absorbente y necesita tu total atención (lo cual no creo conseguir). El cansancio me consume; esta actividad es realmente aburrida…

—¡¿Quién está ahí?! —es lo que digo al levantarme bruscamente de la cama. Al parecer, me he quedado dormida. Todo es oscuro y muero de terror; aun así, decido buscar al culpable de interrumpir mi sueño con un cosquilleo en el cuello.

Salgo en dirección a la sala de estar cuando me emboscan por el pasillo, aventándome contra un gran espejo. Me quedo paralizada otra vez mientras alguien me sujeta por detrás. Me niego a abrir los ojos para no tener que ver su reflejo, pero entonces oigo su voz diciendo “no interfieras”. Es un sonido petrificante. Antes de irse, clava, al parecer, una estaca justo en mi espalda, tal vez en el mismo sitio donde fui herida anteriormente. El dolor es agotador y no puedo respirar. En un instante, se ha ido; no siento la presión de su presencia y me tumbo sobre el suelo, dado que no está sosteniéndome más. Estoy aterrada y no sé si estoy lista para ver lo que ha dejado en mí. Siento que puedo morir y tal vez no pueda sanar…

Titubeando, me reincorporo y me acerco al espejo. Hay poca luz, aunque logro ver, quizás, la escena más terrible y espantosa de toda mi vida: tengo un agujero en el pecho, como si el objeto incrustado hubiera llegado hasta el otro extremo. Rápidamente corro hacia el interruptor y enciendo la luz. Entonces me doy cuenta de que no siento dolor; miro mi pecho y realmente no hay nada.

He permanecido en vela, con todas las luces encendidas en la casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.