Capitulo 9 Lucia 5

Lucia 5

 El amor duele cuando acaba , y la mayoría de las veces duele de una manera tal que se vuelve insoportable, tan insoportable que te aleja de las más elementales  emociones para poder vivir en armonía con tu entorno y tu universo personal, y para levantarte de esa miseria de emociones provocadas por una ruptura debes cargar tu periodo de duelo hasta llegar a una aceptación, una aceptación tan frágil y voluble que una melodía, un recuerdo, trae de vuelta esa felicidad perdida de los recovecos de la memoria y pone en choque la felicidad pasada con la desgracia actual y así caminas por la vida por veredas sin rumbo, sin principio ni final esperando un punto de anclaje del cual volver a resurgir.

Lucia ya tenía casi cuatro meses sin saber casi nada de Rodrigo, lo último que supo fue que se había vuelto muy adicto a las drogas cosa que le entristeció a sobremanera, ella lo había amado y con toda la fuerza de su corazón más sin embargo el trato en los últimos días de su relación: despectivo, humillante,  agregando la discusión que tuvo con su padre el día que fue a buscarla fue el detonante para que todo terminara.

¿Explicaciones, respuestas?...No. ¿Para qué?, su madre en su inmensa sabiduría se lo había hecho entender de la manera no más agradable.

 Esa tarde hacia frio y ya tenía dos días que no paraba de llover, ella estaba sentada en el sillón tratando de estudiar, traía una sudadera gris holgada muy cómoda y caliente traía el cabello desaliñado, y los ojos hinchados y una ojeras que hacían evidente su mal dormir.

Su madre le llevo una taza de café negro caliente que  de inmediato se llevó a la boca, dio un trago cerro los ojos y lo degusto.

—Muy rico mami gracias.

—De nada hija, oye luces muy desmejorada Lucia, ¿has estado llorando?

—Mama quiero verlo, extraño mucho a Rodrigo, quiero al menos una explicación, saber porque se alejó solamente así.

Doña Martha fue por un espejo y lo puso frente a ella.

—Lucia dime ¿que ves reflejado en el espejo?...Contéstame. —Grito.—

—Pues soy yo, llorando… ¿qué quieres que te diga?

—Te diré lo que veo yo, veo la estupidez a la que le escurren lágrimas por los ojos.

—Madre no me insultes.

—Así le deberías de decir al cabron de Rodrigo que no te insulte y humille para arrancarle carcajadas a sus amigos… según me platicaste.

—Me duele madre.

—Lucia, apelo a tu razón hija, no seas pendeja, eso es violencia, no necesita necesariamente ser violencia física, ese tipo está mal, el alejamiento, el distanciamiento es una forma de violencia que con el tiempo termina acabando con tu amor propio.

—Pero madre…—espeto Lucia.

Su madre coloco la mano en la boca de su hija para que callara.

—Escúchame y después toma tus decisiones, después viene la violencia física con el paso del tiempo hija y termina siendo este mundo tan hermoso peor que un calabozo de la inquisición.

O prefieres ser de ese ejercito de mujeres estúpidas maltratadas que viven pregonando la toxicidad de sus relaciones fallidas de las que se liberaron ya cuando esta su vida para acabarse, porque no tuvieron la fortaleza para alejarse a los primeros indicios de manipulación y violencia verbal, el muchacho indicado te llegara sin pensarlo y te darás cuenta porque te hará sentir bien y estará feliz de tus logros y te cultivara la alegría del corazón a pesar de los malos momentos, no como la cochinada esa que tenías de novio.

Lucia se quedó pensando, escurrían las lágrimas por sus sonrosadas mejillas, sabía que su madre tenía razón, mas sin embargo se sentía tan desprotegida, en ese momento su madre la abrazo, y se quedaron sumergidas en un abrazo protector, reparador, sanador del que solo una madre sabe dar.