El mundo después de Máreda

Capítulo nueve

Blake

 

— ¡Ahí están! —escuché que alguien dijo sobre nuestras cabezas. Pero al levantar la vista en dirección a los arboles no pude distinguir nada.

         Luke se detuvo de golpe, con cierta precaución. Supe por su mirada que sabía lo que se avecinaba. Su oído ya estaba al tanto de que un enorme grupo de sujetos extraños nos estaba buscando. Lógicamente, también sabía que mis amigos estaban con ellos. Aun así no comprendí por qué se desprendió de nosotros con tanta facilidad.

—Debo llevarlos al castillo —informó un sujeto armado—. Serán prisioneros de Nasca hasta que el Rey dictamine lo contrario.

—Los humanos no obedecemos las ordenes de ningún soberano —me resistí. Me sentía en desventaja. Había perdido mi espada y Jane dormía en mis brazos.

—No tenemos ninguna posibilidad frente a ellos —alcanzó a decir Pol antes de que un guardia le ordenara silencio.

—No iré con extraños sin saber de qué se nos acusa —le dirigí una mirada a Luke, esperando que se me una, pero  para mi sorpresa, este bajó la mirada.

—Han llamado demasiado la atención —explicó secamente el sujeto que estaba a cargo—. Eso nos da suficiente derecho para llevarlos ante el Rey.

         En ese momento Andrew apareció en la noche. Su llegada fue tan sigilosa que me pareció que había aparecido allí mismo por arte de magia. Su mirada era severa. Este observó a Luke con frialdad y luego susurró una frase que me estremeció:

—Los protegeré —dictaminó Andrew—. Pero no será en su tierra, sino en la mía.

         Luke Becher asintió y después desapareció de nuestra vista antes de que pudiese contar hasta tres.

— ¡¡¡Traidores!!! —grité con furia, pero ya era tarde para hacer cualquier cosa.

         Mi voz se desvaneció y todo se tiñó de blanco. Aquí y allá me envolvía una paz encantadora. Lo único que me conectaba con la realidad era la audición. Escuchaba el andar de los caballos y el murmullo de palabras inentendibles. Toda sensación quedó distante menos la calma del bosque, mientras toda certeza se desvanecía con rapidez, mientras el tiempo existía en su figura más interminable.

         No sé en qué parte del trayecto me sumí en el sueño, ni tampoco sé por cuánto tiempo lo hice. Sólo sé que cuando desperté me dio la sensación de que habían pasado meses. Fue como despertarse después de una noche de sueño reparador, que se lleva consigo hasta el más prominente vestigio del cansancio del cuerpo y del alma.

         Cuando mis ojos se acostumbraron a la claridad, descubrí que nos encontrábamos en una habitación de paredes de piedra. La única fuente de luz era abundante, y provenía de un orificio enrejado que se hallaba cercano al techo. La cabeza me dio vueltas cuando intenté recordar lo que había sucedido. Los últimos recuerdos se habían borrado de mi memoria.

         Recién comenzaron a lloverme imágenes difusas cuando volteé y divisé a mis amigos todavía sumidos en el sueño. Fue entonces cuando recordé con claridad la última sensación que había experimentado anterior al sueño. Recordé vívidamente el engaño, la traición, la ira.

         Busqué la espada en mi cintura, y al hallar la vaina vacía, comencé a buscar el arma en cuclillas por toda la superficie rocosa. Pol se incorporó en ese momento y me observó preocupado.

—Se ha roto —susurró, imaginando mi desespero—. Luke guardó los pedazos.

— ¿Cómo lo sabes? —pregunté abrumado. Sentía que me faltaba una parte del cuerpo.

—Jane me lo dijo —comentó Pol con sigilo y después agregó—: Ahora debes descansar…

—Era la espada de mi abuelo —comenté con un dejo de voz. A pesar de sentirme descansado el sueño tironeaba mi cuerpo. Estaba perdiendo la batalla.

—Lo sé —fueron las palabras de mi amigo—. Lo lamento mucho.

         Me dormí allí mismo, a los pies de mis amigos. Ningún sueño perturbó mi descanso. En aquel reino onírico todo dejó de doler.

 




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