El mundo después de Máreda

Capítulo doce

 

Luke

 

         Había visto tanta vida y vivido tantos años que conocía perfectamente ese clamor apenas perceptible que indica el comienzo de una estación oscura. El viento arrastraba la incertidumbre de todos aquellos que no tenían voz. Durante algunos días me perdí en el bosque y observé el comportamiento de los animales. Ellos fueron los primeros en marcharse, buscando cielos más seguros.

         Los árboles se agitaban en señal de protesta y las montañas de los alrededores se ensombrecían de forma tenebrosa. No necesité aguzar el oído para escuchar el canto melancólico del océano, a varias millas de distancia. El enemigo conocía sobre la llegada del legítimo heredero. Valdimor sabía que el poder de los Helus había renacido, pero aun así se disponía a llevar a cabo su ataque.

         Los Helus, por su parte, continuaban siendo maestros en el arte del combate. Bastaba con recorrer los talleres reales para dar cuenta de la magnitud de su talento en la confección de armas. Detestaba admitirlo, pero en dicho campo eran inigualables. Incluso mi propia espada había sido forjada por maestros de Heluxur, la ciudad real. En mis andanzas por el mundo nunca encontré nada parecido. Detesto la soberbia de los señores del hielo, como se dicen llamar… Pero me han salvado el pellejo más veces de las que soy capaz de recordar.

         Al llegar al castillo, después de estar varios días ausente, encontré al joven humano en los jardines reales. La llama blanca se elevaba grandiosa sobre el techo oscuro de la noche, siendo objeto de envidia para la propia luna y las estrellas. En todos los alrededores se apreciaba una tranquilidad encantadora, como si el tiempo jamás pasara en aquel majestuoso recinto sin techo. Allí, el mundo real parecía completamente ajeno. El contraste dramático con el exterior convertía aquel jardín en una auténtica fantasía de cuentos.

         Me acerqué a Blake y me aclaré la garganta, pero el joven no levantó la mirada del camino de piedras plateadas. Seguí el impulso de sentarme y acompañarlo en el silencio, y así lo hice. Ya era medianoche cuando observé que una muchacha observaba la escena por detrás de un ventanal. Era Jane. Su rostro mostraba preocupación y angustia. Blake la observó pero enseguida despistó su mirada, esta vez en dirección a la llama.

—Les he pedido que regresen a Máreda una infinidad de veces —dijo el joven al fin—. Remus ha demostrado ser un hombre generoso cuando le pedí que libere a mis amigos. El Rey me dijo que ellos serán el soporte más necesario en los momentos difíciles, pero yo no estoy de acuerdo… No quisiera que ninguno de ellos esté en peligro. Por mi culpa ahora están en medio de una guerra, al igual que todos en Máreda.

—No deberías cargarte de culpas que no te corresponden —contesté paciente—. Tú no tuviste elección. Has tomado decisiones procurando el bien de un reino del que apenas conoces, y lo has hecho, en primer lugar, para proteger a los que amas. Tu corazón es noble, Blake Hermanssen, debes estar orgulloso de eso.

—Todo lo que amo está en peligro de muerte —murmuró Blake. Pese a sus esfuerzos su voz se quebró—. Máreda podría quedar en ruinas… No soporto la posibilidad de perder a mi familia, a mis amigos, a mi pueblo, por una lucha que no les pertenece.

—Te equivocas —le corregí—. Mientras exista el mal, es responsabilidad de todos nosotros erradicarlo. Los Helus han protegido a los Humanos desde que arribaron a estas costas. Primero se han protegido ellos, y después los han protegido de ellos mismos. Los Humanos les deben tanta lealtad a los Helus como los Helus a los Humanos.

—Los Helus no han hecho más que engañarnos —Blake elevó el tono de su voz—. Nos hicieron creer que el mundo terminaba después de la neblina… Ellos propagaron las leyendas de dragones y males terribles. Remus me lo contó todo. Para él hubiera sido más fácil acabar con nosotros desde el comienzo…

—Debes saber algo acerca de los Helus, Blake Hermanssen —dije resuelto, a modo conciliador—. Y es que son seres que pueden resultar despreciables. Su memoria llega tan lejos como sus cientos de años, y eso los convierte en seres rencorosos y vengativos. Un Helus puede ser una criatura vil si se presenta una injusticia. Son exquisitamente competitivos y tercos. Peligrosamente tercos, si lo preguntas… Pero ellos nunca apuñalarían a nadie por la espalda. Un Helus jamás se llevaría el alma de alguien arrepentido. Nunca serían capaces de lastimar a los que en el fondo guardan un buen corazón… Y los Humanos, pese a sus muchas desventajas; pese, también, a su solemne destino, han elegido tragarse su propio veneno, con tal de liberarse de esa oscuridad que amenazaba con devorarlos en el abismo.

— ¿Y qué pasará cuando llegue? —Blake me miró a los ojos con una curiosidad inminente. Ya no veía mi disfraz exterior. Recién esa noche fue capaz de ver al Haldar—. ¿Qué sucederá cuando la muerte se abra paso entre nosotros? ¿Qué posibilidad tenemos realmente de vencer?

—Cuando la guerra finalmente llegue, entonces ya habrás muerto dos veces —fue mi respuesta inmediata—. Habrás muerto cuando dejes todo atrás, en el momento que desenvaines tu espada, antes de hundirla en el cuerpo del primer enemigo; y habrás muerto, por segunda vez, cuando la batalla concluya. Nadie tiene su destino asegurado aquí en la tierra, y por eso seré franco al decirte que puedes morir por tercera vez, con la frente en alto, luchando por tu gente. Personalmente, déjame decirte que voy a encargarme de que eso no suceda.




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