El Mundo de Eterna: La Elegida ©

5: CENIT

Cenit

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El sol comenzó alumbrar los caminos dando paso a la mañana, por suerte Eileen aún seguía dormida, Tolfian podía sentir su peso sobre su brazo y hombro, su respirar tan quedo le indicaba lo profundo de su sueño. Era mejor dormir, el dolor por la partida de un ser querido era lo más doloroso. Ahora debía pensar en si decirles toda la verdad a sus compañeros o sólo parte de ella, lo más seguro no les gustaría la presencia de Eileen entre ellos.

El canto de los pajarillos terminó por despertar a Eileen. Aún cabalgaban, y los rayos del sol alumbraban el bosque, este se veía armonioso. Aunque lo más reconfortante eran los brazos del elfo.

Quien se dio cuenta que ella ya estaba despierta, en cambio no la saludo, prefirió darle tiempo, ella estuvo sollozando hasta quedarse dormida, lo mejor era darle su espacio, sin agobiarla más. El seguía pensando en todo, sabía quién era ella, pero desconocía el motivo principal ¿Por qué querían eliminarla? ¿Sólo por ser una elegida? Si era eso, su enemigo sabía lo que el no. Lo cierto esa sombra en el pueblo había sido un aviso, incluso los árboles le advirtieron del peligro.

A su vez, Eileen pensaba en cómo fue posible que la misma gente del pueblo prendiera fuego a su choza, cuando ella y su abuela habían sido buenas personas ¿Por qué agredir a un elfo? Eran criaturas buenas. Se negaba a creer que los humanos realmente fueran los culpables de los ataques a los elfos, pero después de anoche ya no estaba segura. Los humanos eran crueles, no tenían corazón.

Por lo que sus lágrimas volvieron al recordar lo sucedido, tuvo la intención de saltar del caballo y salir corriendo, lo hubiera hecho si no fuera porque que el brazo de Tolfian la sujetó para impedírselo.

—Te harás daño —dijo el elfo bajando a la vez la velocidad de Fismus.

Eileen cerró los ojos y comenzó a llorar una vez más, sin importarle si el elfo veía lo frágil que era. Tolfian volvió abrazarla y atraerla a su pecho. Verla en ese estado lo entristecía, la única manera en que podía darle consuelo era un abrazo, las palabras estaban de más. Y ella lo sabía, los brazos del elfo eran lo suficiente cálidos y protectores para sentirse protegida.

Eso era un hecho, él iba a protegerla, por ahora no podía revelarle quien fue realmente Lanefe ni quien era el, o porque los atacaron. Por ahora debían llegar donde sus amigos.

Un par de kilómetros más allá los dos elfos estaban algo impacientes: uno sentado en un tronco sobre la tierra y el otro recargado a un árbol, los caballos estaban pastando a pocos metros de ellos. El sol anunciaba las cuatro de la tarde del trece de octubre, el elfo debería haber llegado desde la mañana tal como lo habían acordado, más no era así. Por lo que en ambos rostros se notaba impaciencia, en formas distintas: Argus se encontraba preocupado por Tolfian, el retraso en un elfo nunca era por impuntualidad; en cambio Yaldair pensaba que el elfo se había demorado por otras razones.

Argus fue el primero en incorporarse poniéndose en pie tan pronto escucho los cascos de un caballo a la distancia, ese debía ser Fismus junto a Tolfian. Yaldair se quitó del árbol dando unos pasos observando en la dirección a donde miraba su compañero; por lo cual pronto vieron a su amigo elfo acercarse montado a su caballo, y no venía sólo.

—Te dije —hablo Yaldair—. Ve eso —le señaló con la mirada a la acompañante del elfo.

—Seguramente sucedió algo —agregó Argus sin entender porque la humana venía de nuevo con Tolfian.

El elfo arribo finalmente donde ellos notando enseguida la confusión en los rostros de sus amigos. Bastaban sus miradas silenciosas que tenían sobre él y la mujer que tenía entre sus brazos. La joven humana también lo noto.

—Demoró mucho señor —hablo finalmente Argus al acercarse.

—Surgieron algunos problemas. Eileen vendrá con nosotros, a partir de ahora también deben cuidarla ¿Entendido? —Ordenó a sus compañeros.

—Como mande, señor —Argus aceptó sin ningún problema, él sabía que las respuestas vendrían luego.

—Como ordenes —respondió Yaldair sin quitar la vista de Eileen. Proteger a una humana ¿Cuándo se había visto eso?

—Debemos continuar, hablaremos en otro momento —indicó Tolfian más como una orden, el disgusto de sus compañeros era notorio.

—Estoy de acuerdo, nos hemos retrasado mucho —espetó Yaldair antes de dirigirse a su caballo.




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