Mis ojos no pueden creer lo que están viendo. Conforme voy leyendo en voz alta las letras van apareciendo por arte de “magia”.
—Tu voz ha activado la carta —estoy totalmente conmocionado por este hecho —. Eso quiere decir que antes no ha aparecido nada, puesto que lo has leído para ti mismo.
—No estoy entendiendo ni media palabra de lo que dices —confuso no sería la palabra exacta que definiría el estado en el cual me encuentro —. Solamente he visto aparecer unas letras en otro idioma, que para colmo no entiendo —espero una respuesta de mis amigos, una que nunca llega.
Dejo de mirar la carta por solo un segundo exacto y todo cambia. No comprendo lo que haya podido ocurrir. Al parecer mi cerebro ha querido activar una función la cual mantenía dormida.
—La magia no existe, la magia no existe —me repito en voz baja para que nadie pueda oírme. Un error descomunal; ninguno está tan distanciado de mí para no lograr escucharme.
—¿Qué acabas de decir? —no quiero decirlo en voz alta. ¡Me sentiré un completo idiota! —Dilo sin miedo Zarek, nadie aquí se reirá de ti.
—La magia no existe —digo intentando aparentar seriedad y ser convincente con mis palabras dichas.
Levanto mi cabeza para poderlos mirar fijamente. Ellos rehúyen de mi mirada. Algo esconden; de eso no cabe ninguna duda.
—¿Qué ocurre? ¿Me estáis ocultando algo? —nadie contesta —Al parecer parezco una pared.
—Hay cosas que debes descubrirlas por ti mismo —suspira con resignación.
No estoy para juegos de adivinación ahora mismo. Al menos me podrían dar pistas de cómo han salido esas letras.
Tengo todos mis sentidos activados y soy plenamente consciente de que no estamos rodando ninguna película de fantasía o ciencia ficción.
¿Tendré razón?
—¿En qué mundo vivo? —No puede ser que estemos en el siglo veintiuno y que tenga alucinaciones — ¿Verdad que lo de las letras ha sido una broma de vosotros? —Julek mueve sutilmente la cabeza dándome un rotundo no — ¿Qué clase de brujería habéis hecho?
Absolutamente todos sueltan carcajadas a diestra y siniestra. ¿Qué les pasa ahora? ¿Se han vuelto locos? ¿He dicho algún chiste y no me he enterado?
Cuando ya están un poco más calmados y su respiración ya se ha normalizado, habla Bogdan.
—Ninguno de nosotros es brujo —señaló a todos los que tiene alrededor suyo, menos a mí. Mi respiración empieza a acelerarse —. Por otra parte, por tus venas sí recorren sangre de brujo.
—¿Os creéis que me voy a tragar esa sarta de bobadas? ¡Estáis mal de la cabeza! —Julek niega con la cabeza y se cruza de brazos mirándome con reproche.
—Chicos, ya nos advirtieron que esto podría llegar a suceder —les dijo Eunika.
—Si Cibor levantara la cabeza, se decepcionaría de ti —niega con la cabeza con desaprobación Dagmara.
—¿Conocisteis a mi bisabuelo?
—Sí y tú también lo hiciste. Lo que ocurre es que tu cerebro puede que haya bloqueado esos recuerdos —podría tener sentido —, por esa época tu tendrías dos años y medio y nosotros por ende casi cinco.
—¿Vuestras familias por casualidad tienen algún parentesco con la mía? —se miran entre ellos debatiendo telepáticamente si decirme algo o mantenerse en silencio.
Hablando con la verdad, toda esta situación me está quedando demasiado grande. La información me está cayendo como un balde de agua fría. No me la pueden dar así de repente, deben ir con calma y no es lo que han hecho hasta ahora.
Lo que estoy empezando a aborrecer es el hecho de que ellos tengan información de primera mano y yo no esté al tanto de absolutamente nada. Me siento como un completo gilipollas nadando en mar abierto sin saber el rumbo.
Escrute con mi mirada a cada uno de mis amigos y solo con ver sus comportamientos corporales intuyo que sí se negaba alguno de ellos a esquivar mi pregunta, me estarían mintiendo en la cara.
—Pues…—quiso empezar a hablar Dagmara. Presentía que iba a decir la verdad, cosa que no le dejaron. Debido a que le cortaron.
—No —dijo tajante Eunika. No recordaba el afán que poseía Eunika para fingir. Esa postura no los llevaría a ninguna parte.
Por lo tanto, si Eunika miente, ¿Qué eran para mi ellos? ¿Primos? ¿Sobrinos? ¿Tíos?
—Sí por algún casual descubro que tiras embustes como si fueras una maniática de la mentira, te las veras conmigo —sentencio.
Me levanto de la silla, llevándome conmigo la carta. No la pienso dejar, me la llevaré para inspeccionarla más a fondo. Salgo de la espaciosa biblioteca sin dirigirle ni una palabra más a ninguno de los presentes.
Mi cuerpo requería de aire fresco y por eso, anduve hasta llegar a la puerta de la entrada de palacio en completo silencio. Este lugar de noche tendría que dar escalofríos, sobre todo andar por los pasillos tan extensos y sin casi decoración.
Bajo las prolongadas escaleras de piedra —que terminan en forma de curva —, quedando una frente a la otra.
Tenía en mente salir de este inmenso terreno e ir a la ciudad para poder sentirme normal al estar mezclado entre el gentío de Detroit. Intento recordar en que parte de este maravilloso y extenso lugar se encuentra el garaje.
Intento hacer memoria de en qué sector me dijo Aleksy donde quedaba ubicado el área del estacionamiento. Siguiendo el caminito —que aún no he doblado ni la esquina de la parte principal —, empiezo a agobiarme. ¿Los palacios deben ser tan exorbitantes? Es desesperante tener que caminar un kilómetro —sin exagerar —, hasta llegar a tu destino en este espacio en el cual me encuentro.
Cuando ya llevo un rato perdido entre los alrededores de palacio —y parece ser que los trabajadores de la residencia son fantasmas, puesto que, no veo a ni Dios —contemplo todo con mis ojos, y a lo lejos diviso unos coches afuera de la cochera que se halla con las puertas de está abiertas.
No me lo pienso más y dirijo mi cuerpo hasta allí. Recorro el césped hasta situarme justamente en frente al garaje.