El Mundo de Eterna: La Elegida ©

11: NOCHE

Noche

11

Tolfian caminó presuroso hasta llegar al dormitorio de Eileen, llamó a la puerta esperando que aún estuviera despierta, luego de la primera práctica de tiro con arco no la vio en el resto del día.

Cuando la puerta se abrió, Eileen sonrió al ver a Tolfian parado frente a su puerta. Al parecer había escuchado sus pensamientos, deseaba verlo antes de dormir y desearle buenas noches, como solía hacerlo las noches anteriores, además quería disculparse una vez más por su atrevimiento.

—Eileen necesito hablar contigo, es importante… ahora ―pidió, tratando de no mantener su mirada en ella.

Puesto que la joven vestía su camisón para dormir, por fortuna la tela era lo suficiente gruesa y la cubría desde cuello hasta los talones, así como sus brazos.

―Vamos al balcón.

Eileen asintió, cerró su puerta y ambos caminaron frente a la sala de estar, enfrente había un balcón al cual salieron. Eileen fue primero y se maravilló ante las centenas de estrellas reflejadas en el lago y más allá en la villa. Las luces de las viviendas parecían luciérnagas brillando en los árboles.

Ella corrió a la balaustrada en donde poso sus manos y admiró todo el lugar, sentía la suave brisa de la noche rozar su rostro, su cabello, era como volar hacia ese valle cubierto de un azul plateado por efecto de la luna.

Tolfian sonrió con ligereza al ver la emoción en Eileen con la vista del reino, en verdad era una vista maravillosa. Ruas era un reino de estrellas y todas ellas brillaban tanto en el cielo como en la tierra en el lago.

—Tu hogar es un verdadero reino de estrellas —expresó Eileen sin salir de su asombro.

—Las estrellas mismas en la tierra —respondió; él mantenía su vista en ella, la noche era hermosa, no tanto como la hermosura del rostro de Eileen.

La joven admiraba todo lo que sus ojos veían, en cambio el elfo se maravillaba con la visión frente a él. Los ojos miel de Eileen brillaban llenos de ilusión, su expresión alegre le provocaba la misma emoción. Nunca antes había admirado la belleza de una mujer y del mundo entero en un solo ser. Ella parecía una estrella, brillaba como esa noche.

—Parece como si las estrellas bajarán a la tierra —añadió Eileen aún sin apartar la vista del lago—. Ahora comprendo por qué este reino se llama Ruas.

—Cuando me sea posible te llevaré a conocer cada lugar de este reino —ofreció al observar al frente. Justo a tiempo, pues Eileen se giró a observarlo.

Eileen movió los labios para agradecer, sin embargo, sintió que la voz se le fue al observar a Tolfian tan cerca. El elfo parecía brillar bajo la luz de la luna, sus cabellos rubios parecían hilos de plata que caían libremente por sus hombros y espalda, su rostro era iluminado de una tenue luz blanca iluminando su piel con ese peculiar brillo. ¿Había algo más hermoso que un elfo a la luz de las estrellas? No.

—Eileen… —la llamó al volverse hacia ella; le sorprendió que ella estuviera observándolo.

Tolfian no era consciente que en ese momento su brillo, por ser un elfo de luz era lo que mantenía a Eileen con su fijación en él, tanto como para haberlo obligado a mirar de nuevo hacia el frente; siendo que ella le causaba la misma visión.

—¿Sucede algo? —preguntó con cierto nerviosismo tratando de no parecer ida, cayó en cuenta que su observación pecaba de descaro.

—Algo así —él recargó sus brazos al borde de la balaustrada—. Seré directo… por la mañana tenemos una reunión con mi padre y todo el consejo, tú estarás presente.

—¿Qué? —preguntó asustada.

―No te asustes ―la miró por un segundo―. Yo estaré a tu lado.

Eileen sintió algo en esas palabras, él volvió la mirada hacia el lago.

—Tú llegada a estas tierras, aun me sorprende en verdad —confesó —. Tus preguntas al fin tendrán una respuesta.

—Me preocupa más la expresión de tu rostro que lo que debas decirme —expresó ella sin dejar de observarlo.

—Hace setecientos años atrás, todo era paz en estas tierras —Tolfian comenzó a narrar lo sucedido—. Todos los seres, en especial elfos y humanos vivían en unión.

»En aquellos tiempos Eterna era un sólo reino, años después mi padre otorgó por amistad parte de las tierras a un humano: Fergal. Ambos formaron dos reinos: Numantia reino de la raza humana y Eterna reino de elfos bajo el reinado de Erumahtar, mi padre. Por algunos años todos convivieron en armonía, hombres y elfos iban y venían por los dos reinos, las demás criaturas, enanos, hadas y duendes eran libres.

»Con el tiempo Fergal fue envejeciendo por naturalidad y comenzó ambicionar el poder de los elfos. No sus tierras o el oro; los hombres tenían más riqueza en oro, el poder que el rey humano buscaba era el élfico: su magia, el arte curativa y la inmortalidad.

»El rey Fergal no podía aceptar que su reinado acabaría algún día mientras el élfico seguía, sintió que de nada servía ser poderoso si moriría, pues todo su poderío caería. No aceptó que sus límites de vida eran demasiado cortos comparados a la inmortalidad de los elfos; él deseaba reinar por mucho más tiempo, y al no poder encontrar el poder élfico, declaró la guerra.




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