C U A T R O
Ulani llevaba un vestido largo que cubría sus brazos, pero dejaba su espalda al descubierto. En esa delicada piel, se podían ver numerosas cicatrices de látigo. Kiran, al fijarse en cada marca, no podía evitar imaginar el sufrimiento y la agonía que habían dejado huella a lo largo del tiempo. Algunas eran cicatrices antiguas, tal vez de años pasados, mientras que otras aún mostraban signos de haber sido infligidas recientemente, quizás solo unos meses atrás.
—¿Vamos? —preguntó Ulani, extendiendo la mano hacia Kiran para tomar su brazo.
Él asintió y juntos comenzaron a caminar hacia el salón principal; allí se encontraba el comedor donde la familia solía disfrutar de la cena diaria. El mayordomo, responsable de todos los sirvientes, se quedó boquiabierto al ver al príncipe descender por las escaleras. Sin embargo, lo que realmente lo sorprendió fue la presencia de una mujer ataviada con vestidos tan finos. Ante sus ojos, no podía evitar sentirse impresionado por la belleza de la prometida del príncipe Kiran.
Kiran solicitó que se anunciara su llegada a la cena, y el mayordomo no dudó en cumplir con su petición. Aunque la mujer carecía de algunos modales y elegancia al caminar y hablar, su valentía brillaba al lado del joven príncipe, mostrando una fortaleza que no pasaba desapercibida.
“Anuncio la llegada del príncipe Kiran de Ruthford y su prometida, Ulani Sutreth”, proclamó el mayordomo, haciendo una profunda reverencia ante los reyes y los demás presentes. Nadie se dio cuenta de cómo se abrieron las puertas ni de cómo esos nombres resonaron en la mesa real.
“¡Imposible!”, murmuró la reina, visiblemente disgustada. No podía soportar la mirada de su primogénito. Siempre había evitado que él asistiera a las cenas, ya que eso solo le recordaba su existencia y los errores que había cometido como madre. Todos se levantaron de sus asientos para dar la bienvenida al príncipe, y cuando la reina fijó su mirada en su hijo, por un breve instante no pudo evitar sentirse sorprendida por la belleza de la mujer a su lado, olvidando momentáneamente su origen.
—¡Bienvenidos! —una voz profunda se dirigió a ellos, envolviéndolos en un abrazo. Era el rey, el padre de Kiran— Me alegra que hayas venido, aunque solo sea esta vez, querido hijo.
Kiran encontró el abrazo poco sincero, pero lo aceptó para evitar cualquier incomodidad o comentario hiriente hacia Ulani. No quería que nada empañara ese momento para su querida amiga.
—Ese vestido te queda magnífico; el tono de ocre rosa realza tu belleza —comentó la prometida de Ronan de manera genuina, admirando cómo Ulani brillaba en esas magníficas telas— deberías lucir más a menudo atuendos así.
Por primera vez, Ulani se sintió libre de responder con sinceridad. Al igual que la duquesa, alabó la vestimenta de su interlocutora, haciendo una reverencia en señal de agradecimiento. Esto dejó a muchos sorprendidos, porque creían que una mujer como ella no poseía tales modales.
Al tomar asiento en la mesa, un silencio incómodo llenó el ambiente; todos aguardaban la llegada de la comida. Cuando los sirvientes finalmente aparecieron, sirvieron los platos: una crema de espárragos elaborada con la nata de la leche de vaca, espárragos triturados, sal marina y un toque de hierbas finas.
La mayoría de los comensales quedó encantada al probar el plato, pero Ulani no pudo contener una mueca de desagrado. Liora, la prometida del heredero de Trusey, le preguntó si le había gustado, a lo que Ulani, intentando disimular, respondió que sí. Sin embargo, Kiran, con seriedad, pidió al mayordomo que probara el plato de Ulani para asegurarse de que todo estaba en orden, y el mayordomo no pudo negarse. Al probar la crema, su rostro también se torció en una expresión de desagrado.
—¿Qué significa esto? —Kiran no pudo contener su indignación, liberando su aroma tóxico que hizo que todos se levantaran de inmediato de la mesa— ¡Exijo una explicación!
Poco a poco, los asistentes comenzaron a desmayarse; los reyes intentaban calmar a Kiran sin éxito. La reina, en un acto de desesperación, lepidió a Ulani que razonara con su hijo, ya que ella era la única que se encontraba bien a su alrededor. Ulani, reconociendo la conveniencia de contar con la reina de su lado, aceptó sin dudar.
Con determinación, Ulani se acercó a Kiran y lo abrazó, lo que poco a poco ayudó a calmar su furia. Kiran, sintiendo el calor de la cercanía, no pudo evitar sonrojarse al notar la intensa mirada de su amiga.
—Perdonen mis modales, me retiraré junto a mi prometida —Kiran, hizo una reverencia como si nada hubiera pasado y se llevó a Ulani consigo.
Los sirvientes que aún permanecían de pie se apresuraron a abrir las ventanas, dejando que el fuerte aroma del príncipe Kiran se dispersara en el aire. En una esquina lejos de los demas, los reyes conversaban en voz baja, preocupados por el comportamiento de su hijo. El niño que habían criado para ser obediente y seguir sus órdenes había actuado de manera incontrolable, no solo en la cena, sino también cuando los encontraron junto a su prometida, disfrutando de un desayuno al aire libre. Les parecía absolutamente indignante y peligroso para la estabilidad del reino.
—Es un riesgo para nuestro hijo, Ronan —la reina hablaba despacio, cuidando cada palabra para que su hijo, que estaba siendo atendido por un boticario, no escuchara— ¿No crees que está tratando de rebelarse?
El rey desestimó la idea con un movimiento de cabeza. Para él, todo se debía a un enamoramiento repentino por esa joven de origen humilde, cuya presencia consideraba vergonzosa e inapropiada.
Por esta ocasión, decidiría pasar por alto ese hecho; aun así, aumentarían la vigilancia hacia ellos. Ronan disfrutaba por fin del aire fresco; deseaba ir directamente a donde se encontraba su hermano, pero los reyes lo disuadieron. Sabían que, aunque Ronan había sido bendecido por criaturas majestuosas, Kiran contaba con el respaldo del monstruo de escamas negras y doradas. Era esencial mantener a Kiran a raya, y la única manera de lograrlo era utilizando a esa joven, quien podría ser útil para devolver al príncipe serpiente a las sombras.