U N O
Kiran pasó la mayor parte de su vida recluido en el castillo, sin la oportunidad de salir o interactuar con nadie. Sus padres solo le proporcionaban comida dos veces al día y nunca se atrevían a mirarlo a la cara, temerosos de que la serpiente que los había amenazado regresara. Con el tiempo, aquel niño creció y alcanzó la adultez, mientras en el reino se esperaba que él, al menos al cumplir veinte años, pudiera presentarse ante personas de importancia. Sin embargo, el caso de Kiran fue muy diferente.
Finalmente, a los veintiséis años, tuvo la oportunidad de salir al mundo. Se le conocía como el "príncipe virgen", ya que muchos eran conscientes de que nunca había estado con una mujer, lo que atrajo la atención de numerosas damas influyentes que deseaban ganarse su favor. A pesar de su vida apartada, su impresionante belleza no pasaba desapercibida, y su presencia atraía tanto a hombres como a mujeres a su alrededor.
Kiran se puso por primera vez un traje elegante. Disfrutó de su primera copa y comió con calma, sin que nadie lo apresurara a terminar. Muchas mujeres intentaron acercarse a él, pero él las ignoró, como había hecho toda su vida. Tras tantos años, finalmente vio a su hermano Ronan, quien, en lugar de saludarlo, lo pasó por alto, lo que llevó a que muchos hicieran lo mismo.
Según la tradición, al llegar a cierta edad, el heredero podía elegir a su futura esposa, sin que importara su clase social; lo que más les preocupaba era cumplir con el deseo de aquellas criaturas que los observaban. El segundo hijo, como Kiran, también podía elegir, pero solo después de que su hermano Ronan hiciera su selección. Kiran no le daba demasiada importancia a este ritual, aunque sus padres temían que, si no le ofrecían al menos una esposa, esas entidades se volverían en su contra.
Las mujeres se presentaban para bailar, mostrando sus mejores atributos. Algunas eran sutiles y elegantes, otras más provocativas. Ronan, indeciso, optó por una mujer de cabello rubio, ojos verdes y piel pálida; era una duquesa llamada Liora. Sin embargo, Kiran se dio cuenta de que ella lo miraba a él con demasiada frecuencia, en lugar de a su hermano, así que decidió alejarse rápidamente.
Cuando llegó el turno del príncipe Kiran de elegir, ninguna mujer se atrevió a acercarse. A pesar de su atractivo, había algo en él que inspiraba un aire de inquietud, lo que hacía que los reyes intentaran persuadir a las jóvenes a participar, aunque la belleza del príncipe no fuera suficiente para disipar la tensión en el ambiente.
Kiran tomó un profundo aliento y sintió el deseo de alejarse de aquel lugar; su mente lo llevaba hacia el lago. "Quizás si la llamo, ella vendrá", se repetía, pues a pesar del paso del tiempo, aquel recuerdo permanecía vívido en su corazón. Justo cuando estaba a punto de descender los escalones, una bailarina se acercó a él. Su cabello rizado, su piel pálida y sus ojos color miel lo cautivaron al instante.
“No puede ser ella”, murmuró para sí mismo. La mujer comenzó a danzar frente a Kiran, con una gracia que era a la vez seductora y etérea. Aunque su rostro estaba parcialmente cubierto, aquellos ojos le revelaron lo que su presentimiento ya sabía.
— ¿Ulani? — preguntó Kiran, ella se sorprendió al escuchar su nombre — ¿Eres realmente tú?
La mujer continuó su baile, intentando no levantar sospechas. Se acercó un poco más y le respondió en un susurro:
— ¿Kireen? — su pregunta fue como un eco de su propia sorpresa. Aun así, eso confirmó la identidad de la joven para el príncipe.
Cuando la música llegó a su fin, varias mujeres que no habían participado en el baile se sintieron motivadas a intentarlo de nuevo. La osadía de una simple bailarina nocturna al acercarse a un hombre de su estatus despertó la envidia entre las demás.
Los padres de Kiran estaban dispuestos a intervenir, pero él los detuvo. Con las manos en el rostro cubierto de su antigua amiga, transmitió su mensaje con firmeza.
— La quiero a ella, padres — su voz resonó con una suavidad profunda —, la quiero a ella como mi esposa.
Al oír sus palabras, todos se sintieron profundamente ofendidos. Los reyes, sus padres, le explicaron que no podía unirse en matrimonio con una mujer cuyo rostro no había visto. Sin embargo, Kiran respondió con una contundente afirmación que dejó a todos los presentes sin palabras.
— No necesito ver su rostro, lo que realmente me importa es la conexión que siento con ella — dijo Kiran, tomando la mano de Ulani y llevándola lejos de la mirada inquisitiva de los demás.
Regresaron al lugar donde se habían encontrado por primera vez. Kiran sentía que sus manos temblaban, invadido por la ansiedad de cómo podría reaccionar Ulani. Ella le daba la espalda mientras él inhalaba el aire fresco del bosque que tanto había deseado.
Cuando finalmente se dio la vuelta, se dio cuenta de que la joven a la que había conocido se había transformado en una mujer. Ulani se quitó la tela que cubría su rostro, y al mirarlo, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Sin pensarlo, se acercó a él y lo abrazó con fuerza.
— ¿Te han secuestrado, verdad? — Ulani en su mente, aterrorizada por la idea de que aquel niño que había conocido había sido capturado y maltratado por los reyes debido a su apariencia vulnerable — ¿Te adoptaron solo para burlarse de ti?
Aunque no había sido secuestrado, durante todos esos años se sintió como si lo hubiera sido. Sus preguntas eran complicadas de responder, pero había anhelado con todas sus fuerzas que ella lo abrazara de nuevo. Un abrazo cálido, mientras Ulani acariciaba su largo cabello negro; había extrañado esa sensación de alivio y seguridad durante tanto tiempo.
Se sentó en el suelo junto a ella y comenzó a relatar su historia, con lágrimas asomándose a sus ojos. En su mente, imaginaba que Ulani lo rechazaría, llamándolo mentiroso y alejándose de él. Sin embargo, cuando ella escuchó su relato, en lugar de eso, suspiró y lo envolvió en un abrazo reconfortante.