El mundo del espejo

Capítulo 7

Asher había hecho lo que tenía que hacer, seguir órdenes y solo eso debía hacer, limitarse a ser un simple soldado, alguien que no destacara por nada más que no fueran sus méritos militares y tal vez solo talvez así borraría el bochornoso pasado por el que el y sus ancestros habían sufrido tanto. Camino por los pasillos intentando en vano de ocultarse de la histeria masiva que abundaban desde que las princesas regresaron, que las princesas esto, que las princesas aquello, incluso había tenido la intención de sacar aquella palabra de su vocabulario, pues de solo recordarlo le daba repelús.

Llego a su cuarto a los mas alto del castillo en el ala común, donde gozaba de la privacidad que le había dejado su compañero al huir de sus deberes para vagar por todo avalum. Dejo las botas a un lado junto al resto de la pesada armadura y se quedo tan solo vistiendo una camisa de color negro y unos pantalones de chándal con los que habían sustituido los de cuero de uniforme.

Sentado velo por el cielo color particular que en otros lados del mundo solo se podía apreciar dos veces al día y que en Astrya permanecía como una maldición, ese color espacial que era visible justo cuando la luna y el sol se ocultaban, el momento muerto donde ni es de día ni de noche y aquel que odiaba y esperaba que por fin acabaría, esperanza que endulzaba el tener que trabajar con dos chicas que solo le traerían pesares.

Se recostó del borde de la gran ventana, analizando los pros y los contras de llevarle la contraía a Lavina ¿Qué era lo peor que podía pasar si se limitaba a hacer los deberes de un capitán? No tenia intenciones de ser niñero de nadie, no lo había sido en su familia y por ello los mantenía lejos y mucho menos de personas que no le daban ningún beneficio directo ¿Qué importaba que acabasen con la maldición? ¿Qué si eran las princesas? Su trabajo era proteger el castillo, ser custodio podía serlo cualquiera.

Tomó una ducha y se dejo caer en la cama, pues en la mañana tendría un día largo y tedioso.

Sin ningún motivo eligió ir al oeste, pero si tenia un motivo para llevar una ropa más deportiva que su usual armadura y podía sentir la brisa fría de las primeras horas del día, se abrazo los brazos y siguió caminando, pensando que había sido una fatal idea ir por ella de primero, de detuvo y sobre analizó su decisión ¿había sido la fuerza de su antepasado? ¿estaba en sus genes? Tonterías, continuo.

Capitán, capitán, decían los empleados del palacio del anochecer, mientras el se abría paso hasta la habitación de Yaya, entro sin pensarlo dos veces incluso cuando debió hacerlo, tuvo que pedirle a alguien que fuera por ella y no entrar personalmente a los aposentos de una mujer y mas cuando esta aun estaba durmiendo en su cama, yaciendo indefensa con el cuerpo reluciendo bajo el techo abierto.

Su piel brillaba por el sudor, incluso con el clima que hacía, se acercó a ella prendando de algo que no podía explicar… repulsión prefirió designarlo de esa manera, pero cada vez más próximo de ella, de su piel, de su semi desnudes y de ese cabello revoltoso pegado a sus hinchadas mejillas llenas de pecas.

 

*****

En Astrya no había maneras de llevar el tiempo que no fuera por costumbre o por un buen reloj y para una persona como Yana que era terrible con el tiempo, un mundo como este era terrible. Conciliar el sueño parecía algo maravillosa entre las sabanas mullidas, los cojines acolchados un clima espectacular y una magia en el ambiente que lo hacia irreal, pero era demasiado irreal, demasiado ajeno y por ende incomodo, ¿Cómo podría dormir ella sin el sonar del aspa del abanico? O el ventilador del aire acondicionado, sus antojos de media noche y una preocupación en el pecho que no podía explicar, no tenia sentido extrañar a su madre, no tenia padre a quien extrañar tampoco y Sasa no estaba tan lejos de donde ella estaba ¿entonces que era? Miedo definitivamente.

Para cuando había logrado dormir, el sonido de los grillos afuera le era como música relajante, la brisa se podía sentir en su rostro y tanto las ovejas como los escenarios que había imaginado ya los había repasado todos incluso uso su truco final que era intentar rezar como le había enseñado su madre y finalmente se entrego a los brazos del sueño sabiendo todo lo que necesitaría para vivir allí.

Quería seguir durmiendo, seguir soñando, permanecer sumergida en ese mundo donde ella podía controlarlo todo, pero por más que lo intentara ella no podía seguir allí, ya que una de las empleadas con el cabello tejido en dos colas que caían sobre sus pechos hasta su cintura la había despertado con su voz oscilante e impotente. Un rato más suplico, después de haber intentado por tanto tiempo dormir ahora no quería abandonarlo, pero la joven de cabello naranja insistió tímidamente en que la princesa se pusiera de pie puesto que hoy llegaría alguien importante a verlas para examinar su magia.

Yana se tiro de la cama a gatas preocupando al resto de la servidumbre con la escena y con los ojos cerrados se dirigió al baño donde agradeció a los cielos por las mujeres de allí la ayudaron a prepararse y buscaron ropas limpias para que pudiera usar puesto que podría jurar que el vestido con el que había llegado se había ensuciado con su vomito de pánico.  

Entonces fue guiada aun somnolienta al palacio del atardecer donde Lavina las esperaba para desayunar. Yana bostezo mirando nuevamente el jardín y el paisaje, ciertamente nada había cambiado, el cielo seguía igual, todo seguía igual como si ella no hubiera dormido las horas que había dormido incluso las mariposas volaban como si no extrañaran el brillo del sol y jugueteaban en las flores junto a las polillas que ahora en esta oscuridad confundían cualquier brillo con la luna.

El comedor principal del palacio estaba tan repleto como si una decena de personan fueran a comer en la mesa, frutas, gofres bandejas con tostadas, revoltillos de huevo, tocineta salchichas, diversos quesos y jamones, un dispensador de jugo que le confirmaban que existía la tecnología como ella la conocía y café ¡café¡ abrio los ojos como si bombillas fueran y casi corrió a la cafetera estilizada y se sirvió una taza coronada con espuma que también tenia al lado. Saboreó del dulzor amargo en su boca y se bamboleo tarareando hasta uno de los asientos y antes de darse cuenta noto que su luz estaba en el cuarto reconociéndola tan solo por el olor.




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