Giselle.
La cena se acaba pero la celebración apenas comienza, como la mayoría del tiempo solo se reduce a cerrar tratos, elegir tus próximas opciones y bailes donde la buena música no siempre está presente.
Camino con un objetivo, Ethan lleva demasiado tiempo con el mismo señor y sospecho que su sonrisa ya no es tan real como en el inicio.
Mis manos sujetan su brazo, le dedico una sonrisa a labios cerrados.
—Hola, lamento molestar pero quisiera robarme un momento a Ethan —menciono, con la voz más melosa que puedo formar. —¿No le importa, cierto?
—Para nada, querida —afirma, su voz ronca me indica que tiene más edad de la que aparenta. —Todo tuyo.
Lo arrastro conmigo, fingiendo secretarle algo y cuando estamos bastante lejos nos acerco a la barra, asi puedo alejarme un poco sin temor a que huya.
—Tenemos que hablar.
—Hasta donde recuerdo yo intenté eso y no quisiste.
Bien, en eso tiene razón.
—Voy a seguir.
Me da la espalda, pide dos bebidas sin alcohol y regresa conmigo, enarca una de sus cejas.
—Ya no necesito tu ayuda.
Por cada terminación de mi cuerpo, corren sentimientos difusos y contradictorios, aprieto con fuerza el popote de la bebida que nos traen y suspiro. Me recargo contra la barra, jugando con la bebida.
—Entonces es cierto —su silencio solo me hace temer. —Dicen que sales con alguien más.
—Ojalá fuera tan fácil. Eres libre Giselle, es lo que querías.
Dejo atrás mi enojo, centrándome por lo que asistí.
—Jamás te pedí eso —murmuro, algo duele sabiendo que eso es lo que piensa.
—No pero en tus ojos estaba la súplica continua, nos estoy haciendo un favor.
Le creería, lo haría si me mirara a los ojos pero él también parece percibir que la bebida tiene su encanto para estar tan centrado en ella, lo único que puedo estar segura es de que no consiguió a un reemplazo.
—Tu lo dijiste, soy la única chica que puedo hacerlo.
Deja el vaso de cristal sobre la barra, sujeta con sus manos mi rostro y se acerca tanto, que temo solo estar soñando con su cercanía.
Su perfume me golpea con fuerza, fresco y duro, ni siquiera se cómo lo logra. Mis ojos no se pierden el detalle de que moja sus labios y su mirada trata de centrarse en mi.
—Has tomado una decisión y la acepto —susurra. Tan cerca y a la vez tan lejos de mis labios. — Ese día vi en ti la chica que siempre has sido, determinada y obstinada, estuve mal a decir que eras mi única opción porque es mentira, no puedo pensar en alguien más que mamá pueda amar más que a ti, tampoco puedo escuchar el sarcasmo y esos comentarios pasivo-agresivos de otra boca que no sea la tuya.
》Lo siento Giselle pero siempre he pensado en ti cuando esas imágenes vienen a mi mente, tu ya lo superaste y solo vine a alterar tu mundo.
Sus manos pierden el sustento pero soy más rápida que él, lo obligo a seguir manteniéndome cerca.
—Yo ya te escuché. Ahora te toca hacerlo —tomo una profunda bocanada de aire. —No me obligaste, para mi es tan fácil como decir que no pero algo dentro de mi me incito a decir que si.
》Este es mi trato, Ethan. Escúchalo y piensa, porque no pienso volver a repetirlo. No vamos a fingir, llámalo así si te hace sentir más cómodo pero no quiero hacerlo, quiero tener un romance y salir a citas, tomar de tu mano sin que pienses que es porque alguien nos ve. Dos meses, tres, el tiempo que dure en la ciudad tu familia, más dos semanas y terminamos, salimos de esta y obtenemos lo que queremos.
Sus labios se abren en sorpresa e incredulidad, le toma un par de segundos procesar lo que digo.
—¿Estas...?
Afirmo, estoy pidiendo justamente lo que piensa.
—Eso lo que quiero.
—¿Y si después de eso decides que no es suficiente?
—¿Qué si quiero más?
—Eso... —musita, sus ojos adquieren esa determinación. —¿Y si yo también quiero más?
—Es un trato, estoy dejando sobre la mesa todo lo que debemos de saber. Puedes enamorarte pero después de ese lapso de tiempo, cada quien seguirá con su vida.
—Olvidas una cosa, Giselle.
La intensidad de sus ojos hacen que me pierda en ellos, no sé si es el efecto del alcohol de una copa o la valentía que colisiona en mi sistema pero hoy no tengo temor de admitir que quiero más.
—¿Qué cosa?
—Ya te has enamorado de mí, ¿qué te impide que lo hagas de nuevo?
—Nada —me sincero con él. —No hay nada que me detenga pero las mismas condiciones para ambos.
De reojo, puedo ver que algunos nos prestan atención. Unos son modelos, fotógrafos e invitados del lugar.
—Estás jugando con fuego, nunca fuiste demasiado buena en eso.
—Pero tú sí, así que no deberías de estar asustado.
—No lo estoy, no por mi. Temo por ti.
Mis manos sueltan las suyas, instintivamente van detrás de su cuello perdiéndose entre las hebras de su cabello y no me suelta, me acerca más a él.
—Yo cuidaré de mi corazón, asegúrate de ti y no tendremos problemas.
Solo que si, el mío ya está bastante comprometido pero eso es algo que yo resolveré.
—No estoy seguro... —niega, suelta un suspiro que roza mis labios y me abstengo de eliminar la distancia entre ambos.
—No tienes que aceptar jus...
—No malinterpretes mis palabras —me corta, acercándose. —Estoy dentro de tu raro y peligroso juego.
Es todo lo que necesito para acortar la distancia, mis labios se mueven con suavidad sobre los suyos inmóviles pero son rápidos y ágiles al tomar el rumbo. La calidez de ellos fusionan con la frialdad de los míos, pero me gusta la sensación de derretirme en su boca mientras siento el sabor de las frambuesas debido al champagne que previamente tomé, lo acerco mucho más a mí aferrando mis dedos en su cabello, sus manos viajan a mi cintura pegándome a él con necesidad. No es un beso rudo pero si fuerte, donde me deja saber lo mucho que añoraba besarme y donde descubro que no es el único, mi mundo no da vueltas pero si que siente que todo cambió.