El Mundo de Eterna: La Elegida ©

3: LANEFE

Lanefe

3

 

Al llegar a la salida de la zona boscosa, se pudo visualizar el pueblo humano bajo la luz de las estrellas y la luna. Algunas lucecillas brillaban en las chozas, más de ellas se concentraban en el centro, en la plazuela principal, era un pueblo mediano rodeado de imponentes montañas de piedras. Las chozas no se elevaban más allá de dos pisos, su construcción de piedra, adobe y madera les daba ese aire campirano de pueblo, sus techos de tejo o de palma, eran lo suficiente para soportar lluvias y viento. En la parte más elevada se alcanzaba a ver una casona con aparente diseño de un castillo pequeño, contaba con almenas y balaustradas.

Si bien la visión de un elfo era extensa, Tolfian no alcanzaba a ver toda la maravilla del pueblo.

—¿En qué dirección vives? —Cuestiono sin perder detalle por donde avanzaban.

—Un poco más al norte. Creo entramos por el sur —dedujo Eileen.

Tolfian asintió para sí. En efecto ellos venían por el sur, y no tuvieron que recorrer mucho, el único espacio boscoso ubicado por el este no era en demasía extenso, aunque si cabalgaron un poco más adentrándose en una zona arboleada cerca de las altas montañas.

―Dime donde podemos parar, iremos a pie el resto del camino ―informo Tolfian. Sus sentidos seguían alertas, examinando el terreno en donde dejaría a su fiel amigo.

―Nadie viene por este rumbo, menos cuando colinda con los bosques prohibidos. Este sitio es seguro. Mi hogar está lejos del pueblo ―explico, el sitio era seguro para el elfo.

―Paremos aquí y continuemos a pie ―Tolfian detuvo el andar de Fismus y desmonto enseguida; sujeto de la cintura a la joven y le ayudo a bajar.

Eileen aparto la mirada del elfo, le apenaba tanta cercanía, tan pronto sintió el suelo en sus pies se alejó un par de pasos. Tolfian por su parte, se quitó los cinturones donde sujetaba el carcaj y el arco.

—¿Dejaras tus armas? —cuestiono Eileen al verlo hacer eso.

—Los arcos elficos son diferentes al de los humanos —le respondió atando bien sus armas a la montura de su corcel—. Sólo llevaré la espada, una vez te deje en tu hogar volveré enseguida.

Eileen intento sonreír, pero sus labios apenas si se curvearon. Tolfian la dejaría en su choza y se iría. Por alguna razón sintió pesar por eso.

—Andando —Tolfian paso sus cabellos por la espalda y su cubrió la cabeza con la capucha de su capa. Parecía no haber humanos por ahí, ser cauteloso era mejor.

Enseguida Eileen comenzó a guiar al elfo por la zona de árboles campestres, por donde el viento también jugueteaba cerca de ellos, en especial del elfo. Ella no se dio cuenta por prestar más atención a sus pensamientos, Tolfian volvería a sus tierras y jamás lo volvería a ver.

El elfo por su parte, avanzaba al mismo paso, no debía olvidar que se encontraba en territorio humano, no temía a la tierra ni a los bosques, estos lo recibían gustosos, el problema era lo que ellos transmitían «las criaturas peligran» ¿Él estaba en peligro?

―Ves esa escasa luz ―hablo repentinamente Eileen.

Tolfian salió de sus pensamientos al observar la dirección que la joven le señalaba, la silueta de una choza a varios metros de ellos más allá en lo que parecía un pequeño claro.

―Vivo ahí ―Eileen parecía emocionada y lo estaba, deseaba correr y abrazar a su abuela.

El elfo no dijo más, siguió los pasos de la joven humana, no podía volver sin información, debía averiguar quién era en realidad esa jovencita. La dejaría, iría a investigar y luego volvería para investigar en el interior de la vivienda, pero, y si ella lo descubría…

Al llegar a la choza, Tolfian observo la pequeña estructura, era en demasía humilde, tenía la sensación de que podría venirse abajo por lo antigua que parecía. Lo más hermoso era toda la naturaleza del lugar, y de la cual disponía Eileen, incluido el río cercano.

―Como te lo prometí ―hablo el elfo al observarla―. Estas a salvo en tu hogar.

―Gracias ―agradeció con pesar. Era el momento de despedirse y no quería «no quiero» pensó―. Tolfian… eh… ¿Podrías quedarte a cenar? Por favor —pidió casi suplicante.

El mencionado la observo por un segundo, sorprendido y satisfecho, de esa manera podría entrar a esa choza a investigar sin tener que ir más lejos.

―Me gustaría ―respondió aceptando la invitación.




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