El Mundo de Eterna: La Elegida ©

13: LECCIONES DE ARQUERÍA

Lecciones de Arquería

13

 

Eileen y Tolfian se encontraban ya en el terreno de entrenamiento. El único en cambiarse de ropa fue el elfo con su habitual atuendo de guerrero, Eileen permanecía con su mismo vestido el cual no le impedía usar el arco. No encontró algo acorde en el armario para entrenar, siendo que todas las prendas eran vestidos.

Tolfian observaba con asombro como Eileen había mejorado sus tiros, si bien no iba a perfeccionarlos en poco tiempo, si dejaba ver su mejoría. No hubo necesidad de ayudarle a sujetar el arco, a su juicio lo estaba haciendo bien, sus tiros eran más certeros y cuando acertaba al blanco ya no corría a festejar, trataba de seguir la racha intacta.

—¿Cómo lo hago? —preguntó bajando los brazos y volteando hacia él.

—Bien, has mejorado en sólo un día, me sorprende mucho.

—Me sorprendes más tú, yo no podría enfrentar a todos esos concejales. O decirle a lord Arlius que no meta sus orejas donde no debe —río por eso último.

—Se lo merecía —río por un segundo. Luego volvió a su seriedad—. No fue lo correcto, el sólo espera que cometa un falló.

—¿Por qué? Eres el príncipe.

—Por esa razón, un fallo irreparable pondría en duda mi capacidad para un día ser rey ―explicó―. He estado sometido a toda enseñanza desde pequeño, el reino espera lo mejor de mí ―se volvió a ella―. Ahora también lo esperarán de ti. —La observó fijamente.

Ella abrió la boca para responder, pero volvió a cerrarla al no saber muy bien que decir.

—El consejo y mi padre esperan des lo mejor —y él haría que así fuera, convertiría a Eileen en toda una guerrera poderosa.

—Lo haré, lo prometo.

—No lo dudo —sus palabras se escucharon serías―. Es todo por hoy ¿Puedes volver sola? Debo atender unos asuntos.

Tolfian desvió su vista hacia un terreno más cercano donde se escuchaba la voz de lord Otharan. Eileen asintió, ella sabía que se venían días complicados.

—Por supuesto, no te preocupes —caminó hacia él para entregarle el arco con el carcaj vació—. Tolfian… ¿Puedes conseguirme ropa de guerrera elfa? Mi armario está lleno de vestidos tan hermosos que no me gustaría estropearlos.

—Por supuesto, dile a Kara que te lleve con los sastres, elige los atuendos que desees.

—Gracias, ―aquello la alegro en demasía―, me sentiré más cómoda de esa forma. Hasta mañana Tolfian.

—Te espero al amanecer —respondió con gentileza a su despedida.

Eileen dio media vuelta para irse, no sin muchas ganas de hacerlo, adoraba entrenar con el elfo. Él siempre se portaba amable con ella, sin embargo, hoy lo había sentido un poco… distante de ella.

Tolfian había comenzado a levantar las flechas y a retirar las que dieron en la diana, atento a todo su alrededor. El elfo centinela que estuvo vigilándolos al parecer se había retirado. ¿Por qué estaban espiándolo? ¿Sería su padre? Seguramente sí. Tenía que ser cuidadoso, nadie podía saber la amabilidad en demasía en su trato con Eileen, aquello podría prestarse para malos entendidos.

Tolfian terminó de guardar las flechas en los carcajes y regresó al terreno de entrenamiento. Ahí se encontraba lord Otharan dando explicaciones a sus grupos de soldados para ser escoltas de los refugiados. Vaya que era rápido, los elfos enseguida le hicieron una reverencia al verlo ahí, por tanto también les saludo.

—¿Se le ofrece algo su Alteza? Ya tengo listos los primeros grupos de soldados para las misiones de protección.

—No, lord Otharan —negó con su cabeza—. Vine a dejar esto a la armería. Cuando tenga todo listo envíe a sus grupos —el elfo comenzó a retirarse.

—Así lo haré, su Alteza —respondió cortes. El comandante siguió en su explicación a los grupos.

Tolfian se retiró de ahí, no le gustaban demasiado las formalidades y la armería era un sitio en donde los soldados elfo le recibían con total respeto. Ellos pensaban que él era el mejor guerrero por sobre su padre, lo cual no le gustaba.

Esa misma tarde Kara había llevado a Eileen con los sastres, eran elfas y elfos dedicados especialmente a la elaboración de las prendas de la realeza, desde las más lujosas hasta las más sencillas. También encargados de los uniformes de guardias y soldados. El salón de costura se encontraba en las dependencias del primer piso del palacio, en la parte este.

La joven se mostró emocionada al saber que podía elegir todas las prendas deseadas que fueran de su talle, eligió: pantalones de cuero, mayas, blusas, vestidos con apertura en las laterales, faldas, sujetadores de pecho, corsé de cuero, braceras para sus brazos y hasta guantes. Ahora si tenía todo para poder vestirse adecuadamente en sus entrenamientos.

En los cuales Tolfian se lamentaba haberla enviado con los sastres. Eileen comenzó a usar blusas de manga larga, corsés delineando su cintura y pantalones de cuero ceñidos desde caderas hasta los pies, aunque las botas de piel le cubrían las pantorrillas. Suficiente distracción, el cuerpo de la jovencita no era precisamente de una niña.




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