El mundo de Anna

¿A quién?

Recuerdo a la perfección esos días…

Una pequeña niña de apenas unos seis o quizá siete años de edad. Mi tía vendía cosas por catálogo y siempre se los daba a mi abuela para que le comprara cosas, y claro, después me los pasaba a mí para poder ver si había algo que me gustara; (que, aunque algo me gustase mucho jamás pedía cosas), me gustaban cosas de muchas páginas aunque también habían muchas a las cuales solo ojeaba y pasaba, pero como siempre, al final o ya casi llegando a ahí llegaba la sección de ropa. Después de pasar por aburridos topers o hermosos juguetes llegaban los y las modelos de ropa. Y, que aunque es algo raro admitirlo, era la sección que más admiraba y anhelaba ver. Siendo sincera aun me da algo de pena decirlo pero ahora lo entiendo. Hombres modelando ropa interior, pues x, normal, en todo catálogo nuevo había al menos uno. Pero una mujer, ya sea modelando ropa interior, fajas, o simple ropa casual como una pijama, era hermosa. Ninguna era igual, cada una era única y diferente, cada una era hermosa a su manera. Me encantaba pasar viéndoles por mucho tiempo. Aunque claro, no me di cuenta de esto hasta después de como siete catálogos nuevos; y cuando lo noté… enserio me espanté.

“No es normal que pases tanto tiempo viendo esto” me decía mi niña interior súper madura (según yo). “Esto está mal” me repetía una y otra vez.

Desde ese día dejaba el catálogo que veía en cuanto entraba a la ropa, porque “no es normal que te guste ver a las mujeres”; recuerdo que hasta me llegaba a pasar a la sección de ropa de hombres para poder sentirme “normal”, (cabe recalcar que en ese momento conocía a cero personas LGBT+, aunque después de unos tres años me enteré de que mi tía en realidad era travesti, fue muy loco pero al final de cuentas no dejaría de ser mi tía).

Ese mismo año, poco después de saber que yo no encajaba con los demás y era algo “rara”, a su vez me dije y le dije a toda mi familia que jamás me casaría o tendría novio; porque, “que asco”. Igual aun así todos me decían que después de un tiempo ese pensamiento se me quitaría de la cabeza. Pero no fue así, al menos no por completo. Logré ser totalmente consiente de que no era como mis amiguitas que me contaban del niño que les gustaba, ni sentía la necesidad de decir al igual que ellas un “míralo, está re guapo”, al contrario, solo las observaba a ellas y notaba que ellas eran muchísimo más bellas que cualquiera de ellos.

Percibiendo esto, llegué a la terrible conclusión de que para “curarme” tenía que ver a muchos niños y decir que estaban guapos. En mi mente de niña de seis años me aseguraba que si veía al menos a 100 niños y “me gustaban” podría ser una niña normal, (para mi significaba que cada un niño aumentaba mi porcentaje de “normalidad”, y al gustarme 100 niños yo podría ser 100% normal).

En fin, llegué a mi objetivo viendo novelas y saliendo mucho, recuerdo perfecto que me costó mucho trabajo puesto que cada que veía a una niña hermosa me bajaba un punto, duré unos tres años en lograr el 100, me frustró mucho que mi manía de ver más a las mujeres que a los hombres no se fuera, le eché la culpa a que quizá los niños que veía no eran tan lindos, pero al cabo de unas semanas lo dejé como algo normal, quizá eran celos, o simplemente quería tener la hermosura de aquellas niñas que admiraba tanto.

Pasan los años y esta historia queda en lo más oculto dentro de mi memoria. Hasta que un día Vero me lo dijo.

-Me gustaba alguien hace unos años… y me rompió el corazón -me dijo justo cuando ya íbamos a salir del salón para irnos a nuestra casa

-Bien, puedes decirme, no te preocupes -le respondí yo mientras guardaba mis cosas en la mochila

-El, ella, esa persona. Era mi mejor amigo, amiga…-se notó su pavor a simple vista; pero me preguntó algo antes de seguir con su historia

-¿Cómo le tengo que decir?, es que si es un niño igual es una persona, entonces ¿es él o ella?

Yo con toda seguridad le dije que era un él, o por lo menos así sonaría mejor, pero hizo como si nada y siguió.

-Esta persona y yo éramos muy unidas. Y el último día de clases… le dije que me gustaba, ella se exaltó al inicio, pero a los segundos hizo como que si en realidad no me hubiese escuchado y, se fue como si yo no existiese. -hizo una pequeña pausa para recapacitar el si enserio podía confiar en mí, al fin lo dijo:- Dalia me dejó de hablar

-Está bien. -fue lo único que le dije, luego fui consciente de que esa no era una buena respuesta para “un corazón roto”, así que agregué un:- Que mal, eso no se hace -justo dije eso cuando agarré mi mochila, ya lista para salir del salón.

-Creo que no me entendiste-me dice ella sin moverse del lugar

-¿Por qué lo dices? -le pregunté algo confundida mientras paré después de alejarme unos pasos de la butaca en la que me encontraba. Ella caminó para estar a la par mía con solo una butaca de intermedio y me dijo muy seriamente.

-Dalia es una niña

-Lo sé. -le respondí mientras iba a la puerta para poder salir ya del lugar- ¿Y? -le dije esperándola afuera.

-Nada -me respondió ella con una sonrisa

Es día estaba muy feliz, y al llegar a mi casa le conté a mi mamá todo lo que había sucedido con ella.

-Si a ella le gustan las niñas o no, igual no va a dejar de ser mi amiga



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En el texto hay: adolescencia, lgbt, amor

Editado: 20.08.2021

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