El Mundo de Eterna: La Elegida ©

12: CONCEJALES

Concejales

12

Al alba, Tolfian se encontraba listo para la reunión con su padre y el consejo. Se vistió con una camisa azul egeo, pantalones negros, para al final usar una túnica azul marina que ato con un cinturón plateado, por ultimo su corona plateada.

―Todo sea por el protocolo.

Se dijo cuándo puso la corona en sus cienes, su reflejo en el espejo era el de todo un príncipe elfo. Sin más, se apresuró a salir de su dormitorio, anoche hablo de todo con Eileen menos del tema protocolario del que ni él podía escapar. Al llegar llamó a la puerta y esperó un momento.

Tan pronto esta se abrió, sus ojos se posaron sobre la jovencita castaña, no había día que no lo sorprendiera, ella acaparaba su atención de una u otra forma. Sus vestimentas la hacían verse toda una princesa.

―Buen día, Eileen ―saludó amablemente al inclinar la cabeza para saludarla.

―Buen día, príncipe Tolfian ―ella le respondió con el mismo respeto. Sonrió cuando el elfo movió en negación la cabeza. Sabía que a él no le gustaba ser llamado así. Sólo que en ese momento el portaba su corona, una que hacia juego con sus ropas.

—¿Cómo me veo? ¿Estoy presentable para la reunión? —preguntó extendiendo sus brazos y girando en su eje modelando su vestido.

—Perfecta —elogió Tolfian. El vestido de Eileen era de una sola pieza, el color beige resaltaba su cabello castaño y los listones dorados en su cintura hacían juego con los bordados del corsé del vestido—. ¿Vamos a la reunión?

—Sí… —añadió cerrando la puerta de su dormitorio y siguió de cerca los pasos de Tolfian, a quien observaba con disimulo.

Tolfian sentía el nerviosismo de Eileen, ella caminaba un paso de tras de él y no dejaba de tomarse las manos de forma impaciente. Hasta cierto punto su actuar le agradaba, ella no fingía sus emociones.

Ambos caminaban con dirección al salón de reuniones del consejo, ubicado en el mismo piso, por lo que habían seguido un pasillo recto hacia el lado oeste del palacio. La vista de Eileen estuvo más en las alfombras y en la punta de sus zapatos al caminar con la mirada abajo. Pero toda su atención estaba en las instrucciones protocolarias que Tolfian le iba indicando.

Cuando llegaron a un salón amplio pudieron ver a cuatro guardias, dos a cada lado de los muros y uno más en la puerta metálica. Tolfian detuvo sus pasos un momento al volverse hacia la joven.

—No muestres tu miedo, no debes temer y no dejes ver tu nerviosismo —sugirió sin apartar su vista de ella—. Controla el tono de tu voz, eso te dará seguridad. Nunca ante nadie debes mostrar debilidad, aún estés al borde del pánico mantén la calma, una mente tranquila permite pensar —pausó al recordar que el debería seguir ese último consejo—. De ese modo nadie puede ver tus inquietudes o debilidades, principalmente en esta reunión.

—¿Por qué me dices todo eso? Son los tuyos, no entiendo —preguntó confundida.

—Después de esta reunión lo entenderás, te aseguro que aprenderás mucho hoy. El Consejo es un grupo de elfos estrictos, mi padre en principal y no deseo que ninguno te vea débil, no lo eres lo sé. Tú eres Eileen no te doblegaras ante ellos, ni siquiera por mí.

—Lo tendré en cuenta, gracias Tolfian.

—Para saludar solo debes inclinar la cabeza ligeramente.

―Bien ―ella asintió sin más.

Volvieron a encaminarse a la entrada, el guardia inclinó la cabeza antes de abrir la puerta permitiéndoles el paso al salón de reuniones.

Era bastante amplio con ventanales enormes y cortinas rojo sangre, al centro se encontraba una mesa larga con varios lugares, en la cabecera de la mesa se encontraba una silla más grande tapizada en una tela roja con un diseño distinto a las demás sillas laterales.

Ahí ya se encontraban los miembros del consejo, incluidos Yaldair y Argus, todos estaban de pie frente a sus respectivos lugares frente a la mesa esperando pacientes por el rey. Todos en silencio con sus rostros en alto y vestimentas impecables.

El consejo estaba formado por un comandante a cargo de los guerreros elfos. Un senescal de la justicia élfica, encargado de hacer cumplir las órdenes del rey. Un caballero, nombramiento al jefe de la guardia real y un ministro, cuyas funciones eran ir y venir por todo el reino asegurando el bienestar de todo elfo en el reino. El consejero real y los dos guardias del príncipe.

Todos ellos hicieron un saludo de reverencia al príncipe, quién respondió de igual manera seguido de Eileen. Todos los presentes a excepción de los primeros guardias miraban sin expresión alguna a la joven humana. Ella también por igual, solo dos de todos los elfos llevaban vestimentas diferentes. De pronto, el silencio se vio interrumpido por la puerta de madera contraria por la cual entró un elfo de buen porte, no demasiado alto, pero si denotando unas facciones más maduras a los que estaban presentes. Era Arlius, el consejero del rey quién mantenía una mirada altiva parado a un lado de la puerta con sus brazos detrás de su espalda.

—El rey Erumahtar —anunció, a su Majestad.

Todos los elfos se pusieron firmes, incluido Tolfian. Enseguida por la puerta entró un elfo de porte imponente, alto, de mirada orgullosa como su estirpe que se le notaba en la piel blanca como la crema, sus cabellos largos rubios demostrando su poderío y sus años, el verde de sus ojos parecían dos esmeraldas. Su túnica de un color vino de tela reluciente también dejaba claro el linaje del rey, además de su corona dorada con una joya blanca brillando como una estrella. Todos hicieron una reverencia al rey, quien apenas movió su cabeza, pues sus ojos se habían clavado en la presencia de aquella mortal que a simple vista podría parecer una princesa y no una simple humana como tal.




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