De camino a casa —ya en el coche —absolutamente nadie abrió la boca para emitir al menos un sonido. Witold me pidió amablemente que me subiera al coche blindado. Para no tener más disputas con ellos obedecí sin rechistar ni una solo vez.
Y mi coche lo conducían en estos momentos uno de mis guardaespaldas, llamado Filip y junto a él viajaba Lech. Aleksy habló con ellos para decirles que llevarían mi coche, pero que bajo ninguna circunstancia se alejaran mucho de nosotros. Eso sucedió después de que le mandará a casa a su hermano.
El viaje hasta nuestro destino fue demasiado aburrido, agregándole, que cada segundo —los que me rodeaban en el pequeño espacio del automóvil —estaban con la mirada fija en mi persona. ¡Abrumador, sí!
Cuando llegamos a las verjas las cuales separaban el mundo real y magnifico para mí del mundo encantado que había surgido a mí alrededor —desde que me desperté en aquella habitación, que se encontraba en el piso de arriba del enorme palacio —se me formó un nudo en el estómago.
Para ser totalmente sinceros, no me quería encariñar con un lugar, cuando la verdad, no estaba cien por cien seguro de que lo que estaba viviendo ahora fuera realmente cierto en su plenitud.
Actualmente me hallaba sentado en uno de los divanes más caros y psicodélicos sillones, que estaban situados en el despacho. Siquiera he visto algún sitio habitable que tenga solamente lo mínimo para vivir; haciendo que la vivienda parezca sin vida y vacía. Era el único que permanecía en el amplio salón. No tenía ni la menos idea de si mis amigos se habían ido a sus viviendas o aún estaban merodeando por algún lugar de este palacio.
—¡Hola Zarek! Por lo que pueden apreciar mis ojos, ya has vuelto de tu escapada fugaz a Detroit —saluda tan campante Julek entrando en mi zona de visión.
Junto con él venían todos los demás; incluido el lameculo de Aleksy. ¿Este hombre no sabe ir nunca solo? Al parecer no.
—Hola —hablo secamente —. ¿Queríais algo?
—Aleksy nos ha contado lo que ha sucedido en la ciudad —parece ser que he descubierto otra faceta de este chico aparte de ser un adulador y es ser un acusador.
Me levanto del sofá como si este estuviera ardiendo en llamas. Estos individuos se están tomando muchísimas libertades las cuales deberían ahorrárselas de alguna forma. ¿Quién es él? ¿Es la persona que manda aquí acaso?
Me están volviendo loco con tanto secretismo suelto pululando por el aire a mí alrededor. Y lo malo es que no hay o, mejor dicho, no dejan asomar las verdades por ninguna parte.
Me acerco al pelirrojo —con la rabia contenida —. ¿Qué función crees que desempeñas aquí? —con mis manos cojo las solapas de su abrigo que se encuentra abierto, lo zarandeo de forma brusca acercándolo a mí.
—Zarek creo que te estas excediendo con él —intenta intervenir Dagmara.
—¡No! —casi grito de la impotencia —Desde que llegué solo me habéis tratado como si fuera un chiquillo, como si el personal fuera más importante que la persona que tendría que tener la autoridad —haca bien diciendo lo que pensaba. Sí me lo guardaba por dentro podría explotar con otra persona que quizás no tenga la culpa de nada —. Voy a numerar las cosas: primero, no me dejaban entrar al garaje, segundo; según esos sujetos me prohibían expresamente salir de aquí, tercero me estaban tratando como si tuviera que tener un guardaespaldas y para finalizar: todos en este maldito lugar de pacotilla me esconden algo muy serio.
—Zarek nosotros…
—Al parecer el personal por aquí piensa que no sé hacer ni decidir por mí mismo, porque resulta que acabo de cumplir dieciocho años.
Aquí hay gato encerrado y yo quiero averiguar todo lo que guardan bajo siete llaves para que yo no me entere al parecer. También se puede agregar a eso, que parezco un trabajador más de la mansión, en vez del dueño y señor de este terreno.
—A mí no me tratáis como si fuera un niño de cinco años. Acabo de cumplir los dieciocho hace menos de un día, pero exijo un mínimo de respeto. Vosotros sois los “inferiores” por así decirlo, puesto que hasta donde yo sé, aquí vosotros —señalo a mis “amigos” —sois los invitados, y él —es un trabajador —señalo a Aleksy.
Entre ellos se miran y se comunican en silencio. No sale ningún sonido de sus labios. Ahora bien, sus rostros lo reflejaban absolutamente todo.
Se aprecia que están algo incomodos y no saben cómo reaccionar ante lo que he dicho anteriormente, pero pensando con honestidad, esto debe cortarse de raíz y cuanto antes se haga, mucho mejor para todos.
—Aleksy —me dirijo directamente a él —, comunícate con los guardias, guardaespaldas y el chofer por favor —el pelirrojo, quién se mantenía rígido, asiente —. Los quiero ver aquí en menos de diez minutos
De inmediato Aleksy saca el aparato por el cual llama al personal y se lo lleva a la oreja para darle las órdenes a quién coja la llamada del otro lado. Tras segundos esperando, Aleksy abre su boca para hablar.
—¿Gawel? —sus ojos suben hasta fijarlos en los míos —El señor de la casa os quiere ver inmediatamente en el despacho. No tardéis mucho —no tengo ni la menor idea de lo que le está diciendo Gawel. No obstante, no tiene que ser nada bueno hacía mi persona seguramente —. Está muy enfadado.
Una vez ha colgado, me acerco de nuevo hasta él, ante la mirada atenta de mis amigos; a quienes les hago un gesto con mis manos que ni se les ocurra acercarse para intentar pararme.
—¿Tú quieres que te eche a patadas de esta casa? —llego hasta él pareciendo un león enjaulado, queriendo salir para comerse a su presa —Te puedo poner patitas en la calle en este preciso momento —le advierto —. Controla tus gestos y tus palabras, que no eres el jefe, solo eres un simple peón —mis palabras le han calado y se aprecia eso, debido a que, su mandíbula se encuentra tensa y sus ojos echan chispas.
—Zarek… —intentan interceder.
—No voy a echarme para atrás. Desde hace un par de años empecé a vivir solo, se cuidarme y nadie tiene porque mandarme a hacer. Ese compromiso les compete solamente a mis padres —les dejo a todos claro ese tema y lo dejo por zanjado —Así que ten cuidado con lo que haces —vuelvo a decirle a Aleksy, que, en vez de achantarse, me sonríe con una sonrisa algo siniestra —. Si no tendré que tomar medidas drásticas, que no te gustaran en lo absoluto.