El monarca de las serpientes.

Capítulo tres: Un aroma especial.

T R E S

Al finalizar su desayuno, Kiran sintió una extraña inquietud que se apoderaba de su interior. Su corazón latía desbocado, su cabeza la sentía como si estuviera a punto de estallar. ¿La causa? No había una razón aparente; aquel joven no sabía cómo expresar lo que sentía en ese momento. Había pasado tanto tiempo sintiéndose miserable que había llegado a un estado en el que la vida le resultaba indiferente, incluso ansiando su propia muerte.

Ese hombre nunca había experimentado la comodidad. La felicidad, ese estado especial, le era completamente ajeno.

Cuando experimentaba emociones intensas, su cuerpo emitía un tipo de fragancia que podía intoxicar a quienes se encontraban a su alrededor. Desde que había sido marcado por aquella criatura despreciable, cualquier emoción que lo afectara con tanta fuerza impregnaba el entorno, a veces causando desmayos e incluso la muerte.

A menudo, no era consciente de esto, ya que se había habituado a esa parte oscura que los demás percibían en él. Sin saber qué era lo que realmente sentía, el olor emanó de su cuerpo, impregnando sin querer su aroma en Ulani. Por un instante no se dio cuenta, hasta que logró calmarse y se percató de que ella no mostraba signos de incomodidad ni indicios de peligro a su alrededor.

— ¿Hueles eso? — Ulani, miraba confusa a su alrededor después de terminar un trozo de pescado— huele a tierra mojada, pero no ha llovido. ¿Lo hueles tú también?

Kiran, sintiéndose avergonzado y tratando de ocultar su verdadera naturaleza ante la única persona que realmente valoraba, negó con la cabeza, disimulando que ese aroma era producto de su propia esencia.

— Tal vez todo lo que he estado pensando sobre tu historia me ha vuelto un poco loca, ¿no crees? — Ella entre risas, secaba sus manos en su desgastada ropa— creo que ya es hora de que hagamos un plan, Kiran.

— ¿Plan? — preguntó él, levantándose del suelo.

— Sí, un plan, para despojar del trono a esos miserables y devolver el poder a quien realmente le corresponde: a ti, el verdadero rey — Lo apuntó con su dedo como si su resolución le diera fuerza— y luego, que encuentres una esposa adecuada para gobernar a tu lado.

Kiran suspiró al escuchar sus palabras. Cuando él estaba encerrado entre esas cuatro paredes, sus opciones eran simples: escapar o resignarse a morir. Había intentado huir en numerosas ocasiones, pero los sirvientes siempre se lo impedían. El miedo se apoderaba de ellos, cuando el príncipe caía en la desesperación, serpientes comenzaban a aparecer a su alrededor. Para ellos, eso era un mal presagio, un indicio de que si Kiran se atrevía a abandonar el reino, este podría enfrentarse a la destrucción total. Así que lo mantenían cautivo, rodeado de su propia sombra que se proyectaba en las paredes, visible solo cuando la luna llena iluminaba las ventanas en las oscuras noches.

Su única esperanza era esperar el momento adecuado para buscarla. La única persona que siempre lo había visto como un ser humano, no como un monstruo, ni como alguien que no merecía existir.

Por el simple deseo de tenerla a su lado, Kiran aceptaba todo lo que decía, incluso ideas de traición que, de ser escuchadas, podrían llevar a que los colgaran sin dudarlo.

Al regresar al castillo, fue recibido en la entrada por sus padres, los reyes, y su hermano, el heredero de Trusey. Las miradas de desprecio que dirigían hacia él y su futura "prometida" eran tan punzantes que parecía que miles de cuchillas se hundían en su piel, y su familia eran sus verdugos.

— Hermoso día, ¿verdad, mi futura nuera? — La reina, una mujer de carácter imponente, hablaba con una frialdad que hacía que el ambiente se tornara incómodo en su presencia.

Kiran transformó su sonrisa en una expresión de deprecio, igual que los demás a su alrededor. Este cambio provocó que sus padres sintieran un leve temor, ya que podían percibir el extraño aroma que emanaba de él. Se cubrieron la nariz con pañuelos gruesos y retrocedieron rápidamente, dando cuatro pasos hacia atrás. Su hermano Ronan también sintió el efecto, pero logró soportarlo por unos minutos, ya que, al igual que los otros, esa toxina no les favorecía a ninguno del reino. Sin embargo, en medio del caos, se dieron cuenta de que la futura esposa de Kiran estaba a su lado, sin mostrar signos de repulsión ni de sufrimiento. De hecho, si uno se fijaba bien en sus ojos, se podía notar que parecía estar fascinada por ese olor que muchos consideraban mortal.

Ulani, con una sonrisa forzada al encontrarse con los reyes, supuso que despreciaban el extraño olor que los rodeaba. "Quizás es su perfume, hasta eso les desagrada", pensó. Aún ignorando la verdadera magnitud de la situación, sentía el impulso de defender a Kiran. Con voz cortés, se dirigió a su majestad, diciendo: “—Por supuesto, incluso se puede percibir un exquisito aroma a tierra mojada en las ropas de mi futuro esposo; me hacen sentir libre, lejos de este pequeño castillo—”, sus palabras sorprendieron a los reyes. Kiran no pudo evitar mirarla con asombro, ya que había olvidado por un momento que estaba a su lado. Esa reacción le hizo darse cuenta de que Ulani era diferente; el aroma tóxico que la rodeaba no solo no la afectaba, sino que, de alguna manera, parecía agradarle, como si creyera que se trataba de un perfume único de él.

Se detuvo y respiró profundamente, tomando la mano de Ulani para llevarla de nuevo hacia adentro. Los condimentos quedaron esparcidos en el césped, pero eso no le preocupaba; para eso estaban los criados. Sin embargo, una punzada de dolor comenzó a formarse en su cabeza, provocada por el estrés al notar el desprecio y el asco en las miradas de sus padres hacia su querida amiga, quien se arriesgaba por apoyarlo.

—¿Estás bien? —preguntó, deteniéndose en el pasillo que conducía a su habitación— perdónalos, siempre menosprecian a quienes no consideran dignos de su compañía.




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