El modelo perfecto del amor

Dieciocho

Ethan.

En los últimos meses he visitado más a el aeropuerto que la casa de mi madre, soy el encargado de recoger a las causantes de mis mentiras y de notar —nuevamente — que mis sentimientos por Giselle siguen presentes, a pesar de los años.

Rasco mi barbilla mientras me pierdo en mis pensamientos.

Nathan es bastante inteligente para notar que yo no estoy fingiendo ni un poco y hacerme notar lo peligroso que es eso.

La imagen de Sel llega como una ráfaga a mi mente, sus ojos azules siempre me cautivan con el contraste de su cabello oscuro pero hay algo en ella que me atrae mucho más, siempre ha sido así.

Puedo definirla de mil maneras pero jamás algún concepto logrará cautivar su esencia. Es tan compleja porque puede ser muy dulce y protectora como lo es con su familia pero también tiene un humor errático si siente que está en peligro, da esos comentarios pasivo-agresivos a medio mundo con una sonrisa que no los detectarias a menos que la conozcas lo suficiente.

Pero la conozco bien, y también a mi.

Estoy cayendo por ella, otra vez. Vaya, novedad.

Debería de estar aterrado porque sé como terminará esto, como hace un par de semanas, cada uno por su camino.

Mamá se equivocó, está vez lo hizo.

La voz mecánica resuena logrando que preste atención a los pasajeros que vienen llegando.

Una llamada aparece en la pantalla de mi celular, lo llevo a mi oreja mientras contesto.

Ya lo vi, Nathan. —anticipo — Me sorprende que apenas lo hicieran.

—Yo si estoy sorprendido. Su representante y yo pensamos que lo mejor es hacer ya el comunicado.

—Bueno, aquí tu eres el que sabe de eso —a lo lejos veo un par de personas que reconozco —Solo haz lo que debas hacer, tengo que irme.

Más tarde no quiero reproches de lo que hago.

—Tu limpiaras el desastre, tu problema.

Si, si, estás ocupado y debo hacerme cargo de esto, nos vemos.

—Suerte con ello —me burlo.

¡Espera! Vamos a programar una entrevista referente a su relación.

Frunzo en ceño mientras hago una mueca.

—No creo que sea necesario.

Lo es —afirma, luego cuelga.

No me da tiempo de volver a llamarle para persuadirlo de que no es necesario porque unos gritos llaman la atención de todos.

—¡Cariño!

Sonrio feliz de verlas, cuando llegan a mi las abrazo de manera que rien.

—¿Que tal el vuelo? —pregunto soltandolas y tomando un par de sus maletas.

—Cansado —responde Esther.

—Tonterías, tu prima se la pasó durmiendo —empezamos a caminar, guardamos las cosas en la cajuela y partimos rumbo a la casa de mamá.

Se negaron completamente a quedarse en otro lugar alegando que si venían pasarían todo el tiempo posible con nosotros.

—¿Y tu novia? ¡No nos habías dicho que regresaron!

Sonrio instintivamente.

—Era una sorpresa.

—Vaya sorpresa —murmura Esther, su mamá le da una mirada llena de reproche que ignora —Pero no te preocupes, cuando te vuelva a dejar te presentaré a personas que valen la pena.

No puedo evitar que duelan sus comentarios.

—¡Esther! —la reprende.

Aprieto mis manos alrededor del volante, Esther y Giselle convivían lo justo para decir que se conocían pero la primera nunca le terminó de agradar y bueno, Giselle se dio cuenta de ello logrando que su interacción sea de lo más incómoda.

Quizás también tiene algo que ver el hecho de que la mejor amiga de Esther y yo tuvimos algo hace demasiado tiempo pero según conclusiones de ambas, la culpa de que no llegara a más es de Sel.

Su mejor amiga es linda pero no existía esa conexión que se siente cuando estoy alrededor de cierta persona.

—¿Qué? No estoy siendo una mentirosa.

Tiene veinticuatro años apesar de que no suene como tal.

—Estas siendo maleducada, eso es lo que estás siendo.

Esther se inclina quedando en medio de los dos asientos.

—Si te aburres siempre puedo conseguirte una cita.

Frida, mi tía, está a punto de decirle algo más pero le hago una seña haciéndole saber que puedo con ella.

—Eres muy amable, primita, pero no creo que la idea le agrade a mi novia.

—¿Eso qué importa? Si tu quieres solo dime.

—Dejame aclararlo desde ahora, no, no quiero salir con nadie más que ella y puede que no te caiga bien pero tendrás que respetarla porque la quiero y es mi pareja, no te voy a obligar a que seas su amiga pero entiende que si estoy con ella es por algo.

》¿Y si me vuelve a dejar? ¿No has pensado que tuvo sus razones para hacerlo? No soy santo y cometo errores al igual que ella pero son cosas entre nosotros que no te incluyen. Espero que un día encuentres a una persona que te haga sentir que nadie nunca significo nada hasta su llegada porque cuando eso pase, entenderás mi pocision y porque no planeo ser un idiota con ella.

—No digas que nadie intento abrirte los ojos —Aprieta los labios y desvía la mirada, el transcurso del camino no dice nada.

A diferencia de ella, mi tía entiende los límites pero su hija no, no sé cuánto tiempo mis palabras la mantengan a raya pero espero que al menos dure hasta su partida.

Todo el día me quedo con ellas ayudándolas a instalarse, para cuando la noche cae todos nos sentamos a cenar.

Camino al comedor donde ya están cenando, encuentro a mamá en la cocina recargada de la barra.

Un sentimiento de angustia se instala en mi pecho.

—¿Mamá? —murmuro ayudándola a sentarse, le paso un vaso con agua que toma lentamente —¿Qué esta pasando? ¿Estas bien?

—Si —musita débilmente, parpadea y sonríe un poco.

—¿Qué sucedio?

—Nada, amor, solo me maree.

Estaría tranquilo pero un mareo en ella puede ser un indicio de que no va tan bien como creí.



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En el texto hay: humor romance juvenil, romance drama

Editado: 20.01.2021

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